jueves, 3 de octubre de 2013

El Ara

EL ARA

Como todos los hermanos sabemos, el Ara es el altar de nuestro taller que es también nuestro templo y por lo tanto una imagen del cosmos. En el centro de ese espacio, entre la puerta y el Oriente y la Columnas del Norte y del Sur se encuentra nuestro altar iluminado por las luces de la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza. Esta piedra o ara, por marcar el centro, señala también el eje del taller, es decir, la posibilidad de comunicación alto-bajo, ascendente-descendente, entre la tierra y el cielo que en forma simbólica está representado en el techo. Y es a través del rito de nuestros estudios y trabajos, de nuestras ceremonias y gestos invariables que esta comunicación se reactiva y se hace en nosotros, por lo que nos ponemos entonces en condición de poder recibir los efluvios de lo alto, las inspiraciones emanadas del Gran Arquitecto del Universo, las que constituyen todo Conocimiento y Sabiduría.
Es pues el Ara el punto más importante del templo, a partir del cual, se organiza toda la Logia y los trabajos que en ella se realizan. Es el símbolo de lo invisible por excelencia, que él expresa formal y sensiblemente, y a él mira simultáneamente toda la Logia, tanto el Oriente como los otros puntos cardinales. La escuadra y el compás se hallan sobre él simbolizando la unión entre la tierra (la escuadra, el cuadrángulo) y el cielo (el compás, el círculo) ya que él manifiesta el "axis" en el que se conjugan las polaridades.
Ya sabemos que nuestra Logia, al simbolizar el cosmos, simboliza tanto el macro como el microcosmos puesto que éste es una miniatura de aquél, por lo que el taller es también una imagen de nuestro templo interno y el ara, por ser su punto central, corresponde en el ser humano a su corazón, lugar donde se recibe la palabra y la sabiduría divina, testificadas por el Libro Sagrado que reposa en nuestro altar, lugar de transformaciones y de realización.
Hacia esta transmutación están orientados nuestros esfuerzos; lo que es lo mismo que pulir la piedra en bruto, o ir ascendiendo escalonadamente los estadios sucesivos del conocimiento, que se corresponde con los grados de nuestra Orden.
Esta posibilidad de ascenso y superación está siempre presente en el pecho de cada aprendiz, compañero o maestro, que en virtud de haber recibido la iniciación se halla especialmente cualificado para hacer efectivos estos símbolos, para hacerlos una realidad interna que vaya actuando en nosotros al ser evocados por la meditación, el estudio y la reiteración ritual.
Debemos recordar también, que el Ara es el lugar en el que efectuamos nuestros juramentos, como manifestación visible de una energía invisible y trascendente. Sobre ella, como imagen del centro espiritual, y en lo hondo de nuestro corazón, es que hemos aceptado nuestros compromisos internos y hemos prometido cumplirlos, llevarlos a cabo. Esto podría parecer ridículo a aquél que ignorase todo sobre el simbolismo o no hubiera podido salir verdaderamente del mundo profano. Pero no lo es para los masones, los que al comprender el símbolo y el rito en el interior de su corazón, los efectivizan, al vivenciarlos.
Por ese motivo es que son tan importantes los gestos rituales, ya que por medio de ellos se renuevan las posibilidades que contienen, pues expresan con exactitud una cosmogonía en movimiento, un cosmodrama, aunque se ignore esta circunstancia.
Algunos hermanos opinan que se debe saludar al ara cada vez que se pasa junto a ella, ya que en su opinión, es obvio comprender que cada vez que pasamos junto al Ara y la saludamos, no sólo estamos dando una muestra de respeto al símbolo en cuestión y a todo aquello que llevamos dicho acerca de lo que ella representa, sino que además renovamos  ritualmente nuestros compromisos y promesas masónicas, volviendo a religarnos con ellas precisamente en el lugar de la recepción de las emanaciones del Gran Arquitecto del Universo, lo cual constituye un perenne recordatorio de nuestra auténtica calidad masónica.
Por otra parte, hay hermanos que a su vez opinan que los juramentos del Masón son absolutos y no deben ser refrendados ya que se trata de la palabra empeñada, nuestros compromisos y promesas masónicas han sido dadas y se renuevan diariamente en el interior del Masón, siendo el cumplimiento de la palabra empeñada, la mejor muestra de respeto hacia el altar de los juramentos. Cabe a cada quién reflexionar sobre esto y decidir en el fondo de sí mismo.


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