miércoles, 29 de marzo de 2017

La utopía como Hoja de Ruta Masónica

La utopía como Hoja de Ruta Masónica

 “La utopías parecen hoy más realizables de lo que se creía. Nos encontramos actualmente ante una angustiosa pregunta: ¿Cómo evitar su realización definitiva? […]
Quizás en este nuevo siglo los intelectuales y las clases cultivadas soñarán en los medios para evitar las utopías y volver a una sociedad no utópica, menos “perfecta” y más libre. Nicolai Berdiáiev (1877-1948). Desde La República de Platón hasta Tomás Moro, numerosos autores e idealistas han definido un mundo ideal y alternativo al existente, contrastado significativamente y organizado según ideales Platónicos y afines a la razón y la orden, en que estructuras políticas, económicas y sociales responden a procesos evolutivos óptimos, justos y perfectos, en que el hombre ha trascendido su individualidad en beneficio de la Fraternidad y se materializa el Orden subyacente al Caos.
Estas literaturizaciones o imaginaciones a menudo han servido como crítica hacia los modelos actuales, y han sido parte involucrada en la evolución humana y el progreso de la Humanidad, y es un claro ejemplo en que el sueño del futuro acontece semilla del presente. Las primeras utopías fueron construidas en Grecia, y manifestadas ya no sólo por el ya citado Platón, sino también por Hesíodo y su Edad de Oro, en que apostaba por comunidades preurbanas que compartían todo sus bienes y también sus dioses, no había clases dominantes ni explotadoras.
Durante siglos, este mito ha sido puesto en entredicho y visto como ridiculez, a pesar de que al mismo Pirineo de Lleida ciertos pueblos han empezado a practicar una aproximación comunitaria de este ideal como única vía de subsistencia real en un contexto de crisis y penuria económica, sosteniendo familias post-urbanitas.

Aristóteles estructura con más detalle el concepto de Polis autárquico y autosuficiente descrito anteriormente por La República, y abre la puerta a la autorrealización personal en un entorno organizado y equilibrado.

La utopía no sólo ha tenido reflejo en la concepción social óptima, sino también en la política, e influenciados por un Rousseau en que afirmaba que el ser humano es bueno de naturaleza, pero son las estructuras humanas las que lo avocan a la corrupción, otros filósofos y pensadores surgieron, como Robert Owen (granjas-cooperativas, anti-individualista y defensor del ser humano como Manufactura Social), o Charles Fourier (falansterios o comunidades rurales autosuficientes, trabajo atractivo), o en un estadio superior de dialéctica de la sociedad de clases, Karl Marx.
También hay una utopía científica, generada por el rápido progreso en el s.XIX, y que a pesar de que se basaba en hechos reales, pronto cayó en la desmedida del exceso. Thomas Macaulay escribió al 1837 una oda al progreso utópico: “Prolonga la vida; mitiga el dolor; extingue las enfermedades; da seguridad al marino; ilumina la noche; anula las distancias; estos son sólo … sus primeros frutos, pues la ciencia es una filosofía que nunca pasa, nunca llega a su fin, nunca es perfecta. Su ley es el progreso”.
En cualquier caso, y cualquier variante, podemos ver dos cosas fundamentales. La primera, la utopía es el ideal de realidad que se espera, y que incorpora, prevé o diseña cambios sociales, económicos, personales, y de cualquier índole, que fomentan ya no sólo una fuerte evolución hacia lo que estamos viviendo, si no que además tienen carácter estable, duradero, equilibrado y justo; una última etapa del movimiento humano y final de recorrido de la evolución. Por otro lado, y en tiempo más presente, implican una fuerte crítica hacia el momento y estatus actual, y manifiestan las miserias y el descontento de la realidad actual. La utopía Masónica No podía ser de otra forma, que una sociedad con tantas facetas como miembros tiene, tuviera un amplio abanico de utopías.

Y ya no sólo hablo de la Libertad, Igualdad y Fraternidad, sino también de las seis invocaciones que se manifiestan por las Tres Luces a la Apertura de la Logia, como en su cierre.

Hablo de las siguientes invocaciones: Que la Sabiduría presida la construcción de nuestro Templo, Que la Fuerza lo sostenga, Que la Belleza lo adorne, Así como: Que la Alegría sea en los corazones, Que el Amor reine en el mundo, Que la Paz se extienda sobre la Tierra. Las seis invocaciones pueden ser distinguidas en dos grupos fundamentales. El primero, el deseo de la estructura del proyecto Masónico.
El segundo, el deseo de su naturaleza. En el primer grupo, la Sabiduría, la Fuerza y la Belleza manifiestan las calidades básicas para que un proyecto y una utopía tengan ya no sólo uso y función progresiva y evolutiva, si no también justicia y continuidad estable. La columna de la Fuerza, asegura su viabilidad y estabilidad. La Belleza no sólo augura que esta utopía será Ética en cuanto que Estética, si no también sensible, Proporcional, Equitativa y Razonable. La Sabiduría garantiza una aplicación Justa y Perfecta. En un segundo término, la Naturaleza de la Utopía Masónica tiene tres garantes singulares: el deseo de Alegría en el más profundo del ser humano, como inquietud personal; el Amor como forma de relación y legislación humana; y la Paz como ideal político y suprapersonal, y como vínculo de las comunidades.
La Utopía Masónica tendría que tornarse una hoja de ruta para cualquier proyecto o inquietud de los Francmasones, que fomente la búsqueda de ideales establecidos que beneficien el progreso de las personas, y de la sociedad que nos rodea, y ello no tiene que ser únicamente visto como macroproyecto internacional, si no que este proyecto tendría que partir desde la íntima inquietud de mejora de nuestro entorno más cercano y humano. La aplicación de la Naturaleza de nuestros proyectos en el día a día ya es de por sí una aplicación que nos acerca a la Utopía ya mencionada, si no que además favorece de retruque una sociedad más Libre, más Igual, y naturalmente más Fraterna.

A pesar de esto tenemos que ser conscientes que las Utopías son, de facto, Ideales no demasiado realizables, pues ya decía Eduardo Galeano: La utopía está en el horizonte.

Camino dos pasos, ella se aleja dos pasos Y el horizonte se corre diez pasos más allá. ¿Entonces para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para caminar. Y este es el secreto de todo. La utopía per se, y en nuestro caso, la Utopía Francmasónica, es una inquietud que debe hacer que mejoremos en el día a día nuestro entorno, nuestra sociedad y nuestro mundo. Y piedra a piedra, la construcción de nuestro Templo. Pero siendo conscientes que el fin no sólo está lejano, sino que además difícilmente lo veremos.
Por tanto, y siguiendo las escrituras, sólo somos trabajadores y canteros en la construcción de un templo que no veremos acabado. Pero tenemos algo a nuestro favor. Cuando Thomas Moro hablaba de Utopía, se refería, etimológicamente, o bien a un lugar que no existe, o bien a un buen lugar. En cualquier de los dos casos, qué bonita coincidencia que grandes y pequeños proyectos utópicos hayan surgido de una sociedad equilibrada y justa, como es una Logia Masónica, en un lugar que no existe, o que ha trascendido y dejado el mundo profano, como es un Templo Masónico con los trabajos abiertos.

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