«Señor y Gran Arquitecto, nos humillamos a tus pies e invocamos tu perdón por nuestro error pasado mientras que estamos en curso de reconocer a nuestros hermanos francmasones
como tus fieles de predilección. Hemos luchado siempre contra el
libre pensamiento pues no habíamos comprendido que el primer deber de
una religión, como lo ha afirmado el Concilio, es el de reconocer
incluso el derecho de no creer en Dios. Hemos perseguido a todos
aquellos que en tu propia Iglesia, sin por ello alejarse del camino de
la Verdad, se inscribieron en las Logias, ignorando todas las injurias y amenazas.
Sin reflexionar, habíamos creído que un signo de la cruz era superior a los tres puntos que forman una pirámide. Por todo ello te pedimos perdón, Señor, y te pedimos nos hagas comprender que un compás sobre un nuevo altar puede significar tanto como nuestros viejos crucifijos. Amén (Revista Medio Día en Punto, marzo-abril 1978)».
("Sous la Bannière" nº 22, marzo-abril 1989 pp. 23-24).
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