miércoles, 27 de noviembre de 2013

Difamaciones

Ésta es una de las notas más leídas del Portal de Noticias Revista Variopinto. Pulso Ciudadano la retoma de la fuente original y la comparte con sus lectores.
Con el presunto aval de la Presidencia de la República, en particular del área de Comunicación Social, ha comenzado a desplegarse una campaña difamatoria en contra de algunos periodistas y medios de comunicación.
Desde hace varios meses, el plan para difamar y calumniar a algunos comunicadores (y medios) que ejercen un periodismo crítico en contra del poder, se echó a andar mediante la contratación de varias empresas editoriales, en su mayoría españolas y que son expertas, según se sabe, en el marketing y en la comunicación con el objeto de descalificar el trabajo periodístico que se viene realizando y que, al parecer, le incomoda al presidente de la República.
Para empezar, Marco Levario, director de la revista Etcétera, acaba de publicar un libelo que apunta en contra de la periodista Carmen Aristegui, conductora del programa Noticias MVS, a quien acusa –según el adelanto que hizo Carlos Ramírez en el periódico El Financiero del pasado 15 de noviembre –de ejercer lo que Lavario llama un periodismo de ficción.
El ataque contra Aristegui no es un cuestionamiento menor, aunque el libro esté barnizado como trabajo académico. Lleva dolo. Su intención es clara: se trata de denostar y descalificar a la periodista más acreditada de México hasta este momento.
Nada más falso. Aristegui, sin duda, es una de las voces más críticas que hoy se escuchan en todo el país y un referente obligado para entender la realidad política, por muy controvertida que parezca.
Como se sabe, Aristegui ha sorteado múltiples momentos difíciles a lo largo de su carrera periodística: su salida obligada de Televisa por no tolerar sus críticas hacia el poder presidencial al que sirve la televisora; la censura que ha enfrentado en distintos medios justamente porque los hombres del poder político no toleran que Aristegui desnude la corrupción y las complicidades que se tejen en la cúpula del poder presidencial.
No se duda que detrás de esta campaña esté la mano aviesa de Televisa, pues Aristegui abrió los espacios de su noticiero para informar en tiempo y forma lo que estaba pasando en Nicaragua con la detención de algunos presuntos narcotraficantes que se identificaron como reporteros y empleados de Televisa, quienes incluso utilizaban los vehículos de esa empresa para transportar enervantes.
La confrontación con Televisa y con su conductor estelar, Joaquín López-Dóriga (el vocero presidencial) fue más que avidente, pues si no hubiera sido por Aristegui y el semanario Proceso nos hubiéramos tenido que tragar la mentira oficial difundida por Lopez-Dóriga desde su cabina de Chapultepec 18.
En los pedazos de información que se han difundido –el libro aún no está en circulación –se le acusa a Aristegui de servir a intereses de la izquierda y la derecha: López Obrador, Carlos Slim…Y aquí la pregunta se impone: ¿A qué intereses obedece Levario al publicar un libro difamatorio? ¿Le pagaron por ello? Es obvio que el libro y su autor sirven a los intereses del sistema desde el momento en que ataca, con dolo evidente, a una de las periodistas más críticas del poder.
Es obvio que se trata de cuestionar el ejercicio periodístico de Aristegui como si ella fuera perfecta. Ningún periodista es perfecto en su trabajo porque justamente el periodismo no lo es. El periodismo pasa por lo humano y por ello no es ni puede ser perfecto. Los periodistas nos equivocamos, sin duda, y es de probos reconocer públicamente cuando cometemos un error.
Pero de lo que no hay duda es que Levario, periodista y académico de dudosa reputación y credibilidad, escribe como si él fuera perfecto. ¿Quién es Levario para juzgar el trabajo periodístico de los demás? ¿Acaso él es impoluto? Perro no come perro, suele decirse cuando un periodista critica a otro periodista por lo que hace.
Es claro, también, que el periodismo siempre obedece a intereses. Ningún medio de comunicación de México ni del mundo puede gritar a bocallena que no tiene intereses. Todos, absolutamente todos, tienen intereses. La información obedece a intereses, pero hay medios de información y periodistas, por su puesto, que a lo largo de su trayectoria –y Aristegui es una de ellas, sin duda –han mostrado probidad, honestidad y apertura en su trabajo informativo. No es gratuito que Aristegui sea hoy una de las periodistas con mayor credibilidad dentro y fuera de México y eso, sin duda, les pesa a muchos.
Aristegui ha ganado su espacio y la credibilidad que tiene a base de trabajo. Nadie le ha regalado nada a lo largo de su trayectoria. Trabajadora incansable, Aristegui vive para el periodismo, que es su pasión y su vida.
Desde mediados de este año corrió la versión de que desde la presidencia se orquestaba este plan perverso. Y es claro que el primer golpe bajo y sucio ya se asestó. Otro dato es que se prepara un libro en contra del semanario Proceso, el cual se está confeccionando en una editorial también española asentada en México, en el mismo tono difamatorio del que circulará en contra de Aristegui.
El autor de ese proyecto de libro se ha dado a la tarea de entrevistar a varios exreporteros de Proceso, muchos de ellos resentidos, al parecer, con el semanario, quienes han hablado de los problemas internos de la revista y de lo que saben respecto de varios de sus actuales directivos.
Este también es otro golpe sucio. Proceso es el semanario más crítico de México. Inquebrantable, su línea editorial se ha mantenido firme a lo largo de 37 años, desde su fundación en noviembre de 1976.
A lo largo de 20 años, Proceso fue dirigida por don Julio Scherer García, el periodista más reconocido por su larga trayectoria y por su trabajo crítico en contra del poder.
No cabe la menor duda de que a alguien (o a muchos) les pesa el trabajo de Aristegui y de Proceso, dos espacios que la sociedad necesita para pensar, reflexionar y tomar decisiones. A ningún gobierno le sirve una prensa aliada y servil. Ahí está el caso Televisa, que se pudre por su falta de credibilidad.
Hoy la sociedad requiere más que nunca de espacios de opinión y de información críticos. Que cuestionen las decisiones del poder, los tropiezos de los gobernantes que afectan los intereses de la sociedad toda.
Como ya se dijo, el periodismo ni los periodistas somos perfectos porque somos humanos. Pero quien le pega a un periodista y a un medio de comunicación que hace una labor informativa transparente, le pega a la sociedad.
Siguen presentes las palabras de Aristegui en la entrevista que concedió a Variopinto en su edición No. 10: “Quien asesina a un periodista, mata el derecho de la sociedad a estar informada”.
Retomando esa frase de Aristegui, bien podría decirse que quien golpea a un periodista y lo difama, también mata ese derecho de la sociedad a estar informada.

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