Vivencia y significado de la «estrechez» de la puerta de la Logia
El diccionario de la Real Academia Española, define el término «puerta (del latín porta) como vano de forma regular abierto en pared, cerca, verja, etc., desde el suelo hasta una altura conveniente, para pode entrar o salir por él» (1689).
Es decir, actúa como elemento arquitectónico que facilita el paso entre dos aéreas separadas. Sin embargo, para los masones, tiene otro significado: la puerta, es la apertura que comunica lo sagrado y lo profano. El investigador de la masonería, Lorenzo Frau Abrines, dice que ‘puerta’ es la abertura que se hace en la pared desde el suelo, hacia la altura suficiente para que se pueda entrar y salir por ella. Sin embargo, aclara que el origen de las puertas es remotísimo. Al respecto, considera que en tiempos de los patriarcas, las puertas de las ciudades, era el sitio en donde se reunía el pueblo para tratar de todos los asuntos públicos y particulares:
En el simbolismo místico se ha concedido gran importancia y significación a las puertas, haciéndolas figurar como emblemas de la gracia y de la inteligencia, por lo que también se encuentran representadas en el trazado de algunos grados, y muy especialmente en los simbólicos (Diccionario Enciclopédico de Masonería, 1223).
El motivo de esta plancha proviene de la inquietud de un Querido Hermano —tras participar en su primera Tenida de Iniciación— quien me solicitó le explicase por qué el recipiendario o futuro iniciado debe «agacharse» en la ceremonia de iniciación al ingresar al Templo. Lo que expreso en esta Plancha, resume en parte mi aclaración:
El Libro Primero de los Reyes (Biblia de Jerusalén), hace referencia a la construcción del Templo de Salomón —al igual que la construcción de otros santuarios o templos— y se menciona el pórtico o Ulam. «El santuario medía, veinte codos de largo, veinte de ancho y veinte de alto, donde además del ‘Lugar Santo’ estaba el Sancta Santorum y delante del pórtico se divisaban dos grandes columnas de bronce» (604-605).
De acuerdo a la cosmogonía masónica, las Columnas J y B, soportan el «pórtico de la entrada», lo que en Templo de Salomón se denominaba Ulam. Es por ello que muchos investigadores de la masonería afirman que el «pórtico de la entrada» no está ni dentro ni fuera de la Logia. Le consideran un lugar de tránsito que “el masón debe atravesar viniendo de las tinieblas del mundo profano, el cual es propiamente el mundo inferior”. En otras palabras, el hombre, simbólicamente, «entra por una puerta y sale por otra»; es decir, que en ese peregrinar del tiempo y el espacio el iniciado busca salir de la oscuridad En el Cuadro o Tapiz de Logia, también están trazadas tres puertas con sus respectivas ventanas ubicadas en el Oriente, Occidente y Mediodía, representadas en la Logia por las Tres Luces. Muchos autores denominan la puerta del templo, como puerta de Occidente, pues es allí donde el Sol se oculta cada día y aparecen las tinieblas visibles en el mundo profano. Como vemos, el Templo masónico dispone de una sola puerta de la entrada ubicada al Occidente y su función es delimitar o deslindar lo profano y lo sagrado.
De acuerdo a Laban, la puerta del Templo o de la Logia debe ser simbólicamente «estrecha» y a ello obedece la razón que cuando el recipiendario en la ceremonia de iniciación, el profano debe agacharse para atravesarla no tanto como signo de «humildad» sino para «marcar la dificultad del paso del mundo profano al plano iniciático» (Los símbolos masónicos, 173).
Laban explica que «el paso de lo profano a lo sagrado se realizará atravesando una puerta estrecha, lo cual requiere del profano una cualidad que los filósofos herméticos han definido como ‘la llave de su jardín secreto’: la humildad». Otro aspecto que destaca Laban, es que el simbolismo del umbral es, pues, inseparable de la puerta. «El umbral, que para el profano evoca la idea de oscuridad, es para el futuro Iniciado el lugar de la recepción por excelencia» (Ibid.).
El maestro E. Plantagenet en Causeries initiatiques en Loge d’Ápprentis (Cit. en Laban 176), ratifica lo expuesto anteriormente: «el profano sólo puede penetrar en el Templo pasando por una ‘puerta estrecha y baja’ que no puede franquear sin agacharse». Este gesto, al decir de Plantagenet, «puede recordarle que una vez muerto a la vida profana, renace a una nueva vida a la que esa puerta baja y estrecha, es un paso obligado para el recipiendario» y es también una forma de protección, que se apoya en el Guarda Templo Interior.
Laban, refiere, por consiguiente, que el primer símbolo con el que va a encontrarse el masón es sin duda la puerta. Sin embargo, dice que la puerta no es únicamente «separación», es también “el lugar de entrada, el punto en que se puede hacer el tránsito del mundo de occidente al de oriente, del mundo tenebroso del profano al mundo de la Luz”. (174).
Escribe igualmente Laban que la puerta posee un símbolo doble: por una parte facilita el acceso y, por otra, lo impide. «De hecho cualquier símbolo es como una puerta, abierta para unos, pero cerrada para otros» (Id. 169). Es necesario tomar en cuenta que las columnas Jakin y Boaz se vinculan especialmente con la simbólica de los dos solsticios, y por tanto con las dos fases (ascendente–descendente) del ciclo anual. Estas son las puertas zodiacales de Cáncer y Capricornio, que corresponden a la entrada del verano y del invierno, es decir el descenso y el ascenso de la luz solar. Las puertas solsticiales cumplen un papel muy importante dentro del proceso iniciático, que, no debe olvidarse, reproduce exactamente las etapas del desarrollo cosmogónico.
Por último, hay que destacar la importancia del Guarda Templo Interior en Logia, quien es el encargado de cerciorarse que el templo está “a cubierto” de toda indiscreción de los profanos para que los trabajos se desarrollen con seguridad. En caso contrario, el Guarda Templo Interior puede decir que «está lloviendo» o «llueve» para indicarnos que el lugar no está «a cubierto».
Trabajos citados
Biblia de Jerusalén. Bilbao, España: Editorial Desclée de Brouwer, 1999.
Frau Abrines, Lorenzo. Diccionario Enciclopédico de Masonería. Vol. II. México D. F., México: Editorial del Valle de México, 2006.
Gallatin Mackey, Albert. Enciclopedia de la Francmasonería. Vol. II. México D. F., México: Grijalbo, 1981.
Laban, René. Los símbolos masónicos. Barcelona, España: Ediciones Obelisco, 2006
Real Academia Española. Diccionario de la Lengua Española. Madrid, España: Espasa Calpe, 2000.
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