domingo, 26 de junio de 2016

7 trucos para aprender cualquier idioma en tu ciudad (en una semana)

7 trucos para aprender cualquier idioma en tu ciudad (en una semana)

Los hermanos superpolíglotas, Michael y Matthew, se propusieron aprender turco en una semana en la ciudad donde viven, Berlín. Mira lo que consiguieron.


¿Qué se puede lograr en una semana? Si dedicas los siete días a conseguir un propósito, ¿cómo de ambicioso puede ser este objetivo? Estas son las preguntas que se plantearon los gemelos Michael y Matthew Youlden cuando se propusieron aprender turco en una semana. Hicieron un gran intento de liberarse de las distracciones de la vida moderna para conseguir dedicarle unas ocho horas al día al estudio en su rutina diaria.
Estos son los 7 trucos que aprendí después de haber observado a unos de los mejores estudiantes de idiomas del mundo.

1. Entiende tu objetivo

Lección aprendida: define tu objetivo de forma clara desde el principio y luego traza una ruta para alcanzar ese objetivo.
Los gemelos decidieron que les gustaría enfrentarse al reto de aprender un idioma en una semana para ponerse a prueba, después de eso solo quedaba decidir cuál querían aprender. El turco se presentó como la mejor opción, ya que hay unas 300 000 personas en la capital alemana cuya lengua materna es el turco y, además, en los barrios de Kreuzberg y Neukölln hay muchas tiendas con carteles y rótulos en turco. Si de verdad queremos entender este ambiente, antes deberíamos comprender el idioma.

2. Notitas por todos lados

Lección aprendida: etiqueta todo lo que hay a tu alrededor en el nuevo idioma desde el primer día. Irás relacionando ideas y conceptos de forma pasiva mientras te haces un café o te lavas los dientes.
La primera acción dentro del proceso de aprendizaje de los gemelos fue decorar toda su casa con notas adhesivas. Esto tuvo incluso un toque ceremonial cuando los gemelos se disponían a buscar todas las palabras correspondientes en un diccionario en turco. Pasada una hora, era imposible llevar a cabo cualquier tarea, por mínima que fuera, sin encontrarse una notita pegada en el interruptor de la luz, en la lavadora o en el armario y no haber visto un mínimo de 3 palabras relacionadas con la acción.

3. Consigue un/a compañero/a

Lección aprendida: hay pocas motivaciones mejores que la de tener un colega que comparta tu mismo objetivo. Hay que mantener la motivación, ya sea por pura competición o por un sentimiento de responsabilidad mutua, la mera presencia de un compañero de aprendizaje hace muy probable que tengas la presión justa para seguir aprendiendo y no tirar la toalla.
La importancia de la presencia del otro gemelo se materializó en el momento en el que acordaron dividirse las habitaciones de la casa para pegar las notitas. Esta simple tarea se vio aumentada por continuos tests que se hacían el uno al otro, y también por el hecho de que ambos se dividen sus días de estudio de manera ligeramente distinta y estudian temas diferentes, de manera que un gemelo se vuelve la fuente de sabiduría del otro: “¿Cómo se decía esto o lo otro?” es algo que se preguntaban con frecuencia. Sorprendentemente, casi siempre tenían una respuesta. El momento más extraordinario llegó a finales de la semana, cuando los gemelos usaban el turco en sus conversaciones del día a día, preguntándose el uno al otro si querían café o té, si querían comer o cuándo salían de casa al día siguiente.

4. Prepárate unas minimotivaciones

Lección aprendida: necesitas ponerte pequeños retos antes de conseguir el objetivo. Esto consiste en tener miniobjetivos —interactuar con el idioma en vivo y en directo, por ejemplo— que te obliguen a prepararte unas listas de vocabulario para poder lograrlos. La motivación de superar pequeños objetivos te llevará a conquistar cimas más altas.
Michael y Matthew tuvieron numerosos minirretos a lo largo de la semana. El primer día tuvieron la visita de su amigo nativo que les saludó en turco y que les felicitó por haber aprendido sus primeras palabras y frases tan rápido. Luego se aprendieron los nombres de las frutas y los números del 1 a un millardo para poder visitar el mercado turco en Kreuzberg. Después de poner en uso su corta trayectoria de aprendizaje durante su primer intercambio de palabras en turco, se pudo apreciar cómo disfrutaron sus logros y volvieron a casa a seguir estudiando con una sonrisa en la boca.

5. Cómete el idioma

Lección aprendida: encuentra la manera de relacionar todo lo que haces con el aprendizaje del idioma. Rodéate de su comida, su música y sus películas, incluso puedes hacer tu cerebro más experto en el idioma y pensar en nuevas áreas de interés y motivación.
En nuestra segunda visita al piso de los gemelos, nos encontramos la cocina plagada de snacks y frutos secos turcos. Igual que los niños miran el cartón de la caja de cereales antes de ir al colegio, los gemelos leían la información nutricional y varias ofertas especiales y concursos durante cada pausa y picoteo.

6. Aprovecha lo que ya conoces

Lección aprendida: cuanto más profundo sea el proceso de aprendizaje, más probable será que se memorice la información. Intenta disfrutar de las coincidencias y paralelismos entre los idiomas que ya conoces y el idioma que estás estudiando.
Una de las frases más comunes de uno de los gemelos era: “ah, mira, eso es como en …”. Usaron constantemente sus conocimientos previos en otros idiomas para estimular y reforzar su aprendizaje en turco. Esta rutina, no solo ponía interesantes debates etimológicos sobre la mesa, sino que también aseguró que las nuevas palabras no se olvidaran.

7. El cambio es la sal de la vida

Lección aprendida: está genial que ya tengas tu ruta pensada y una idea de tus métodos favoritos, pero recuerda lo importante que es probar cosas nuevas. Las fuentes para empaparte de tu nuevo idioma son tan numerosas como las de tu lengua materna.
A veces, los gemelos se sumergían en sus libros, en sus ordenadores o en sus apps, haciendo y hojeando lecciones y ejercicios, pero otras veces se atareaban buscando emisoras de radio turcas o las reseñas en Internet de un partido de fútbol. No existe un método definitivo para aprender un idioma, ni ninguna herramienta o profesor/a que te facilite el santo grial de la fluidez. Un idioma se escribe, se habla, se lee y se escucha. Cada una de estas áreas se considera una habilidad diferente, ya que cada una tiene muchas contribuciones potenciales: ¿podrías restringir tu conocimiento a un solo idioma? Muy a menudo, las personas que estudian un idioma nuevo una vez por semana solo disfrutan de una conversación semanal con el profesor y luego no interactúan con las personas nativas, ni ven noticias o leen en el idioma. Prueba algo nuevo cada día. Escucha una canción pegadiza, léete un artículo de un periódico cuya línea política esté lejos de la tuya, escribe una historieta para niños, habla contigo mismo/a mientras cocinas, apúntate a clases de teatro de improvisación. ¡Échale un poco de sal a tu aprendizaje de idiomas!

¿Tú también quieres dominar un idioma en una semana?

Los más y los menos de la Masonería o una Guía hacia la Autocrítica

Los más y los menos de la Masonería o una Guía hacia la Autocrítica



 Los más ven en la masonería una oportunidad de distracción, pero los menos ven en ella un sendero iniciático.
Los más siguen siendo profanos, pero los menos son verdaderos iniciados.
Los más solo ven en la iniciación un drama simbólico, pero los menos ven una guía de transmutación alquímica.
Los más encuentran en los rituales una fastidiosa rutina, pero los menos encuentran su magia.
Los más encuentran en los trabajos presentados por los hermanos aquello que les disgustó, pero los menos rescatan la parte que los iluminó.
Los más solo exigen privilegios, pero los menos cumplen sus deberes.
Los más buscan sacar ventaja del hermano, pero los menos están dispuestos a sacrificarse por él.
Los más se entregan a satisfacer sus deseos, pero los menos buscan dominar la mente.
Los más se entregan al elemento dominante de su temperamento, pero los menos buscan su equilibrio.
Los más desean ser venerables maestros de su logia, pero los menos desean ser venerables maestros de su propio templo.
Los más se consideran sabios maestros, pero los menos se consideran eternos aprendices.
Los más piden hablar, pero los menos piden escuchar.
Los más buscan a un Dios Externo, pero los menos encuentran su Dios Interno.
Los más encuentran un tema que no es de tu grado, pero los menos encuentran la forma de hacer un tema de tu grado.
Los más solo ven las diferentes cámaras en las que simbólicamente se trabaja, pero los menos conocen la cámara en que ellos internamente trabajan.
Los más viven como piedras brutas inútiles para cualquier construcción, pero los menos se han convertido en piedras cubicas que sostienen la Gran Obra.
Los más son maestros, pero los menos conocen la acacia.
Los más son compañeros, pero los menos conocen la letra G.
Los más son aprendices, pero los menos conocen su piedra bruta.
Los más ostentan vanidosos grados, pero los menos los poseen.
Los más viven en el mundo externo, pero los menos viven en el mundo interno.
Los más no saben el sentido de su vida, pero los menos saben a que han venido al mundo.
Los más buscan la masonería sin encontrarla porque buscan afuera, pero los menos la han encontrado porque han buscado adentro.
Los más se concretarán a solo leer esto, pero los menos lo interiorizarán reflexionándolo.
¿Y tú mi hermano buscas ser de los más o buscas ser de los menos?; porque los menos buscamos ser más y los más buscamos ser menos.

El bordado.

LA MASONERIA Y EL ARTE DEL BORDADO

 Por: MARIA ANGELES DIAZ
I 
La Masonería es una vía iniciática cuya realidad emana del Gran Arquitecto del Universo, principio a cuya Gloria los masones realizan todos sus trabajos. Y es apoyándose en la simbólica del oficio de constructor como el masón cumple su labor interna de auto-conocimiento. Tomándose a sí mismo como un pequeño todo, llega a descubrir en sí mismo las leyes que rigen el cosmos.
Siendo simbólicos todos los oficios tradicionales, estos permiten la apertura a espacios internos de uno mismo, lo que sucede de forma simultánea al propio desarrollo de la función del oficio, por constituir su estructura un código ordenado que imita el modelo cósmico, siendo esta cualidad la que les confiere a dichos oficios su papel de soportes para la transmutación de la conciencia.
Es así que, en el origen de la Masonería, el trabajo operativo de construcción se hallaba perfectamente unido al propio proceso interno del masón, por lo que el rito y el símbolo se cumplían al mismo tiempo que el edificio externo se iba levantando. El aprendiz masón, asesorado por su maestro de obras, aprendía a descubrir las aristas de la piedra bruta, de la que él mismo era símbolo vivo. Ayudándose con las herramientas propias del oficio, es decir con la escarpa, o cincel, y el mazo, desbastaba y pulía la piedra al mismo tiempo que pulía sus propias imperfecciones y condicionamientos psicológicos, que son el impedimento principal para que la piedra llegue a ser cúbica y tallada a escuadra, convirtiéndose en la parte sólida y estable que requiere todo edificio bien construido. El desarrollo de las facultades intelectuales del masón operativo se producía al aplicar a la propia construcción efectiva del edificio, la transposición simbólica de la idea trascendente. Pues la regeneración psíquica, el ordenamiento de lo mental, nace de la comprensión del Orden Superior a que el símbolo permanentemente alude, por medio de la sugerencia y la evocación que afloran al meditar sobre él. De este modo el masón descubría facultades en sí mismo, antes incluso insospechadas, y que de no ser por la propia purificación psicológica y la aplicación al rito de la memoria, nunca tendrían la oportunidad de desarrollarse.
Hemos de destacar el hecho de que este oficio de constructor era desempeñado exclusivamente por hombres. Esto es debido a que la mujer tenía sus propios ritos iniciáticos, adaptados a oficios más particularmente femeninos, y a través de los cuales llevaba a cabo su trabajo de realización interna. Estos oficios están relacionados sobre todo con el tejido, como fue el caso de las “hiladoras de seda”.
Desafortunadamente ningún ritual que se refiera a este tipo de iniciaciones femeninas parece haberse conservado hasta hoy, al menos en cuanto a Occidente se refiere, aunque se sabe, eso sí, que dichos oficios estaban vinculados al Compañerazgo, organización iniciática artesanal muy cercana a la Masonería. Se da la circunstancia de que aunque los oficios relacionados con el tejido están más vinculados a la mujer, algunos de entre ellos eran desempeñados por hombres y por mujeres conjuntamente. Esto sucedió, por ejemplo, en el arte de la tapicería durante la Edad Media occidental. Con frecuencia esos tapices, de una sugestiva y gran belleza, además de una laboriosa composición artesanal, se confeccionaban para adornar las catedrales construidas precisamente por los masones y los compañeros. Lo que hace suponer que existían talleres durante la construcción de estos edificios dedicados exclusivamente a estos trabajos y por consiguiente en estrecha relación con la propia tarea de los constructores y arquitectos. Sin embargo, los tapiceros y tapiceras, eran dirigidos en su labor por maestras tejedoras y bordadoras, que al mismo tiempo que enseñaban la técnica del oficio, también transmitían su código simbólico. Que una mujer, en este caso concreto, fuera la que dirigiera también a los hombres, nos indica claramente la preeminencia del elemento femenino en el arte del tejido. Actualmente, entre los indios guatemaltecos, todavía se sigue conservando el arte de la tejeduría, como patrimonio de su cultura, y cuyos brocados1 repiten los modelos geométricos, florales, de animales o pájaros, que desde siempre han constituido los motivos de sus ornamentos. Constituyendo dichos brocados el reflejo de una simbólica mediante la que este pueblo, descendiente de los antiguos mayas, expresa y transmite su mensaje. Precisamente son los brocados realizados por “mano de mujer” los de mayor prestigio por la belleza de su composición, confirmándose con ello lo que anteriormente decíamos acerca de la preeminencia femenina en un arte que le es propio. De todos modos hay que señalar que todo oficio desempeñado conjuntamente por hombres y por mujeres, es siempre algo excepcional, ya que en una sociedad tradicional siempre existió una clara distinción entre oficios masculinos y femeninos, los cuales están adaptados a las condiciones particulares de las naturalezas del hombre y de la mujer, que aunque una en esencia, es doble y se manifiesta como dual, y en aparente oposición, en el plano de las formas.
Los ritmos de las estaciones, los ciclos y los períodos de la luna y de las cosechas…, están tan unidos al propio organismo de la mujer, que ésta los vive de forma espontánea y natural. Ese es un rito del que participa por imperativo divino, y al cual no es menester añadirse porque ya es en ella. Esta realidad señala el modo distinto que la mujer tiene de desvelar los secretos de las cosas y de reflejar el orden del universo. De esa visión particular del mundo nacen sus oficios, caracterizados por el empleo de materiales sensibles y acordes con su naturaleza receptiva (yin).
Dicha receptividad está simbólicamente en correlación con la de la Tierra; ésta, en su quietud activa, acoge en sus entrañas la semilla, a la que fertiliza por la acción captadora de las energías del cielo, y de cuya unión nace el fruto de la cosecha. Naturalmente esta relación cielo-tierra se mantiene entre el hombre y la mujer. Esto es como decir que es a través de la unión de los complementarios como se llega a la visión sintética del Orden Universal, siendo que de esta unión, surge la vida en todos sus órdenes de realidad.
Ahora bien, dejando de lado los caminos religiosos, ya que es la Masonería una vía iniciática que en Occidente mantiene vivos sus ritos y su código simbólico, es a ella a la que la mujer hoy en día puede incorporarse en el camino del Conocimiento, sin que los símbolos masónicos que se refieren al oficio de la construcción suponga un condicionante a su realización, sino un modo nuevo de adaptación a la realidad de los tiempos. Pero sin dejar al margen el estudio y la investigación de los símbolos y ritos propios de los oficios femeninos, sabiendo de antemano que estos se reúnen en la unidad de un mismo mensaje.
El interés por hallar la analogía entre la simbólica del oficio de constructor y la simbólica de los oficios de mujer, constituiría, pues, el trabajo colectivo de una Logia femenina, rescatando así una herencia que es conforme a su naturaleza. Decimos logias femeninas, no logias mixtas, pues éstas, como advierte René Guénon, suponen una desviación de todo proceso iniciático auténtico.2
Teniendo, pues, la Masonería un origen artesanal, su simbólica está de una u otra manera vinculada a cualquier oficio tradicional, y particularmente, como hemos visto, a los relacionados con el tejido. Así lo demuestran, además, algunas leyendas masónicas relativas a los orígenes míticos de esta Orden iniciática, como más adelante veremos.
Todo ello nos lleva a pensar que es en el arte de tejer, y más particularmente en el de bordar, donde mejor puedan hacerse estas correspondencias simbólicas entre distintos oficios, basándonos en el “don de lenguas” a que se refiere la Tradición. Pues la palabra se ilumina cuando expresa la armonía del mundo, que es también su Verdad. El bordado es una representación de ello, y su locución se expresa por medio del color, de la textura del tejido y del brillo de las sedas, que son los elementos con los que el bordado configura su código y su mensaje tradicional.
II
Señalaremos que en antiguos manuscritos masónicos se habla de Noemá 3 como la primera tejedora.
Concretamente se dice que ésta inventó el arte de tejer que hasta entonces no se conocía. Por ello -dicen los manuscritos- es que a este oficio se le llama “arte de mujer”. Por otro lado, René Guénon se refiere al arte del bordado como un ejemplo de oficio exclusivamente femenino, resaltando el hecho de que estos oficios son perfectamente susceptibles de servir de soporte a una iniciación4. Todo ello nos lleva a la conclusión de que es a través del bordado, tomado como una parcela en el orden de los oficios femeninos, como pueda lograrse la síntesis que haga posible la transposición simbólica con el propio simbolismo de la Masonería.
Diremos que la Logia es un lugar protegido y “encuadrado” simbólica y ritualmente, donde se fijan los signos que hacen reconocible ese espacio sagrado.
Asimismo, una tela dispuesta para su ornamentación, es el enmarque inicial y protector al abrigo del cual se despliegan todas las formas manifestadas de la creación del bordado. Esto es, un espacio yin (receptivo o femenino), dispuesto para atraer la energía yang (activa, masculina).
Este encuadre que circunscribe el tejido es ya un espacio cualificado por la medición y la elección de la textura de la tela, en donde la bordadora traza el orden que antes ha sido diseñado en el plano de las ideas. Esta acción que lleva a cabo la bordadora es idéntica a la del maestro arquitecto, cuyos planos y diseños geométricos son la traducción simbólica de las ideas y principios universales que se plasmarán en la construcción del edificio. La tela, que en el simbolismo geométrico se corresponde con la horizontal, representa el plano donde se describen y multiplican todas las formas indefinidas de la creación. La vertical vendría dada por la aguja, símbolo del eje que comunica entre sí los distintos planos de la manifestación. De la acción de la aguja sobre la tela (yang sobre yin, la vertical sobre la horizontal) surge el relieve del bordado, es decir el resultado final de esa unión entre complementarios.
A su vez, este encuadre que circunscribe el tejido dispuesto para el bordado, guarda una perfecta analogía con el cuadro de Logia masónico, donde se trazan los signos más significativos del grado a que este cuadro corresponda. Dicho cuadro, medido a escuadra, es decir con justa proporción, simboliza el plano en donde se hará manifiesta la inteligencia creadora. El representa una síntesis de la Logia, que es asimismo una imagen del cosmos. Los cuatro lados del rectángulo del cuadro, o análogamente del tejido, están orientados según las cuatro direcciones del espacio: Este-Oeste y Norte-Sur. Es, por consiguiente, un espacio ordenado y delimitado, y este orden es además consagrado por el rito de su trazado y de su diseño, tal y como los antiguos masones operativos lo realizaban. Aquí podemos ver una correspondencia entre el trazado del cuadro de la Logia, efectuado con una tiza sobre el pavimento, y la propia aplicación de la aguja y la hebra sobre el tejido, igualmente enmarcado como hemos dicho. En ambos casos el gesto ritual es el mismo. El masón y la bordadora cumpliendo su oficio se hacen co-partícipes del “gesto” del Gran Arquitecto. Esto es, las leyes del macrocosmos adaptadas al microcosmos, que no es sino la misma cosa.
De igual modo, la parte de un bordado en nada difiere del conjunto íntegro de la obra, sino que cada una de sus divisiones la contiene por entero. “La parte contiene al Todo”, nos dice la Tradición. Así, en el camino hacia el conocimiento de uno mismo y del mundo, también es menester parcelar el terreno’ o campo’ de la conciencia, es decir “limitarlo” y “medirlo”, plasmando en él una estructura geométrica análoga a la estructura del cosmos, lo cual se lleva a cabo a través de diferentes etapas para concluir en lo que está más allá de esos mismos límites, esto es lo supra-cósmico y lo metafísico.
La fragmentación del tejido a la que está sujeta la técnica del bordado en el bastidor, define la situación concreta en el plano o dibujo, es decir, y por analogía, la propia realidad espacio- temporal de uno mismo, evitando así la dispersión de las ideas. Es por la acción reiterada de las herramientas del oficio, el hilo y la aguja sobre la tela, como el bordado va tomando relieve. O sea, que la reiteración de aquello comprendido por el símbolo, su ritualización, conduce la mente al reconocimiento de la Idea, que configura al símbolo y al rito.
Este reconocimiento inicial que efectúa la aguja y el hilo dentro del tejido enmarcado, representa el recorrido por el laberinto de la psiqué, al cual el iniciado intenta poner orden. Este orden, que es también armonía, comienza a definirse a medida que la bordadora rellena los espacios de la tela. De esto se desprende que sólo aquello que uno puede nombrar (definir) es en definitiva lo que comprende, y eso es porque en el nombre de las cosas está su propia esencia, lo que en verdad ellas son. De esta manera el bordado es bello porque en él se recrea la Belleza, el Orden y la Armonía que comprendió la bordadora, siendo por eso mismo que la obra es simbólica, pues con ella transmite esa comprensión.
Hemos anotado ya que los útiles principales del oficio de la bordadora son la aguja y el hilo. La primera tiene su manejo ascendiendo desde la tela, por el eje invisible que conecta los mundos, conexión que confirma en su descenso donde traba en un punto del relieve la unión entre el plano superior y el inferior, el cielo y la tierra. Esto es, la Idea fijada en el plano concreto de las formas. Lo que equivale a decir que la comprensión de lo supra-individual, repercute inmediatamente en lo individual. La aguja, símbolo axial, cuya función es semejante también a la de la plomada, ubica la hebra conductora en la horizontal (equivalente al nivel) configurando la cruz. De arriba (del plano de las ideas arquetípicas), descienden las energías superiores que fecundan la materia, convirtiendo en acto lo que estaba en potencia, que no habrá sino de reflejar una energía en esencia inmutable.
Nos estamos refiriendo aquí al simbolismo propio del bordado efectuado sobre bastidor, en el cual, como decimos, la aguja asciende verticalmente y desciende de igual modo. Este doble recorrido que hace la aguja, tiene su inicio en la parte inferior e interior de la tela, donde fija la hebra por medio de un nudo. Esto significa que todo proceso iniciático parte del lugar más oculto del ser. De su propio corazón. De no ser así el intelecto creador no podría renacer a la luz de su realidad. El nudo representa el enganche con la tradición y la fe intrépida, sin la cual el camino se convierte en un viaje hacia otra parte de las tinieblas, quizá mucho más oscuras y lúgubres del ser humano; son las tinieblas sin retorno a que conduce la mente desposeída del sentido sagrado de la existencia. Este primer nudo con que da inicio toda labor de bordado, equivaldría a la “piedra de fundamento” en el simbolismo constructivo. Es decir la primera piedra con que se da inicio a la obra.
La hebra queda así sujeta desde lo invisible, o sea por debajo de la tela, hasta lo visible, por encima de ella. Al descender, la aguja atraviesa el tejido, quedando nuevamente oculta, pero no así el relieve creado. En verdad, los útiles o los símbolos de toda vía iniciática son únicamente mediadores, pero nunca un fin en sí mismos, y estos dejan de ser necesarios cuando se llega a encarnar la idea que están representando, dando nacimiento a la verdadera libertad del ser, integrado conscientemente en la trama del universo. Esto sucede al ritualizar todas las acciones, es decir al participar del orden del mundo, análogo al de la Gran Obra, lo que en la simbólica del bordado está representado por el ritmo (rito) de ascenso y descenso de la aguja, recreando, por la sucesión cíclica de los puntos, la manifestación del bordado.
En la ornamentación, trabajada sin bastidor, la acción de las herramientas del oficio permiten la descripción de otros símbolos geométricos, tales como el círculo5, la espiral6, la cruz7, el triángulo8, y tantas otras como sugiera el tipo de punto con que se efectúe la labor. Esto puede ser así debido a la ductilidad de la tela no tensada por el aro o marco del bastidor. Como vemos cada tipo de punto o técnica aplicado a este oficio tiene una sugerencia particular. El arte de la bordadora consiste en tornarse hebra, revestir su alma de brillo y de color, y penetrando con la aguja la trama y la urdimbre del tejido universal ir reconociendo su propio ensamblaje con el resto de la creación. Siendo que todos los seres conforman el rico y majestuoso bordado de la existencia.
Lo que decimos no necesita mayor exposición para comprobar que este oficio es un soporte totalmente válido para la meditación. O lo que es lo mismo, una auténtica vía simbólica de acceso al Conocimiento, ya que su estructura es un perfecto diseño de la realidad del Orden Universal al que por analogía está representando.
Hemos dicho que el hilo es el conductor de la obra, lo que la encadena y al mismo tiempo la une. Significa que para que se produzca una auténtica regeneración de la mente, uno debe comprometerse firmemente con la Tradición, aplicando su capacidad intelectual en descifrar los códigos simbólicos que la representan. Estando firmemente convencido que existe un mensaje revelador de la Verdad, de la Unidad que da la vida y la ordena. Una vez admitido que este mensaje está contenido en cada símbolo, inmediatamente uno debe sentir la imperiosa necesidad de descifrarlo. Lo que exige un estado permanente de vigilia.
Este primer nivel de reconocimiento de uno mismo, se corresponde con el primer trazado de la hebra sobre la tela, ya que el bordado sin bastidor no se trabaja por partes conclusas, sino que su desarrollo se efectúa a través de diferentes etapas9 es decir, que por el plano del dibujo deben hacerse varios recorridos, tantos como colores y tipos de punto vaya a contener la obra, pasando así de la multiplicidad de todas sus formas a la unidad del conjunto del bordado. Decimos que este primer trazado encuentra su correspondencia simbólica con la iniciación masónica, durante la cual el recipiendario entra por primera vez en la Logia, y antes de recibir la Luz solicitada, efectúa un primer recorrido por el plano del Templo, tomando noción de sus proporciones y medidas que son análogas a las del cosmos. Por ello, al cruzar la “puerta estrecha” que separa el mundo profano del sagrado, el recipiendario penetra en el orden de su propio universo, el que recorre como neófito, es decir como nuevo nacido.
La segunda etapa del bordado consiste en el relleno de otros espacios del tejido, ya cualificados por el primer recorrido del hilo sobre él. La semilla que ya fue plantada ha brotado y comienza su crecimiento. El viaje hacia el centro de uno mismo aparece ya definido en su estado individual y humano, y es tiempo de ver resultados. Estos no se logran sino hay una realización efectiva, esto es, entregándose abiertamente y sin reservas a la obra. La multicolor belleza con que se expresa la manifestación, nacida de su realidad invisible, muestra su exuberancia sólo cuando se la recrea. No es sino la libre elección que uno hace a través de su inteligencia, la que permitirá que la venda caiga de sus ojos, y goce con ella.
Asimismo, este segundo viaje que realiza la aguja, reafirmada en la hebra, guarda estrecha relación con el segundo grado masónico, el de compañero. Este, que ya ha sido instruido en su etapa de aprendiz, descubierta y desbastada su piedra bruta, se encuentra ahora capacitado para efectuar su tallaje, para lo cual tiene el apoyo de las herramientas propias del oficio, diseñadas especialmente para hacer más fácil su trabajo. Este segundo nivel en el bordado se hace al amparo del primero, es decir que es gracias a una primera toma de conciencia, a un compromiso adquirido con uno mismo y con la Tradición, como se hace posible que la conciencia ascienda a otros niveles de comprensión. Simbólicamente, esto podría describirse mediante una espiral de movimiento centrípeto que encuentra su centro en el corazón mismo del ser humano, donde reside la verdadera intuición intelectual.
La plancha de trazar, la tela, que aparecía “blanca” al principio, es decir virgen, toma las formas que la artesana borda sobre ella, formas que han sido realizadas siguiendo los planos del Gran Arquitecto del Universo. La bordadora no hace sino imitar esos planos, siendo ese trabajo un viaje por la trama y la urdimbre del tejido universal. Contando y midiendo (numerando y geometrizando) en un pequeño espacio (el del bordado, en este caso), las medidas y proporciones del cosmos, el resultado habrá de ser una obra hecha conforme al Plan Divino, en la que la bordadora también está incluida.
La culminación de la obra artesanal se produce tras el último recorrido que la aguja y el hilo efectúa por la tela. Esta fase corresponde al relleno de los espacios más pequeños, aquellos más internos del “mandala” del bordado y de la existencia. Son los puntos que concluyen la obra, dándole su verdadera unidad por la complementariedad de todas sus partes, a las que el hilo, conducido por la aguja encadena y conecta con su principio; es decir, la idea de donde surgieron, la no forma. Dicho de otra manera: que todas las partes del ser individual coexisten y quedan resueltas en el Ser Universal, Principio y Fin de todas las cosas.
Es así, como ocurre en la elaboración del propio bordado, que toda vía iniciática consta de diversas etapas de realización, las cuales van señalando la paulatina integración de todos los estados del ser, ligándolos a su unidad. Esa Unidad es como el ornamento del bordado al que nada se le puede restar o añadir, y que no guarda diferencia con ninguno de sus puntos, de los cuales no es posible prescindir una vez terminada la obra, compuesta por todos los colores y matices, todas las formas y sus relieves. Por tanto, el acabado del bordado es la expresión máxima dentro de este arte, por tratarse de la recreación de la Gran Obra, la del Supremo Hacedor, en la que todos los seres están insertados como lo están los hilos del bordado.
Pero el trabajo de la bordadora no concluye al término de su obra, como tampoco la creación está acabada, sino que ésta continúa haciéndose a cada instante. El hilo, conductor de su viaje por los diferentes planos de la existencia, es el símbolo de su propia alma, y esta no puede quedar sujeta a ninguna forma o imagen determinada. Significa que la bordadora no debe identificarse con su obra, ya que de ser así coartaría su libertad y en consecuencia su propia realización, pues lo que hace a la obra “perfecta” es aquello que no está incluido en ella, ni forma parte de ningún elemento de los que la componen, pero que sin embargo es lo que le da toda su realidad. “El principio de una cosa no es ni una de sus partes entre las otras ni la totalidad de sus partes, sino aquello en que todas las partes se reducen a una unidad sin composición”10. La belleza del bordado es solamente una envoltura de la verdadera Belleza y ésta no está encadenada a la existencia relativa, sino que es la Existencia misma que trasciende toda dualidad, que es también toda ilusión y toda forma. El bordado representa uno de los velos de Maya la diosa hindú, hacedora de las formas, que es también el Arte con el que el Gran Arquitecto realiza la obra de la creación. Detrás de esos velos se halla el misterio de la vida. Por ello el verdadero trabajo de la bordadora no debe tener otra finalidad que la de ir descorriendo esos velos, con la esperanza de hallar el Conocimiento, e identificarse con la realidad que emana de él.
NOTAS:
1 El brocado es la técnica de aplicar hilos de colores durante la propia elaboración del tejido, de modo que estos hilos formen diseños sobre él.
2 Oswald Wirth a propósito de la iniciación femenina dice: Hace falta mujeres con coraje capaces de rescatar el simbolismo de la aguja.
3 Noemá, hermana de Tubalcaín, ambos hijos de Sela y de Lamec, de la descendencia de Caín (Génesis IV). Es de destacar, en este sentido, la imagen de Eva con una rueca, tal y como se ve en uno de los capiteles del claustro del monasterio de San Juan de la Peña (España).
4 Etudes sur la Franc-Maçonnerie et le Compagnonnage (tomo II, cap. “Initiatión fémenine et initiations de métier”).
5 En el punto llamado de “cadeneta” “vainica” “creta” y otros.
6 En el punto de “nudos” en el que la hebra se enrosca a la aguja como una serpiente, que es también la imagen del Arbol de la Vida, eje del mundo con la serpiente enroscándose a su alrededor. Esta geometría nos lleva de nuevo a la correspondencia con el trazado del cuadro de la Logia.
7 En el punto llamado “de marcar” o “de cruz”.
8 En el punto “rumanía”.
9 Conviene aclarar, que cuando el bordado es unicolor y trabajado a un sólo punto, las fragmentaciones de la tela ya sean en bastidor o fuera de él, son acabadas en cuanto a su porción se refiere. Esto no es así cuando la tonalidad del bordado es variada. En este caso cada color implicado en el diseño de la labor, se hace por separado.
10 Ananda Coomaraswamy, citado por René Guénon en Símbolos Fundamentales de la Ciencia Sagrada, cap. XLIII: “La piedra angular”.

La Piedra

La Piedra sin Desbastar y la Piedra Puntiaguda

 En el cuadro de uno de los Grados, pueden verse dos símbolos de los diferentes estadios alcanzados por la materia prima al inicio de los trabajos y en el momento de la conclusión. A la izquierda una Piedra negra y sin desbastar, a la derecha la misma Piedra pulida y convertida en un cubo puntiagudo.
En el cuadro de otro Grado, aparece otra imagen intermedia, la de la Piedra cúbica que examinaremos en su momento, estado intermedio entre las dos que acabamos de nombrar. En algunas Logias y en determinados Ritos Masónicos, la Piedra puntiaguda figura con un hacha insertada en su cúspide; el carácter sideral y uranio del hacha implicaba en este caso que para alcanzar esta fase de perfeccionamiento, el Masón debía recurrir a una fuerza y un poder situados por encima de él y de su personalidad común.
Así pues, el Grado de Maestro era un Grado de perfección y de apertura hacia lo Absoluto. La Piedra puntiaguda en ocasiones se representaba como una pirámide, en otras como un monolito de estilo egipcio constituido esquemáticamente por un paralelogramo coronado por una pirámide. También se le representaba sobre el plano como un cuadrado al que se le superponía un triángulo equilátero.
Al “cuaternario inferior” –síntesis de fuego, tierra, agua y aire- surgido de la unión de las cuatro escuadras de brazos iguales (el “gammadion”), representante del mundo material, se le superponía el “delta luminoso”, símbolo del mundo espiritual y de las calidades superiores, que llegó hasta la Masonería por un complicado camino que pasaba a través de la simbólica católica, la cual hizo de él “el ojo que todo lo ve”, representación del mismo Dios Padre. En ocasiones el simbolismo de un trabajo espiritual venía representado en una clave diferente, adaptado a las características de la casta a la que pretendía ejemplificar. Así pues, el símbolo artúrico de la extracción de la espada de una Piedra, entraña la separación de un principio superior representado por el mango y la guarda de la espada, de la Piedra, representada por el cuadrado de los cuatro elementos.
La Piedra puntiaguda era, finalmente, para otro sector del mundo tradicional, la representación de la Piedra Filosofal de los alquimistas, otro símbolo del máximo grado de perfección. Lo que para los constructores y Masones era la Piedra en bruto, para los alquimistas era la materia prima. En cualquiera de las dos concepciones se consideraba que el objetivo a perseguir estaba contenido en la materia a emplear. La Piedra Filosofal no estaba fuera de la materia a través de la que se alcanzaba, y la perfección de una estatura estaba ya contenida en la multiplicidad de las formas posibles residentes en el interior de un bloque de Piedra recién extraído de la cantera.
La Piedra sin desbastar y la materia prima, eran símbolos de la perfección originaria, de la misma forma que la culminación de los trabajos en la Piedra puntiaguda era interpretada también como límite de perfección; un curioso símbolo coincidente con lo que decimos es el del cono tallado y situado sobre un pedestal cúbico.
El símbolo que se le otorga es el de un principio masculino –el cono- descansando sobre la Piedra femenina; unidos así representan, como la Piedra puntiaguda, al andrógino que fue en los orígenes y que vuelve a ser en la culminación final del trabajo sobre la materia prima. La Piedra en bruto indica la situación del cosmos anterior a la Creación, es, por tanto, símbolo de caos, indiferenciación y pasividad. En ese magma entran distintos estados de la materia, no debemos reducirlo ni confundirlo con el mundo material que conocemos; en absoluto, lo que se indica con esto es que cuerpo, alma y espíritu están mezclados caóticamente, de tal forma que no puede haber inicio de los trabajos sin practicar lo que la alquimia llama “el arte de la separatoria”, es decir, la identificación y extracción de cada uno de estos elementos de los demás. No siempre se realiza, no siempre el hombre es consciente de cuál es la materia sobre la que debe trabajar –sobre sí mismo- y así se producen fenómenos interiores que reproducen perfectamente los distintos tratamientos que puede darse a la materia.
Si el artesano golpea indiscriminadamente a la piedra, sin orden ni concierto, descuidadamente, no conseguirá sino disgregarla en pequeños trozos, símbolo hermoso de una vida desperdiciada y vana; si, por el contrario, logra acometer la tarea de desbastar su piedra con cuidado y aceptando el hecho de su ignorancia y de su necesidad de aprender, es posible, que poco a poco vaya dotando a la piedra de forma: su ser se irá manifestando; tal es el símbolo. Los minerales, tal como salen de la mina están muertos, es tarea del artesano o del hermetista, revitalizarlos. Cuando el artista golpea con el Cincel la Piedra y saltan chispas debe aprender por este signo que resta aun en el mineral el principio latente del fuego gracias al cual, avivándolo, puede recuperar el estado de pureza original. Esta visión del universo probablemente chocará con el escepticismo de la ciencia para la que las nociones de vida corresponden solo al mundo orgánico y en absoluto al mineral; pero es sin embargo una visión mítica y mágica del mundo que, no solo ayuda a explicarlo, sino que además es utilizada como vehículo de realización interior.
Es muy importante entender que cuando el hermetista o el hombre tradicional hablan de la “vida de la piedra” se refieren a una vida no orgánica, aluden a su calidad, a sus vibraciones, identifican en la Piedra, en cada mineral, pero también en cada planta y en cada especie animal, en cada estrella y constelación, un aspecto de todo ello que sintoniza más perfectamente con su propia vida. El oro pasa a ser así, por una ley de correspondencias símbolo del sol, del corazón, del centro del universo, de la realización espiritual; la Piedra, lo es de los distintos estados de evolución del ser.
¡Tiempo maravilloso aquel en el que toda realidad era un símbolo y cualquier símbolo podría expresarse a través de una realidad material!

miércoles, 22 de junio de 2016

VITRIOL


Un misterio masónico develado: VITRIOL y su último solve et cuagula: La IGUALDAD
“La primera igualdad es la equidad”
Del francmasón francés y poeta Víctor Hugo.
En las antiguas iniciaciones mistéricas los profanos eran conducidos hacia “un descenso a la tierra”, a una estancia obscura de vibrante energía transformadora (cueva, lugar subterráneo, sitio profundo de un bosque, cámara secreta, cripta, etc…) donde debían permanecer por cierto tiempo meditando hasta experimentar un rencuentro purificador con ellos mismos y la matriz que dio vida a todas las especies, por ende a los seres humanos.
La revelación era simple pero contundente: el hombre deviene de la “madre tierra” que parió la naturaleza, ergo, el hombre se reencontraba con su primera experiencia iniciática que no era otra que el hecho biológico del parto, una correspondencia inequívoca a la función generadora de la tierra, la “madre” de cuyas entrañas nacía todo lo que proveía al ser humano para su vida; el nacimiento era entonces un acto profundamente filosófico que señalaba el origen del compás de la vida, de cuyo trazo devendrá la curva de la existencia, hasta la muerte trasformadora en occidente, que no era el fin, sino un regreso al origen: a oriente, a Lux Ascendens.
En la masonería el profano debe “descender al elemento tierra” a la cámara de reflexiones, un lugar fúnebre, obscuro y frio, con leyendas que inducen a la meditación de quien cursa la iniciación masónica: el despertar.
En el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, una de esas leyendas fijadas en las paredes de la cámara de reflexión corresponde a las siglas: V.I.T.R.I.O.L.
De acuerdo al Diccionario AKAL de la Francmasonería, pág. 397, la palabra: – VITRIOL – deviene de “los antiguos Rosacruces y corresponde a las siglas de: “Visita Interiorem Terrae, Rectificando Invenies Occultum Lapidem” (Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta) es decir, el Yo real o la piedra filosofal. Esta es, como dice su significado, la piedra o fundamento del amante de la Verdad, o sea, “de aquel que busca y encuentra en el amor a la Sabiduría la sabiduría del Amor”.
Los alquimistas la traducían por: “Desciende a las entrañas de la tierra y destilando encontrarás la piedra de la Obra”. En alquimia metálica, el Vitriolo era el sulfato de hierro, cobre o cinc, y el aceite de vitriolo el ácido sulfúrico.
También como – VI.T.R.I.O.L.U.M. – encontraremos este término, en donde al significado anterior se le agrega “Veram Medicinam” (la Medicina Verdadera). (Visita el interior de la tierra y rectificando encontrarás la piedra oculta, la medicina verdadera)
Estas iniciales forman un término iniciático que expresa la ley de un proceso de transformación referente al retorno del ser al núcleo más íntimo de la persona, y viene a decir: “desciende a lo más profundo de ti mismo y encuentra el núcleo indivisible sobre el cual podrás edificar otra personalidad, un hombre nuevo”.
La fórmula VITRIOL conlleva a visitar las profundidades de la tierra, lo que se traduce a la oscuridad aparente bajo la que se esconde la luz interior. El VITRIOL. aspira a un encuentro con el yo interior, que no es otra cosa que la conciencia despojada de todos los prejuicios, es decir, el conocimiento libre de traumas y prejuicios que un ser tiene de sí mismo y de su entorno, de esta manera el neófito que se inicia en la masonería es invitado a buscar en el interior de sí mismo la piedra oculta (piedra filosofal).
De acuerdo a Max Heindel, en su libro Freemasonry and Catholicism, la piedra filosofal “era el símbolo central de la terminología mística de la alquimia, que simboliza la perfección en su máxima expresión, la iluminación y la felicidad. Los esfuerzos para descubrir la piedra filosofal eran conocidos como los Opus magnum (Gran Obra).”
La fórmula alquímica-rosacrusiana VITRIOL sintetiza el proceso consciente de la “rectificación” que en términos simbológicos es la trasmutación del “plomo” interior en “oro” bajo el implícito del descenso a lo profundo de sí mismo para conocerse plenamente.
La fórmula VITRIOL puede “rectificarse” o “transmutarse” para la obtención de nuevos mensajes simbológicos.
Al “trasmutar” la formula en grupos y en orden inverso obtenemos lo siguiente:
L.O.I. “Lapidem Occultum Invenies”: La piedra oculta encontrarás.
R.T.I.V. “Rectificando Terrae Interiorem Visita”: Rectificando, visita el interior de la tierra.
Al “trasmutar” las letras en forma impar encontramos lo siguiente.
V.T.I.L. “Visita Terrae Invenies Lapidem”: Visita la tierra y descubrirás la piedra.
Al “trasmutar” la formula en orden par encontramos lo siguiente.
I.R.O. “Interiorem Rectificando Occultum”: En el interior rectificando lo oculto.
Las combinaciones anteriores conllevan a un mensaje claro: la invitación a la introspección, es decir, a la reflexión o a la meditación para evolucionar (rectificando) a partir del conocimiento de sí mismo, lo que se traduce simbólicamente a luz interior.
Para nosotros otra aplicación simbológica a partir de los diferentes sulfatos conllevaría al siguiente mensaje simbólico: el VITRIOLO puede ser azul (sulfato cúprico), blanco (sulfato de zinc), verde (sulfato de hierro) o rojo (sulfato de cobalto).
Azul: Color de la bóveda celeste, de lo superior, tradicionalmente simboliza el color del cielo, el vacío y el infinito.
Banco: Es tradicionalmente el color de la pureza, de la manifestación esencial, es el color real del sol (por dispersión atmosférica el sol toma color amarillo)
Verde: De acuerdo a diversas tradiciones es símbolo de la vegetación, de la fecundidad y generosidad de la tierra. Es también tradicionalmente el color de la esperanza y la regeneración.
Rojo: Color de la sangre, también atribuido a la pasión, el amor y el corazón, según diferentes tradiciones está asociado a la voluntad.
La logia que simboliza a el mundo, comienza sus trabajos al mediodía cuando el sol está en el cenit de la bóveda celeste, se considera simbólicamente el momento de mayor igualdad, porque al estar el sol en el cenit nada ni nadie le hace sombra a nada ni a nadie.
El mensaje simbólico sería el siguiente: Los masones con la fuerza de su voluntad trabajan en el mundo por la igualdad, al mediodía cuando nada ni nadie le hace sombra a nada ni a nadie.
Tradicionalmente la igualdad ha sido una divisa de la francmasonería, según la Enciclopedia de Filosofía de Stanford el igualitarismo es un conjunto de teorías de tipo ético y político que consideran que todos los seres humanos son iguales en valor y en estatus moral.
En un sentido ético el igualitarismo o igualdad se refiere a imparcialidad, a considerar los intereses de todos por igual. En un sentido político el igualitarismo es una doctrina que sostiene que todos los seres humanos deben ser tratados como iguales socialmente, así mismo las personas humanas son iguales en sus derechos políticos, económicos, sociales y civiles. En un sentido axiológico el igualitarismo considera que aumentar la igualdad mediante la redistribución de bienes aumenta el valor del estado del mundo.
Sin embargo de lo anterior el masón de hoy vive en un mundo desigual, gobernado por el dogma económico neoliberal que contradice la igualdad pues considera a la desigualdad como una virtud: una recompensa al esfuerzo, los ricos se convencen de que son ricos por méritos propios, sin que sus privilegios (educativos, patrimoniales, de clase) hayan tenido nada que ver. Los pobres se culpan de su fracaso, aunque no puedan hacer gran cosa por cambiar las circunstancias que determinan su existencia.
El VITRIOL profundo que los masones comienzan a trabajar al mediodía, momento de igualdad absoluta en el que nadie le hace sombra a nadie, llevará a los masones a luchar contra la desigualdad en todas sus formas, será una lucha ideológica y moral sin cuartel hasta conseguir que todas las personas vivan en armonía con los mismos derechos y obligaciones para todos los estratos sociales sin privilegiados.
En conclusión, la fórmula del VITRIOL encierra uno de los mayores secretos de la masonería especulativa o filosófica: el visitar el interior de la tierra, por medio de la rectificación y encontrar así la piedra oculta, que no es otra cosa que descubrir la luz interior, esa luz única que se logra después de la “rectificación” es decir trasformación evolutiva. El poder de los masones radica (si es que alguna vez han tenido alguno) en trasformar la sociedad y dirigirla al progreso, a partir de la trasformación del masón mismo; antes el poder trasformador de los masones se materializó en un mundo previamente gobernado por el derecho divino de los reyes, después ese poder trasformador siguió materializándose en un mundo amenazado por los totalitarismos de derecha e izquierda (Hitler, Mussolini, Franco, Pétain (Régimen de Vichy), Stalin, etc.) ahora ese poder transformador de la sociedad debe materializarse en un mundo gobernado por la economía, en el que la desigualdad es una virtud y la falta de oportunidades es una sagrada causalidad del dogma de la economía de mercado sin regulación.