La Leyenda del tercer grado de la masonería gira en torno a fuentes bíblicas, de ellas brotan dos personajes con el nombre de Hiram: Hiram, rey de Tiro y el hábil artesano Hiram Abí enviado desde Tiro para trabajar en el Templo de Salomón.
Hiram el rey o Hiram I de Tiro aparece por primera vez en 2 Samuel 5: 11-12, al haber enviado materiales de construcción y obreros a Jerusalén para la construcción del templo.
El relato sobre el templo, el encuentro de los dos Hiram y la petición formal del rey Salomón de Jerusalén al rey Hiram de Tiro surge desde 1 Reyes, capítulo 5 a 7, también se relata en Crónicas, capítulo 2, versículos del 2 hasta el 5.
“Yo, pues, te he enviado un hombre hábil
y entendido, Hiram-Abi (hijo de una mujer de las hijas de Dan, más su
padre fue de Tiro), el cual sabe trabajar en oro, plata, bronce y
hierro, en piedra
y en madera, en púrpura y en azul, en lino y en carmesí. Asimismo sabe
esculpir toda clase de figuras, y sacar toda forma de diseño que se le
pida, con tus hombres peritos, y con los de mi señor David tu padre.” 2 Crónicas 2:13-14. Reina-Valera.
En 1 Reyes 7:14 se establecen tres cualidades de Hiram Abif, estas son sabiduría, inteligencia y ciencia.
“hijo de una viuda de la tribu de Neftalí. Su padre, que trabajaba el bronce, era de Tiro. Hiram estaba lleno de sabiduría, inteligencia y ciencia para toda labor en bronce. Este, pues, se presentó ante el rey Salomón e hizo todas sus obras.” 1 Reyes 7:14 Reina-Valera.
Existen al menos dos versiones
generalizadas de la sublime leyenda de Hiram Abí y pese a que se ha
corrido mucha tinta sobre el tema, ni siquiera en el análisis esotérico
que hacen los célebres autores Robert Lomas y Christopher Knight en su libro The Book of Hiram: Freemasonry, Venus and the Secret Key to the Life of Jesus, como tampoco en Freemasonry in Context: History, Ritual, Controversy, Lexington Books de Arturo de Hoyos y S. Brent Morris, se examina a fondo el drama de la palabra perdida, es cierto que la leyenda sugiere su remplazo pero… ¿no todo misterio se ha descubriendo escudriñando entrelíneas?
De acuerdo a la leyenda del tercer grado de la masonería más generalizada que puede encontrarse en el Diccionario Enciclopédico de la Francmasonería de Lorenzo Frau Abrines Tomo I, página 362, o en el Diccionario Akal de la Francmasonería,
página 188; el Templo Salomónico se empezó a construir durante el
cuarto año del reinado de Salomón, 480 años después del éxodo de Egipto,
habiéndose puesto la primera piedra el segundo día del segundo mes o de
Jiar, 1.012 años antes de nuestra Era. Fue consagrado durante el
séptimo mes o de Tishrí del undécimo año del reinado, 1.004 años antes
de nuestra Era. Se habían demorado siete años y seis meses en
construirlo.
El Rey Salomón había prometido que
cuando el Templo estuviese terminado y consagrado, los Compañeros más
hábiles serían elevados de categoría e investidos con la Palabra de
Maestro o Palabra Sagrada, lo cual les permitiría viajar libremente por
el país, ganar mejor salario y ser reconocidos como Iniciados.
Hasta ese entonces, la Verdadera Palabra de Maestro o Sagrada
solo era conocida por el rey Salomón, por Hiram, rey de Tiro y por
Hiram Abí. Cada uno estaba en posesión de una letra de la Palabra y se
habían comprometido a no darla si no estaban presentes los tres. Los
demás Maestros solo la conocerían después de la consagración del Templo.
Antes de terminarse los trabajos de
construcción, doce Compañeros expertos (de categoría superior), deseando
retornar cuanto antes a sus lugares de origen porque estaban cansados
del trabajo y sabían que no habían hecho méritos
suficientes para ser ascendidos a Maestros, planearon forzar a Hiram
Abí para que les comunicara la Palabra. Sabían que éste iba a mediodía
para inspeccionar la obra mientras los demás obreros descansaban, por lo
cual, enterados de que a esa hora estaba solo, les pareció el mejor
momento para obtener su propósito.
Nueve de los Compañeros conspiradores,
arrepentidos de sus perversos planes, se abstuvieron de encontrarse con
los otros tres a la hora acordada. Según la leyenda los nombres de éstos
eran Yubelás, Yubelós y Yubelum.
Pensaron en atemorizarlo, sabiendo que mediante la coacción se obliga a
muchas personas a hacer cosas despreciables para las cuales habría sido
preferible la muerte.
Luego la leyenda narra el asesinato de
Hiram Abí, cada uno de los asesinos en momentos distintos y en lugares
del templo diferentes requirieron salvajemente de Hiram la palabra
sagrada y cada vez que éste se negaba a darla le asestaban un golpe
mortal, cada asesino lo hizo con una herramienta de construcción,
Yubelum el último de los asesinos, antes de ejecutar el golpe final
solicitó a Hiram la Palabra de Maestro, recibiendo la siguiente
respuesta: Tú pretendes un crimen y yo no puedo ser tu cómplice. La
Ignorancia te ha convertido en mi enemigo.
La leyenda relata que posteriormente el rey Salomón envió a nueve Maestros en busca del cadáver de Hiram Abí. Les ordenó estar atentos a la primera palabra que se pronunciara al descubrir el cadáver, la cual sería usada como Palabra Sustituta en reemplazo de la que se había perdido con la muerte de Hiram Abí.
La leyenda continúa diciendo que la
primera palabra pronunciada al descubrir el cadáver fue M.H.B.N. La
actual Palabra de Maestro en los rituales masónicos.
Sin embargo de lo anterior, una lectura
cuidadosa entrelíneas descubriría que la Palabra Sagrada o de Maestro
nunca estuvo perdida y en ello la aberrante futilidad del horrendo
crimen. Ahora bien, la leyenda sugiere un remplazo, pero el trabajo masónico está en descubrir la Palabra de Maestro o Sagrada que según la parábola masónica se había perdido.
En los rituales antiguos aparece la contracción de los nombres de los asesinos Yubelás, Yubelós y Yubelum como Juwes
o Yuves, puede observarse que en la descomposición de todos sus nombres
se encuentran las cuatro letras del Tetragrámaton, las letras hebreas
Yod He Vaw He que forman nombre inefable de la Deidad.
El excelente trabajo de Juan Carlos Daza con su Diccionario Akal de la Francmasonería nos da una interesante pista en la página 272, en cuanto a la consecución de la Leyenda: “El tetragrama (nombre de Dios
que apareció en el monte Obed inscrito sobre un triángulo luminoso)
está cargado de energía; su pronunciación en voz alta haría que la
tierra se conmoviera, por lo que sólo era pronunciado por el sumo
sacerdote rodeado por los que estaban preparados para oírlo, mientras el
resto de los presentes producía gran ruido para evitar que la palabra
llegase a oídos profanos o de quienes lo utilizarían para mal”.
Este nombre lo llevaba grabado Hiram Abí
en su medallón (con forma de Delta), vuelto de cara al pecho , y el día
de su asesinato, durante el intento de huida de sus agresores hacia el
Oriente se despojó de él, arrojándolo a un pozo que había hacia el
Mediodía. A su muerte tres maestros lo hallaron y se lo comunicaron a
Salomón, quien llamó a los quince Elegidos y otros doce maestros para
que le ayudasen a recuperarlo, he hizo excavar en el Templo un
subterráneo, al que se accediera bajando 24 escaleras, en tramos de
tres, cinco, siete y nueve, y al final del cual había una bóveda (a la
que llamó Bóveda Sagrada) , bajo un pedestal triangular (llamado
pedestal de la ciencia) incrustó el Delta, cubriéndolo con una piedra de
ágata de forma cuadrangular, en la que en su cara superior estaba
grabada la palabra sustituida, en la cara inferior todas las palabras
secretas y en las cuatro laterales las combinaciones cúbicas. A esta
piedra se la denominó piedra cúbica. Dispuso que este pedestal estuviera
permanentemente iluminado por tres lámparas de nueve mechas cada una, y
tras reclamarles un juramento de inviolabilidad, les contó la ley que
prohibía su pronunciación.
Les dio un anillo que les distinguiría como los veintisiete Grandes Elegidos, quienes en lo sucesivo se dedicarían a la custodia de la bóveda y conservación del Templo.”
Y otra pista podemos
encontrar en el discurso de la leyenda sobre la composición de la
Palabra Sagrada o de Maestro, cuando dice que la Palabra solo era
conocida por el rey Salomón, por Hiram, rey de Tiro y por Hiram Abí y
que cada uno de ellos estaba en posesión de una letra de la Palabra.
Sobre lo anterior debemos decir que el Tetragrámaton está compuesto por tres letras que son la Yod, la He y la Vaw.
La contracción de los nombres de los
asesinos como Juwes o Yuves no es diferente a como distintas tradiciones
teológicas o mistéricas han contraído el Tetragrámaton para hacerlo
pronunciable, así tenemos: Jewo, Jao, Jahe, Javo, Jave, Jova, Jawo,
Jahov, Jawe, JHWH, YHVH, Jehova, Jahwe, Jahweh, Jahwismus, Yahweh, Jahu,
Jaho, yahu, yawe, yehova, jehowa, ah weh (ahd.)
La futilidad del asesinato del maestro arquitecto Hiram estuvo en el acto vil y despreciable que pretendía el acceso por la fuerza
a la Palabra de Maestro o Sagrada para cuestiones banales, según la
parábola masónica a quienes tuvieran la Palabra se les permitiría viajar
libremente por el país, ganar mejor salario y ser reconocidos como
Iniciados, ¡pero que fútil fue el asesinato del Maestro Hiram!, cuando
los Juwes o Yuves, precisamente por sus vicios no habían descubierto que ellos mismos llevaban la Palabra de Maestro o Sagrada en sus propios nombres, ergo, en ellos mismos.
En cierto punto del ritual de iniciación al primer grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Venerable Maestro le pregunta al neófito que si llegare a encontrar enemigos entre los hombres y las mujeres masones
presentes estaría dispuesto a dar la mano y olvidar el pasado, momentos
después el Venerable Maestro le dice al neófito tal vez vuestro enemigo
está ahora aquí presente, ¡volveos y mirad!
El neófito lo hace y ve su propio rostro reflejado en el espejo y volvemos irremediablemente al “conócete a ti mismo y conocerás el Universo y a los Dioses” de las antiguas iniciaciones mistéricas.
En el Diccionario Akal de la Francmasonería se define el simbolismo del Espejo en la página 128: “Es símbolo de la conciencia
y de la memoria inconsciente, por lo que tradicionalmente se le
relaciona con la revelación de la verdad; muchas veces tiene un carácter
mágico, como la puerta
por la que el alma puede disociarse y pasar al otro lado (por lo que es
costumbre cubrirlos o darlos la vuelta mientras se duerme o alguien
muere). En la ceremonia de iniciación masónica el espejo cobra un
significado de conciencia y memoria. En el cuarto de reflexiones
simboliza la conciencia y el recuerdo de lo que se ha sido en vida,
sobre lo que se redacta el testamento”.
En la ceremonia, recuerda al candidato
lo que se ha sido y es, aquello que se ha de reconocer y admitir,
integrándolo en el nuevo estado de conciencia.”
Basta decir como consecuencia de todo lo
anterior que los asesinos del Maestro Hiram eran sus propios enemigos,
eran ignorantes y ciegos sobre su propio ser interior, ellos se
desconocían a sí mismos, no sabían que ellos eran Maestros en potencia,
que en sus nombres estaba escondida la Palabra Sagrada o de Maestro.
Ahora recordemos las palabras de Hiram a Yubelos, su último asesino: “Tú pretendes un crimen y yo no puedo ser tu cómplice. La Ignorancia te ha convertido en mi enemigo”.
Lo que sobrelleva una consecuencia real, quien es enemigo de sí mismo, es enemigo de toda la humanidad.
La masonería es una orden iniciática, es
decir se experimenta a través de su método psicodramático, por tanto
las impresiones que quedan después de cada experiencia iniciática son
mucho más profundas y trascendentes que el teísmo trasnochado que reina
en la masonería de corte anglosajón y nórdico con su obligación de la
creencia de la verdad revelada de Dios impuesta en 1929. Ese teísmo
devenido de la verdad revelada (Biblia, Corán o Torá) vulnera el sentido iniciático
de la masonería, porque cuando éste se ejerce no tiene límites, no hay
dogmas, es solo pura experiencia iniciática que conlleva a un
conocimiento personal devenido de esas experiencias.
En pocas palabras, la experiencia
iniciática es única, es la luz del propio iniciado que permanece en él,
que es absolutamente válido solo para él. No es la “luz” de la Biblia,
la Torá o el Corán lo que define al masón, es sí, su propia experiencia iniciática.
Lo anterior implica directamente que
cualquier trascendencia es propia personae, permanece en uno mismo, a
través del propio conocimiento, estudio, meditación o contemplación, tal
como decía el oráculo de Delfos “¡Oh! Tú que deseas sondear los arcanos
de la naturaleza, que si no hallas dentro de ti mismo aquello que
buscas, tampoco podrás hallarlo fuera. Si tú ignoras las excelencias de
tu propia casa, ¿cómo pretendes encontrar otras excelencias? En ti se
halla oculto el Tesoro de los Tesoros. ¡Oh! Hombre, conócete a ti mismo y
conocerás el Universo y a los Dioses”
No hay comentarios:
Publicar un comentario