El simbolismo y el sentido filosófico del Grado 18º de la Masonería
“La divinidad atribuida a Jesús de Nazareth no es para nada tomada en cuenta en este grado, ni la Masonería se ocupa en atribuirle ni negarle tal o cual carácter. Es para nosotros el símbolo del maestro, la alegoría que representa el poder del amor y la virtud. En él vemos el luchador que combate la ambición con las armas de la Tolerancia y la Caridad, y como éstos son los únicos medios que debemos emplear para realizar la obra masónica, se deduce que Jesús es para los masones un símbolo de abnegación, un emblema de la Sabiduría, extirpando el error con la razón.” Lorenzo Frau Abrines. (Diccionario enciclopédico de la Masonería. Tomo 5. P. 795)
Por su simbolismo y su ceremonial, el Grado de Soberano Príncipe Rosacruz (Grado 18) ha sido interpretado por algunos masones, como un grado de tipo religioso, dedicado a conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Cristo, y la doctrina compendiada en los cuatro evangelios.
Frente a esa interpretación es preciso anotar que la Masonería que se practica en este Oriente y en este Valle, auspiciada por el Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia,
del R:. E:. A:. A:., no establece en ninguno de sus grados las
creencias religiosas. Al contrario, advierte al iniciado que todas las
religiones fueron creadas por el hombre[1], enmarcadas en el contexto
económico, político, literario, lingüístico e histórico de la coyuntura
que las vio nacer.
En esa misma secuencia de ideas es importante anotar que los principios de la Orden se fundamentan en el racionalismo,
médula filosófica de la Edad Moderna, de cuyas entrañas surgió la
Masonería. La Masonería, es entonces una escuela de formación moral e
intelectual de corte racionalista. Por eso, ante la triada religiosa que
enseña: fe, esperanza y caridad, la Masonería dice: caridad, esperanza y
fe[2].
Dicho esto es necesario aclarar que la
posición teológico-religiosa es congruente con el pensamiento de San
Agustín, cuando dice: “Creo para comprender”. En cambio, el racionalismo
de la burguesía naciente, que más tarde será recogido por la Masonería,
comienza a balbucear por boca de Abelardo, quien invertía la frase de
San Agustín y decía: “Comprendo para creer”. Es importante recabar sobre
estos planteamientos: Si San Agustín decía: “Creo para comprender”,
Abelardo manifestaba: “Comprendo para creer”[3].
Con estos prolegómenos vamos a entender
mejor por qué la teología dice: Fe, esperanza y caridad; mientras que la
Masonería dice: “Caridad, esperanza y fe”.
Ahí está la diferencia entre el
fanatismo y la razón, entre la astucia que engaña y la verdad que
enseña. En otras palabras, en esa simple transposición de palabras que
son la base del Grado XVIII, está la diferencia sustancial entre religión y Masonería[4].
La Masonería empieza con la caridad.
Pero en este punto también es preciso hacer otra aclaración: para
nosotros la Caridad no es la limosna, que consuela un día para hacer más
angustioso el día siguiente, tal como la entienden las religiones. Para
nosotros la caridad es la educación que perfecciona al hombre y lo forma como trabajador digno, para que la justicia y el amor recíproco reinen en el universo[5].
La religión
dice: “Fe es creer lo que no entendemos y no vemos”[6]. Apreciación que
se opone a la razón. Para la Masonería la fe es la certeza de lo que se
espera. Es la “Confianza en avanzar en el progreso y mejora de la
humanidad”[7]. En ese sentido, la Masonería tiene Fe en la ciencia que ha de traer la perfectibilidad y el bienestar al género humano.
Por eso el Grado XVIII debe enfocarse
con los criterios y la metodología que nos depara la ciencia y la
perspicacia que nos dan las enseñanzas iniciáticas. Con esas guías para
analizar los hechos, nadie puede entender cómo para salvar a la
humanidad se tenía que sacrificar a un hombre justo, como fue Jesús. En
cambio, desde el punto de vista iniciático podemos entender que la muerte y resurrección en los libros sagrados es un simbolismo de la iniciación.
La resurrección de Lázaro, por ejemplo, es el simbolismo de una iniciación. Los exégetas de la Biblia,
como Eduardo Shure, dicen que la muerte y resurrección de Lázaro es una
simbolización de la iniciación de Juan, el discípulo amado. En una
dimensión más profunda, “La escena del Gólgota no es otra cosa que una
Iniciación transportada sobre el plano de la historia Universal”[8].
Entonces tenemos que la resurrección ha sido entendida de dos maneras:
1. La interpretación que tienen las
religiones, la cual es una resurrección material. Es decir, es un acto
mediante el cual “todas las almas de los hombres, tanto buenos como
malos, se juntarán con sus cuerpos en la segunda venida de Cristo.”[9]
En otras palabras, es la vuelta a la vida, con carne y todo, del cuerpo
material que dejó de existir hace mucho tiempo.
2. La interpretación que tiene la Masonería de la resurrección es diferente. Para nosotros la resurrección es espiritual,
y no es más que la profunda idea de la iniciación. Para el Masón, la
resurrección significa la purificación y regeneración espiritual, hechos
que comienzan con la iniciación y deben continuar con el pulimento
permanente de la piedra bruta.
Un verdadero masón, que razone sobre el
simbolismo de sus grados, y que use bien las herramientas y la antorcha
que le da la Orden, no puede ver el espectro religioso en el contenido
esencial del grado XVIII, ni puede dejarse engañar por las mentiras de
las sectas fanáticas y supersticiosas. No olvidemos la enseñanza
Masónica: “No serás verdadero masón mientras no sepas distinguir la
verdad de la mentira y hacer la demostración.”[10]
En el simbolismo del grado XVIII se
reafirma que la muerte de Jesús constituyó una catástrofe que estremeció
el templo de la libertad, la justicia y la fraternidad.
Es el momento en que el Hijo del Hombre cayó victima del despotismo
político y religioso, que le dio un suplicio de esclavo, al sublime
redentor de la humanidad, al amigo de los pobres e infortunados, al
modelo inmaculado de las más excelsas virtudes.
Por eso la hora del Capitulo Rosa Cruz
es: “La que nos recuerda el instante en que el velo del Templo se rasgó,
en que las tinieblas y la Consternación cubrieron la tierra, en que
desapareció la Estrella Flamígera, en que se oscureció la Luz del día,
en que las CCol:. y los instrumentos Mmas:. cayeron destruidos; en que
la Piedra cúbica sudó sangre y agua, el instante, en fin, en que se
perdió la Libertad de la Palabra, y la censura, la delación, el despotismo y el envilecimiento, fueron la Ley Universal de las naciones”[11].
Cabe preguntar: ¿Qué significan estos fenómenos para la Masonería?
Para la Masonería estos acontecimientos
no son sobrenaturales, sino que poseen una trascendencia simbólica y una
significación mística. Ellos representan las intangibles consecuencias
de la muerte del Maestro. En palabras más explicitas: la muerte de Jesús
es la luz perdida o la palabra perdida. Es la destrucción de los
instrumentos masónicos que simbolizan las excelsas virtudes. Es el
momento en que la piedra Cubica, que representa el alma del que aspira
alcanzar su fuente -en este caso Jesús- sudó sangre y agua en la
angustiosa noche de Getsemaní. Es la desaparición de la Estrella
Flamígera, que simboliza al Hombre o microcosmos[12], como expresión del
espíritu que anima al universo y se constituye en principio de toda
sabiduría.
En síntesis, he aquí la verdad punzante: el Maestro ha desaparecido, y con él desapareció la esperanza de libertad, igualdad
y fraternidad. Sin embargo, un rayo de luz rasga las profundas
tinieblas. Jesús ha resucitado y con la antorcha de su ideario
alcanzaremos la victoria. Por eso, la emancipación que plantea la Orden
en el Grado 18 está clara cuando dice: “Pues si la Mas:. Conmemora tal
catástrofe, EExc:. CCab:. VVig:. pedid a los HH:. que decoran nuestros
VVall:., que nos ayuden a continuar los TTrab: del Sob:. Cap:., para
tratar con renovados esfuerzos de volver a poseer esas libertades
incomparables”[13]. En efecto, la Masonería recupera la doctrina diáfana
de Cristo, simbolizada en la Ceremonia del domingo
de pascua de resurrección en el que se encienden las luces apagadas el
jueves santo. En ese sentido, “se restaura el reino de Jesús, para lo
que el iniciado debe prepararse, convirtiéndose en sabio universal.”[14]
___________________________________1 Liturgia del Grado XXX. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:..Barranquilla, febrero de 2006. p. 12.
2 Liturgia del Grado XVIII. Supremo Consejo del Grado 33 para Colombia (Fundado en 1833). R:. E:. A:. A:. . Barranquilla, noviembre de 2004. pp. 35-36
3 Véase: Ponce, Aníbal. Educación y lucha de clases. Pp. 151-152
4 Liturgia del Gr:. XVIII. Op. Cit. p. 36.
5 Ibíd. Pp. 36-37.
6 Catecismo Católico Explicado del P. Gaspar Astete y el P. Eliecer Salesman. Editorial centro Don Bosco. Santafé de Bogotá, 1983. P. 199
7 Diccionario Akal de la FrancMasonería. Ediciones Akal. S. A. Madrid, 1997. P. 148. [1] Shure, Eduardo. Iniciaciones Secretas de Jesús. Editorial Solar. Bogotá, 1993. p. 168.
8 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
9 Sagrada Biblia. (glosario). Traducción de la Vulgata Latina al Español (1884) por el Ilmo. Señor Félix Torres Amat. Editorial: Impreandes Presencia S. A. Santafé de Bogotá, 1999. Pp.1290-1291.
10 Liturgia del Grado XXX. Op. Cit. p. 12.
11 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 59.
12 Daza, Juan Carlos. Diccionario Akal de la Francmasonería. Op. Cit. P. 141.
13 Liturgia del Grado XVIII. Op. Cit. p. 3.
14 Daza, Juan Carlos. Op. Cit. p. 332.
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