domingo, 22 de mayo de 2016

JESUCRISTO: ¿HOMBRE, DIOS, MITO O FRANCMASÒN?

JESUCRISTO:
¿HOMBRE, DIOS, MITO O FRANCMASÒN?

OTRO NACIMIENTO VIRGEN.
Si la versión de la Iglesia acerca de los sucesos que rodearon al hombre que llamamos Jesucristo no fuera exacta en el contexto histórico, sería de esperarse la publicación de un buen número de escritos contemporáneos en conflicto con la historia oficial. Muy pronto nos dimos cuenta de que éste era el caso, ya que tanto los manuscritos de Nag Hammadi como los Rollos del Mar Muerto ofrecían una perspectiva muy distinta de la interpreta­ción que se da en el Nuevo Testamento.
Una dificultad fundamental para la Iglesia radica en el hecho de que el mito cristiano central es anterior a Jesucristo. Las caracterís­ticas generales de la historia de Cristo son tan antiguas como el hombre, desde el nacimiento virgen en alrededores humildes has­ta la muerte de sacrificio que salvó a su gente: todo ha sido escrito, una y otra vez, por figuras religiosas en muchas culturas. No es cuestión de similitudes; nos referimos a que son por completo inter­cambiables. La historia de Mitra, otro culto popular en el Imperio Romano, se acercaba tanto a la de Jesucristo, que los jerarcas de la Iglesia la identificaron como un trabajo del diablo cuyo propósito era imitarla en forma deliberada. El hecho de que el culto de Mitra existiera mucho antes de que el mesías cristiano naciera no des­concertaba a estos ingeniosos individuos; simplemente aseguraban que el diablo, un viejo zorro astuto, regresó en el tiempo para plan­tar a un hombre que desacreditaría la obvia originalidad de la histo­ria de Cristo. Las siguientes son sólo algunas de las figuras que se consideraban dioses y que son anteriores a Jesucristo:

ü  Gautama Buda: nació de la virgen Maya alrededor de 600 a.C.
ü  Dionisio: dios griego, nació de la virgen en un establo, con­vertía el agua en vino.
ü  Quirrnus: antiguo salvador romano, nació de una virgen. Attis: nació de la virgen Ñama en Frigia alrededor de 200 a.C. Indra: nació de una virgen en el Tibet alrededor de 700 a.C. Adonis: dios babilónico, nació de la virgen Ishtar.
ü  Krishna: deidad hindú, nació de la virgen Devaki alrededor de 1200 a.C.
ü  Zoroastro: nació de una virgen entre 1500 y 1200 a.C.
ü  Mitra: nació de una virgen en un establo un 25 de diciembre circa 600 a.C. Su resurrección se celebraba en Semana Santa.

PARECE QUE ATRAVÈS DE LOS SIGLOS MUCHAS MUJERES JÒVENES E INOCENTES HAN DADO A LUZ A LOS HIJOS DE LOS DIOSES.
El culto de Mitra es particularmente delicado para los cris­tianos que no aceptan la satánica teoría del viaje en el tiempo. El mitraismo es un vástago sirio del aún más antiguo culto persa de Zoroastro, que se introdujo en el Imperio Romano alrede­dor del año 67 a.C. Sus doctrinas incluían el bautismo, el alimen­to sacramental, la creencia en la inmortalidad, un dios salvador que murió y se levantó de nuevo para hacer de mediador entre el hombre y Dios, una resurrección, el juicio final y el cielo y el infierno. Es interesante que en sus ceremonias se usen velas, incienso y campanas. Sus devotos reconocían la divinidad del emperador y no tenían problemas en coexistir al lado de otros cultos, pero acabaron por ser absorbidos por los cristianos que eran mucho menos tolerantes. Como mostraremos más adelan­te, la verdadera secta de Jesús, la Iglesia de Jerusalén, carecía de la mayoría de los adornos paganos, que fueron adiciones roma­nas posteriores para crear una teología híbrida que satisficiera las necesidades del más amplio número posible de ciudadanos. Con el tiempo los romanos razonaron que si los plebeyos iban a tener sus supersticiones, ¿por qué no tener una controlada por el estado?
Si no fuera por un ligero giro del destino en los últimos años del imperio romano, ahora veríamos a las familias dirigiéndose a la misa del domingo con estampas de "Mitra te ama" en las ven­tanas de sus automóviles. Otro problema esencial es el verdade­ro nombre de Cristo. La mayoría de la gente sabe que el nombre de Jesucristo es una denominación griega posterior, pero mu­chas veces no se molestan en tratar de averiguar cuál fue el verdadero nombre de este hombre-dios El nombre con el que nació no se conoce a ciencia cierta, pero es posible que durante toda su vida se le haya conocido como Yehoshua, que quiere decir "Jehová entrega", y es equivalente en términos modernos a algo como "aquel que traerá victoria". Su forma actual sería Josué, que es el mismo nombre del hombre que, según el Anti­guo Testamento, le trajo la victoria a su gente en la batalla de Jericó, cuando se supone que las murallas de tal ciudad se de­rrumbaron por los ruidos sonoros de las trompetas. El nombre de Jesús es tan sólo una interpretación griega del nombre he­breo de Yehoshua, pero la adición del término Cristo es bastan­te más preocupante. Es una traducción griega del término judío de mesías, al que se le había dado el significado de aquel que trae la salvación mediante la redención de los pecados, pese a que el vocablo hebreo/arameo simplemente significaba una per­sona que se convertirá en el legítimo rey de los judíos. La tradi­ción judía dice que a los reyes de Israel también se les asociaba con los mesías. Para ellos la palabra quería decir el que será rey o un rey a la espera de serlo. Estos significados eran directos y prácticos: podemos estar seguros de que el concepto judío de un mesías y su reino por venir no tenía ninguna connotación sobrenatural.1
Es de sorprender que la palabra mesías sólo aparezca dos veces en la Versión Autorizada del Antiguo Testamento, y está ausente por completo en el Nuevo Testamento. Sin embargo, ya en los tiempos de Jesús era un concepto popular entre los judíos, quie­nes tenían la esperanza de que llegara el tiempo en el que se autogobernaran de nuevo, en vez de estar bajo el control de ocupadores (kittim, como los llamaban), como los sirios, los babilonios, o en particular, los romanos. Para estos judíos nacio­nalistas de los primeros siglos antes y después de Cristo, una vez que una persona legítima tomara el trono de Israel, se convertiría en rey y el título en futuro de mesías dejaría de aplicarse.
La única explicación de que la palabra mesías no se use para nada en el Nuevo Testamento es que los traductores hayan utili­zado la palabra griega christos cada vez que la palabra hebrea mesías aparecía en los textos anteriores. Con el tiempo, la pala­bra Cristo se ha vuelto un sinónimo de Jesucristo en lugar de significar cualquier otro mesías, o Cristo, aunque el término es­taba lejos de ser único, y no se limitaba a un solo individuo.
Para los gentiles que luego serían los usurpadores de las creen­cias tribales de los judíos, el uso hebreo de la palabra mesías era demasiado pasivo, ajeno y se basaba en el mundo real de las aspiraciones políticas judías; como consecuencia, en la traduc­ción griega, la palabra tomó la connotación de un misterioso culto helénico con el poder de salvar almas y redimir al mundo entero. Norman Cohén describió la situación de manera sucinta cuando dijo lo siguiente del mesías judío:
Será, a lo más, un gran líder militar y un sabio y justo gobernante, guiado por Jehová y elegido por él para gobernar a su pueblo en Judá La noción de un salvador trascendental en forma humana, tan importante en el zoroastrismo y tan central para el cristianis­mo, es por completo desconocida para la Biblia hebrea 2
El que los cristianos demanden autoridad por sus creencias del Antiguo Testamento debe ser muy irritante para los académicos judíos modernos, quienes pueden ver que su herencia ha sido utilizada para darle crédito a un culto de misterio romano que en gran parte tiene un antiguo origen persa. Este despojo de los veintidós textos judíos que constituye el fundamento del Anti­guo Testamento se extendió tan pronto como dio inicio el siglo II, cuando los cristianos buscaban referencias que apoyaran la creencia en su bisoño culto.
Los miembros de la Iglesia primitiva se consideraban a sí mismos judíos, y hasta el final del Siglo I d.C todos veían a los cristianos como una secta judía. Sin embargo, al comenzar el siglo II, la gran mayoría de los cristianos eran gentiles conversos de todo el imperio romano que ya no se consideraban a sí mis­mos judíos en absoluto. Estos saqueadores culturales casi no tenían en cuenta el contexto o la interpretación aceptada, y se sentían libres de citar a capricho los textos judíos que sus due­ños no reconocían como escritura.
El Antiguo Testamento se tradujo al griego en el Siglo III a.C, y fue conocido como la versión de los Setenta (por lo general aparece como LXX). Los cristianos le añadieron nuevos pasajes y libros enteros, y después tuvieron la osadía de acusar a los judíos de haber borrado esas secciones de sus propias escritu­ras. Esta creencia llegó a ser venerada por el pensamiento cris­tiano y dio como resultado muchos actos de vandalismo, como una ocasión en París, en 1242, cuando veinticuatro carretadas de escrituras judías fueron saqueadas de las sinagogas y luego quemadas, y veinte años más tarde, cuando el rey Jaime I de Aragón ordenó que todos los libros judíos fueran destruidos.
Algunos antiguos estudiosos cristianos sostenían que el An­tiguo Testamento era ajeno a su nueva religión, pero la mayoría leía con imaginación entre líneas para encontrar obvias referen­cias a su Salvador. Los veintidós libros de la sagrada escritura se alargaron de manera conveniente para hacer abundante el Anti­guo Testamento.
Entre los agregados por parte de escritores cristianos se in­cluyen los de Esdras, Judit,Tobías, Macabeos, Libro de la Sabidu­ría, Eclesiástico, Baruc, la Plegaria de Manases y, dentro del libro de Daniel, la Canción de los Tres Santos Niños, la historia de Susana, y Bel y el dragón.
Durante un tiempo los cristianos se conformaron con su "nuevo" Antiguo Testamento pero, conforme estudiosos más se­rios, como Orígenes de Alejandría en el siglo III, empezaron a estudiar los textos, se despertaron dudas verídicas que los hi­cieron darse cuenta de que la versión judía original era la única correcta. Se sugirió que debían destruirse todas las nuevas es­crituras de las iglesias cristianas, pero estos argumentos pronto fueron enterrados por el deseo general de los cristianos de ser la única religión con una escritura diferenciada.
Pero, en tanto la Iglesia principal se fue por la opción fácil, el debate no terminó y muchos pensadores cristianos no se con­vencieron. En el siglo IV, Cirilo de Jerusalén prohibió la lectura de estos libros extraños, incluso en privado, y hasta el siglo XVIII algunos de los principales pensadores cristianos, como San Juan Damasceno, afirmaban que los veintidós textos judíos eran los únicos componentes de la verdadera escritura
La misma gente altiva que alteró el Antiguo Testamento armó el nuevo. Para tener una visión correcta de los acontecimientos que condujeron a la creación de este relativamente instantáneo bloque de escrituras nuevas, es esencial entender algo de la vi­sión judía del mundo en este momento crucial
En la actualidad, casi toda la gente de occidente aprecia la línea divisoria entre la política y la religión, pero es un error suponer que en otros países o en otras épocas de la historia las cosas se veían de la misma manera. El Irán moderno, por ejemplo, no reconoce ninguna diferencia entre los dos aspec­tos, y los habitantes de Judea y Galilea, hace dos mil años, tildarían de loco a quien pensara que la relación con su dios era distinta en alguna forma de su lucha nacional. La política en los tiempos de Jesús era un asunto teológico serio; la estabilidad de la na­ción dependía de la opinión que Dios tuviera de su valor. Si probaban que lo merecían, los judíos tendrían su propio rey y destruirían a sus enemigos en la batalla. Por cientos de años demostraron lo contrario, por lo que Dios los había abandona­do a merced de sus enemigos; pero en cuanto los devotos judíos empezaron a vivir una vida más austera, comenzaron a esperar la llegada de un mesías que diera principio al proceso de regresar a su propio gobierno.
Aquí hay un punto fundamental que no puede pasarse por alto: en ninguna parte del Antiguo Testamento se anticipa la lle­gada de un salvador del mundo. Los judíos esperaban que sur­giera un líder que fuera un rey terrenal a la medida de David y, les guste o no a los cristianos, Jesús no era el mesías de la línea de David (el Cristo), porque no logró convertirse en el rey indis­cutible de Israel. Para los judíos de aquellos tiempos, incluyendo al mismo Jesús, no había otro significado para la palabra; no es una cuestión de fe, es un hecho histórico más allá del deba­te teológico. La Iglesia está muy bien enterada de este malentendido y puede alegar que su interpretación espiritual de la pala­bra es cierta y válida, a pesar de que los judíos la usaran de for­ma muy distinta. Sin embargo, una vez que la Iglesia admite que los usos cristiano y judío del término mesías no tienen nada en común, resulta obvio que la Iglesia no tiene derecho de usar el Antiguo Testamento como fuente de evidencia con respecto a la llegada de su Cristo Hacerlo es un cínico fraude. Hacemos hincapié en que los judíos no esperaban un dios o un salvador del mundo, sino un líder político con credenciales que se exten­dieran hasta su primer rey, David 3s
Otro problema para la corriente principal del cristianismo es la creencia de que Jesús era el hijo de un apareamiento mági­co entre Jehová y María Como hemos visto, esta unión de un dios y una mujer es un requisito ancestral para la paternidad de todos los que serían hombres-dioses en las culturas del Medio Oriente. La justificación de esta afirmación entre los cristianos se deriva del título que el mismo Jesús se asignaba: el hijo de Dios, que era un antiguo título para cualquiera que reclamara el reinado. Todos los dioses de tiempos anteriores a los faraones y en adelante han establecido su derecho de gobernar mediante su descendencia de los dioses.
Mientras investigábamos bien la compleja cuestión del pa­pel que se esperaba del mesías, dimos con un aspecto sorpren­dente y muy extraño que, hasta donde sabemos, nadie había considerado el nombre del asesino que fue liberado en lugar de Cristo durante su juicio: Barrabás Un nombre bíblico más, pen­sarán, y que parece estar rodeado de una aureola de maldad "Barrabás, el malvado asesino a quien los igualmente malvados judíos decidieron liberar en vez de nuestro Salvador" Los gritos de la multitud para crucificar al Cristo y no al criminal común es una de las piezas de evidencia con respecto a la pretendida naturaleza despiadada de los judíos que ha derivado en dos mil años de antisemitismo.
Sin embargo, sólo se requiere un conocimiento rudimenta­rio de la lengua de aquellos tiempos para entender que Barrabás no es un nombre, sino un título que significa, precisamente, hijo de Dios. Bar quiere decir hijo de y la traducción literal de Abba es padre, pero, en general, se usaba, y se sigue usando, como una referencia a El Padre, es decir, a Dios. Esto nos intrigó y confundió, pero quedamos perplejos cuando más adelante descubrimos que en los manuscritos anteriores de Mateo, en el versículo , la denominación de este hombre se usa en su forma completa: Jesús Barrabás.
Así que al individuo que fue liberado y no crucificado a pe­de la multitud se le conocía como Jesús, el hijo de Dios, y así lo registra de forma indiscutible el Evangelio. La primera parte del nombre fue borrada del Evangelio de Mateo en una fecha bastante posterior, por aquellos que buscaban que los hechos encajaran con sus creencias gentiles. Semejante selectividad es lo que hoy llamaríamos de manera eufemística economía de la verdad, pero resulta poco más que un engaño para evitar preguntas difíciles que la Iglesia no contestaría, o que, más bien, no podría contestar.
Ciertamente la trama se estaba complicando. Los Evangelios sostienen que a este otro Jesús, hijo de Dios, se le acusaba de ser un judío rebelde que había matado a dos personas durante el estallido de una insurrección. Así que Barrabás no era un criminal sino un judío fanático que se enfrentaba a una acusación similar a la presentada en contra de Jesús.

Cuando se consideran estos hechos más concretos, todas las instancias del juicio de Jesús se complican. Dos hombres e1 mismo nombre, que demandan lo mismo, y acusados prácticamente de lo mismo; ¿cómo podemos saber cuál fue liberado?. Con certeza, muchas de las sectas cristianas más antiguas creen que Jesús no murió en la cruz porque otro murió en su lugar. Hoy día, los musulmanes tienen a Jesucristo en muy alta estima  como un profeta al que se ordenó crucificar pero cuyo lugar fue tomado por otro. El simbolismo del Cristo crucificado es absolutamente esencial para la corriente principal del cristianismo, pero, aun así, muchos grupos, tanto contemporáneos del suceso como modernos, sostienen que no murió de esa manera, ¿Podrían tener razón?.
La evidencia que hallamos no pertenecía a alguno de los Evangelios Gnósticos tan disputados, sino al Nuevo Testamento,  por lo que nuestros inevitables críticos por parte de la Iglesia debieron haber tenido muchas dificultades para esconder esta verdad debajo de la alfombra. Es seguro que algunos pretenderán argumentar que no lo leyeron o que es alguna clase de error que puede justificarse mediante el proceso tradicional de ha­blar en círculos.
Libres de los requerimientos del dogma de la fe ciega, había­mos aceptado que la leyenda de Jesucristo es una amalgama de cuentos chinos sobrenaturales importados de otras religiones de misterio. Dados nuestros descubrimientos, empezamos a pre­guntarnos si incluso los detalles más generales de la vida de Jesús pudieron ser la mezcla de las historias de dos hombres, casi de la misma forma en que se cree que la historia de Robin Hood se originó en los cuentos que se narraban sobre varios nobles anglosajones que operaban fuera de la ley de los gober­nantes normandos.
¿Es que las autoridades romanas, amenazadas por el surgi­miento del nacionalismo en Judea, se habían movilizado de una vez por todas contra todos los alborotadores conocidos? Los judíos representaban una espina pequeña pero permanente para el emperador, y la difundida expectación con respecto a la llega­da de un nuevo mesías para deshacerse de los romanos estaba enardeciendo demasiado a la población local. Los sicarios, faná­ticos zelotes levantados en armas, estaban asesinando judíos que eran amigos de Roma y la población en general iba adquiriendo confianza acerca de la posibilidad de lograr la independencia Hubiera sido muy normal por parte de las autoridades romanas eliminar el problema antes de que se les saliera de las manos Sólo podríamos especular con respecto a qué pudo haber pasa­do para que se creara la extraña situación que se registra en el Nuevo Testamento.
Nuestro primer escenario era aquel en el que dos mesías competidores surgieron de las filas de dos grupos diferentes en Judea, ya que está documentado que en los siglos I y II hubo muchos que exigían el título de mesías. ¿Y si dos de estos mesías alcanzaron la cima de la popularidad al mismo tiempo? Ambos hubieran sido llamados Jesús por sus seguidores, porque es una descripción que se le da al salvador del pueblo judío, su provee­dor de victoria y futura prosperidad. Al momento de este arres­to preventivo, es posible que a una de las figuras mesiánicas se le conociera más como Jesús, rey de los judíos, y a la otra como Jesús, el hijo de Dios. Cuando se exhibió en público a estos criminales, Poncio Pilato se percató de que la situación se estaba volviendo explosiva y, temiendo un baño de sangre del cual él podría resultar una víctima, ofreció poner en libertad a uno de los dos mesías cautivos. La multitud tuvo que escoger entre su mesías real o su mesías sacerdotal, y escogieron al se­gundo.
A este escenario le llamamos la Teoría del Gato de Schródinger acerca del mesías (por el famoso experimento de lógica que demostró que en el extraño mundo de la mecánica cuántica pueden coexistir dos resultados que se excluyen mutuamente), porque es imposible afirmar si el crucificado fue o no el verda­dero Jesús de la fe cristiana. Las historias de ambos hombres están ahora tan mezcladas que las sectas cristianas que dicen que nunca lo crucificaron están en lo correcto, como tam­bién lo está la corriente principal de la Iglesia, que afirma lo contrario.
Nuestro segundo escenario se basaba en el conocimiento de que había un requisito tradicional de que hubiera dos mesías, que trabajarían mano a mano para lograr la victoria final de Jehová y Su pueblo elegido. Un mesias real de la tribu de Judá, la línea real de David, se uniría a un mesias sacerdotal de la tribu de Levi. Se esperaba esto debido a que, de acuerdo con la tradición, los sacerdotes judíos tenían que ser levitas. Esta teoría presupo­ne que en el momento del juicio se arrestó a ambos mesias y se les acusó de provocar la insurrección civil. El Jesús de la línea real de Judá fue retenido y murió en la cruz, en tanto que el Jesús de la línea sacerdotal de Levi fue liberado.
¿Quién era cuál? El Jesús nacido de María demandaba ser un mesías porque descendía de la línea real de David y se supone nació en la ciudad de David, Belén. No obstante, como puede leerse en los primeros versículos del Nuevo Testamento, esta descendencia, a través de una hilera de procreadores, se basa en la genealogía del esposo de María, José, que no era, según la creencia cristiana, el padre de Jesús. Un cruel giro de fría lógica: si era el hijo de Dios, no podía ser el mesías real.
En términos prácticos, el Jesús que nació de María no podía ser dicho mesías real, pero sí la versión sacerdotal: se sabe que su madre tenía relación con Juan el Bautista, que era levita, por lo que el mismo Jesús debe haber tenido sangre levita. Si este Jesús hubiera utilizado este argumento, quedaría claro que no fue él quien murió en la cruz.
Con el asunto del Jesús doble nos topamos con una falla obvia en la historia cristiana del mesías, pero, además de discu­tir estos escenarios como posibles soluciones, no podíamos ahon­dar más. No fue hasta que desciframos un acertijo masónico que la solución real se hizo evidente, y de ello hablaremos más adelante.

LOS PRINCIPALES GRUPOS DE JERUSALÈN
Los tres principales grupos pobladores de Judea durante el si­glo  eran los fariseos, los saduceos y los esenios. Los dos prime­ros se definen en las notas al pie de página de la Biblia Douai como sigue:
Fariseos y saduceos. Eran las dos sectas entre los judíos de los cuales los primeros eran en su mayoría notorios hipócritas; los últimos, una especie de librepensadores en materia de religión.
Para ser una pieza de información tan pequeña, es notable el grado de inexactitud.
Los saduceos eran, por derecho establecido, la burocracia sacerdotal y aristocrática de Jerusalén. Eran muy conservadores en sus opiniones religiosas, no creían en ninguna existencia más allá de la tumba y sin duda consideraban las complejas perspec­tivas y acciones de los fariseos como la obra de unos tontos supersticiosos. En la mayoría de los aspectos, dirigían al país de acuerdo con los requerimientos romanos más que con los ju­díos; eran lo que ahora llamamos traidores. Sostenían que el in­dividuo era libre para construir su propio destino y, a diferencia de los fariseos, creían que la historia tomaba su propio curso en vez de ser parte de algún plan divino. Si bien eran ricos y con una posición social alta, eran groseros, rudos y duros en extre­mo con cualquiera que rompiera la ley o interfiriera con su ad­ministración. No eran hombres de ideas o de ideales pero mante­nían al país funcionando en tanto buscaban el status quo, el cual operaba para su beneficio. Si vamos a ser justos, es proba­ble que no fueran muy distintos de las clases gobernantes en la mayoría de los países antes y después, pero llamarlos librepensa­dores en materia de religión es lo más lejano posible a la verdad.
Los fariseos, por otro lado, no eran, estrictamente hablando, sacerdotes, pero sí devotos de la Ley, que con constancia trata­ban de aplicar en cualquier aspecto de la vida. Para ayudarse en esta búsqueda de cumplimiento de la Ley, desarrollaron una tra­dición de interpretación mediante la cual todas las acciones es­taban reglamentadas con minuciosidad. Establecieron altos estándares que se convirtieron en las señales del judaísmo orto­doxo moderno, y, comparta uno sus creencias o no, eran impre­sionantemente sinceros. Por tradición, toda adoración a Jehová estaba restringida y sólo debía ocurrir en Su Divina Presencia en el Templo de Jerusalén bajo el control del sumo sacerdote, pero los fariseos crearon la oportunidad para la evolución even­tual de la estructura del rabino y la sinagoga, como una base pa­ra que los judíos de todas partes tuvieran acceso a Dios.
En la actualidad, los temores y esperanzas de los fariseos perduran en el judaísmo ortodoxo. En todo el mundo ortodoxo, durante el sabat los judíos no hacen negocios, y tampoco mane­jan un auto de motor, usan el transporte público, empujan una carreta ó la, cosen o zurcen, ven televisión, cocinan o exprimen una esponja, tocan un timbre o usan un elevador. Recientemen­te, el gerente judío de un hotel kosher en Bournemouth, centro vacacional al sur de Inglaterra, fue despedido por activar el inte­rruptor eléctrico para encender el sistema de calefacción cen­tral la mañana de un sábado. El hecho de que sus huéspedes pudieron haber muerto a causa de la hipotermia no fue excusa para esta desconsiderada desobediencia de la Ley, que se deriva del hecho de que el Tora, el libro de la ley judía, prohíbe encen­der fuegos durante el sabat.
Los esenios fueron un grupo menos comprendido hasta 1947, cuando se descubrieron los Rollos del Mar Muerto en Qumran, cerca de Jerusalén. Los pergaminos nos dicen mucho de estos extraños hombres que vivieron en un valle seco y rocoso desde alrededor de la mitad del siglo II a.C. hasta el año 68 d.C. Hay evidencia de que las cuevas fueron ocupadas más tarde por un número más pequeño de personas hasta el año 136 d.C. (el tiem­po del levantamiento final de los judíos bajo otro Jesús), pero no se sabe a ciencia cierta si estos habitantes eran esenios o no.

Que las observaciones religiosas de los esenios hicieran ver a los fariseos como hedonistas descuidados, nos da la medida del rigor de su mentalidad. Aunque hoy día muchos académi­cos aceptan que los esenios y la Iglesia primitiva tienen muchos rasgos en común, la Iglesia de Roma siempre ha negado cual­quier conexión entre los dos. Uno de los vínculos más obvios es la singular expectación apocalíptica que comparten. Ambos es­peran que su mundo existente termine de manera abrupta e inminente.
El principal factor que distingue a los esenios de los saduceos y los fariseos es que para ser esenio sólo se requiere hacer una elección adulta e individual, y no es por virtud de nacimiento. Los esenios de Qumran se pensaban los únicos custodios de las verdaderas enseñanzas de Israel y creían que a través de su fun­dador sacerdotal, conocido en los Rollos como el Maestro de la Rectitud, habían establecido una nueva alianza, la forma última y esencial de la perfecta alianza entre el pueblo de Israel y su Dios. Este arreglo estaba reservado de manera exclusiva para los miembros de la comunidad esenia, debido a su respeto infalible de cada uno de los seiscientos trece mandamientos de la Ley y su absoluta creencia en la profundidad de su propia indignidad. Como los fariseos, adoptaron la idea de dioses menores conoci­dos como ángeles.
Está más allá de toda duda que los autores de los Rollos del Mar Muerto, que ahora llamamos qumranos o comunidad qumrana, fueron esenios, y después se nos aclararía que este pueblo era el nazareno (o nasoreano) o la Iglesia original de Jerusalén. Hay mucha evidencia de que estos grupos eran en esencia uno solo y el mismo, y el argumento de la Iglesia acerca de que están separados parece ser un intento por proteger lo especial de Je­sús, cuando los Rollos del Mar Muerto cuentan una historia si­milar sin hacer referencia a él. Si ahora la Iglesia aceptara que el pueblo de Qumran era la Iglesia de Jerusalén, tendría que expli­car por qué su dios principal no era el líder de su comunidad.
Los Rollos del Mar Muerto describen a un grupo con una visión del mundo idéntica, la misma peculiar terminología y pre­cisamente las mismas creencias escatológicas que la Iglesia de Jerusalén. Expertos como el profesor Robert Eisenman han de­mostrado que el líder de los qumranos alrededor de la cuarta y quinta décadas del siglo I d.C. fue Santiago el Justo, hermano de Jesús, que la Iglesia acepta como el primer Obispo de Jerusalén. (Esto se confirmó más tarde en una conversación privada con el profesor Phillip Davies.)
¿Cómo dividía su tiempo Santiago el Justo, entre los dos grupos? ¿Tal vez en días alternados, o mañanas y tardes? Difícil­mente. La respuesta obligada es que ambos eran la misma cosa. Durante las últimas tres décadas de su existencia, la comunidad qumrana era la Iglesia de Jerusalén.
En espíritu, los esenios eran judíos ultraconservadores, pero en cierta forma eran progresistas y creativos sin medida. El vo­cabulario qumrano está presente en la literatura cristiana y los malentendidos con respecto a su significado original ayudaron a aquellos que sostendrían a dioses gentiles mediante la valiosa moneda del judaismo. El nuevo vocabulario qumrano comenzó a formar parte de la cultura teológica judía en el Siglo I d.C, cuando la literatura targúmica era un lugar común. Se trataba de la traducción de la Biblia hebrea al arameo, la lengua de los ju­díos en los tiempos del Cristo Jesús. Como los servicios se reali­zaban en hebreo, que se entendía poco, se traducían libremente de manera simultánea al arameo para beneficio de los fieles en general. Los traductores usaban términos y frases que se enten­dieran en vista de las circunstancias del momento, de tal forma que los términos qumranos incluidos en el ritual cristiano, como "vénganos tu reino","el reino del Señor","el reino de Dios" y "el reino de la Casa de David", se referían todos al mismo objetivo político. George Wesley Buchanan comenta:
Cuando se informó que Jesús dijo" Mi Reino no es de este mundo'' (Jn 18:36), no quería decir que estaba en el Cielo. En el Evangelio de Juan se divide a toda la gente en dos grupos (1) aquellos del mundo y (2) aquellos que no son del mundo Los que no son del mundo incluían a Jesús y a sus seguidores, quienes vivían en la tierra. No estaban en el cielo, pero tampoco eran paganos. Perte­necían a "la iglesia" y no a "el mundo" El mundo incluía a todos los paganos y a aquellos que se rehusaban a creer en él.5
Podemos ver que los términos usados en esos tiempos eran sim­ples afirmaciones políticas. Si seguías el movimiento de indepen­dencia, estabas en el Reino de Dios y si no, pertenecías al mundo ordinario. En Lucas 17:20-21 un fariseo le preguntó a Jesús cuándo vendría el Reino de Dios y recibió la siguiente respuesta:
El reino de Dios no vendrá con advertencia, ni dirán: "Helo aquí, o helo allí"; porque he aquí el reino de Dios está entre vosotros.
Los términos "el reino del cielo' y "el reino de Dios" tenían un significado simple y claro para quienes los usaron en un inicio, pero, al ser adoptados y utilizados por los cristianos gentiles, sus nuevos dueños pensaban con cariño en un paraíso al que la gente buena se iba una vez que sus vidas terminaban, y en el que era posible reunirse en un éxtasis sin tiempo con los seres amados perdidos. Todo esto está muy lejos de ser lo que cual­quier Jesús (es decir, cualquier traedor de victoria) haya enseña­do en el siglo I. La palabra aramea que se tradujo al griego como reino se ha malentendido en este contexto, ya que también sig­nifica gobierno o mandato, y cuando se considera el uso com­pleto del término, éste quiere decir que la tierra de Israel sea gobernada de acuerdo con la ley mosaica. En efecto, cuando Jesús y sus contemporáneos se referían a la venida del reino del cielo, tan sólo querían decir: "cuando muy pronto llegue el tiem­po en que saquemos de Judea a los ocupadores extranjeros y a sus títeres, y establezcamos algunos acatamientos de la línea dura de las reglas judías". Entre ellos, los más religiosos pensaban que sus problemas eran resultado de que Jehová los había abando­nado debido a que vivían en el pecado por no acatar la ley de Moisés con la suficiente fuerza. El único remedio para todos los problemas que los asolaban eran la pureza y la rectitud; tenían que seguir la ley de Dios al pie de la letra.

LA SÒLIDA EVIDENCIA DE LOS ROLLOS DEL MAR MUERTO.
Como hemos mostrado, los vínculos entre los términos utiliza­dos en el Nuevo Testamento y en los Rollos del Mar Muerto son obvios, pero desde sus orígenes la Iglesia Católica ha tratado de aminorar su importancia. La interpretación de los pergaminos fue dirigida por un grupo católico del que formaron parte los sacer­dotes de Vaux, Milik, Skehan, Puech y Benoit. Otras figuras inde­pendientes involucradas se quejaron en aquel momento de que no se les daba acceso abierto a muchos de los pergaminos, y tanto John Allegro como Edmund Wilson declararon que había una política deliberada para distanciar a la comunidad qumran de los inicios del cristianismo, a pesar de la creciente evidencia de que tenían algo en común.6
El padre de Voux declaró con firmeza que los qumranos di­ferían por completo de los primeros cristianos; también obser­vó que, debido a que Juan el Bautista estaba tan cerca de las enseñanzas de dicha comunidad, no podía considerársele cris­tiano sino tan sólo un precursor del cristianismo. Como está claro en el Nuevo Testamento que Juan el Bautista fue funda­mental en el establecimiento del ministerio de Jesús, es difícil ignorar semejante conexión. De Vaux ignoró también el hecho de que ambos grupos utilizaban el bautismo, compartían sus posesiones en comunidad, tenían un consejo de doce persona­lidades líderes y estaban interesados en las figuras mesiánicas y la inminente llegada del reino de Dios. El 16 de septiembre de 1956, John Allegro le escribió al padre de Vaux diciéndole:
... usted es incapaz de tratar el cristianismo bajo una luz más obje­tiva. .. Persiste en hablar alegremente de los que los primeros ju­díos-cristianos pensaban en Jerusalén, y nadie adivinaría que su única evidencia real, si se le puede llamar así, es el Nuevo Testa­mento.7
El padre de Vaux y su equipo no pudieron evitar examinar los nuevos pergaminos bajo la luz de sus creencias ya existentes y, de manera consciente o inconsciente, cambiaron los hechos para demostrar que los qumranos y los nazarenos de la Iglesia de Jerusalén no estaban relacionados.
Esa excusa se acabó.
A nosotros nos parece incuestionable que el hombre que fue Jesucristo fue una figura líder de Qumran durante los años cruciales de la tercera y cuarta décadas del siglo I. En aquellos tiempos los miembros de la comunidad eran pocos, tal vez no más de doscientas personas, y quizá había poco más de cuatro mil esenios en total. Era un grupo de gente con mentalidades similares que veían la salvación inminente de sus problemas mediante la santidad y, aunque no eran sacerdotes por herencia, llevaban una vida monástica. Esto implicaba una sociedad en extremo jerárquica, del Guardián o el Gran Maestro hacia abajo, hasta seres tan inferiores como los hombres casados o, aun peor, las mujeres, especialmente aquellas que menstruaban. Las muje­res que se encontraban en ese momento de su ciclo corporal debían retirarse de todo contacto con los hombres, incluyendo el contacto visual. La reproducción era una necesidad desafor­tunada de la vida, pero que aquellos que elegían entregarse a los placeres de la carne, debían pasar por un proceso considerable de purificación antes de regresar a la comunidad.
Había varios niveles de membresía, desde un amplio grupo externo hasta uno interno santo. La iniciación a los más altos escalones requería de votos de secreto bajo amenaza de terri­bles castigos si se revelaban los secretos de su hermandad al mundo exterior. Esto parece similar a la práctica masónica, pero una de las diferencias es que los qumranos no consideraban tales amenazas como señales o pruebas; para ellos, eran literales.
El pueblo de Qumran nos interesó mucho: usaban batas blan­cas, hacían votos de pobreza, juraban guardar el secreto bajo amenaza, de terribles castigos y afirmaban que poseían conoci­mientos secretos. Estábamos reconstruyendo la imagen de un grupo judío revolucionario que pudo haber incluido a Jesús, y que fue fundamental en la revuelta judía que con el tiempo con­dujo una vez más a la destrucción de Jerusalén y su templo.

Habíamos establecido, más allá de toda duda razonable, que los templarios excavaron las ruinas del Templo de Herodes, y cual­quier cosa que hayan encontrado debe haber sido escondido entre los primeros años del siglo I, cuando el templo estaba en sus primeros años de construcción, y el año 70 d.C, cuando fue destruido. Esto significaba un periodo no mayor de setenta años durante el cual pudo haberse escondido el material. El Rollo de Cobre —llamado así por estar en efecto grabado en hojas de cobre—, encontrado en Qumran (véase figura 17), habla de cómo los qumranos escondieron sus secretos y escrituras bajo el templo poco antes del año 70 d.C, por lo que no tuvimos la necesidad de especular sobre los dueños de los pergaminos que los templarios encontraron. Y, si estábamos en lo correcto, y la comunidad qumrana y la Iglesia de Jerusalén eran una sola y la misma cosa, resulta claro que los templarios poseían los docu­mentos cristianos más puros posibles, mucho más importantes que los Evangelios Sinópticos.
Por mucho, el vínculo más importante entre los esenios qumranos, los Caballeros Templarios y la francmasonería es el hecho de que los tres se centran en la reconstrucción física y mística del Templo del Rey Salomón. Es improbable que se trate de una coincidencia y no podría ser una asociación fraudulenta en lo que respecta a la francmasonería, ya que la Gran Logia de Inglaterra y sus enseñanzas acerca de la construcción de un tem­plo espiritual son anteriores al descubrimiento de los Rollos del Mar Muerto por más de doscientos años.
Cuando estudiamos el cristianismo gnóstico encontramos que había un vínculo entre éste, el Nuevo Testamento y la francmasonería, en cuanto a que los tres hacían referencia a pie­dras angulares. Encontramos las mismas referencias en los tex­tos de Qumran. Eisenman y Wise comentan al respecto entre otras observaciones acerca de vínculos entre los pergaminos y el cristianismo:
Los lectores que estén familiarizados con el Nuevo Testamento reconocerán aquí los términos comunidad y templo como alusio­nes básicamente paralelas, ya que Jesús está representado como el Templo en los Evangelios, y en Pablo, la Regla de la Comunidad, usando imaginería del espiritualizado templo paralelo en VIII 5-6 y ix 6, describe al Consejo de la comunidad qumrana como el "San­to de Santos para Aarón y un Templo para Israel". Esta imaginería, como veremos, estaba difundida en Qumran, incluyendo las alu­siones paralelas al sacrificio, la agradable fragancia, la Piedra Angu­lar y la Fundación que conlleva.8
El uso de la idea de fundación fue algo que también nos llamó la atención.

LA FAMILIA DE JESÙS.
Un elemento significativo que la Iglesia se niega a discutir es la evidencia de que Jesús tenía hermanos, y es probable que también hermanas En una amplia variedad de documentos de los siglos I y II, incluso en el mismo Nuevo Testamento, se encuentren referencias a dichos hermanos de Jesús. Tener hermanos es normal, pero, cuando se supone que eres el hijo de Dios, surge una pregunta: ¿quién es el padre de los demás? Por fortuna, hay evidencia que indica que Jesús era el mayor, por lo que su naci­miento de una virgen no se descarta al instante. Esta cuestión de los hermanos se reconoció hace mucho, y se han expuesto tres principales teorías para explicar la situación.
Los debates iniciales sobre el cristianismo llevaban el nom­bre de su teólogo líder. La visión de Helvidio acepta que en efec­to existieron hermanos de Cristo; el argumento de Epifanio pro­pone que se trataba hijos de José de un matrimonio anterior; y la desesperada explicación de Jerónimo es que el término her­mano en realidad quería decir primo. A pesar de que la Biblia se refiere con claridad a los hermanos de Jesús en varias ocasiones, en notas al margen, la Biblia Católica Romana Douai indica sin lugar a dudas su opción preferida:
.. Helvidio y otros herejes, de la manera más impía, sugieren que la bendecida Virgen María tuvo otros hijos además de Cristo.
Lo anterior contradice a Mateo 13:55-56,quien asegura:
¿No es éste el hijo del carpintero? ¿No se llama su madre María, y sus hermanos, Santiago, José, Simón y Judas? ¿No están todas sus hermanas con nosotros?
La respuesta de los editores de la Biblia Douai es creativa, ya que no convincente para el lector crítico:
Éstos eran los hijos de María la hermana de nuestra Señora Ben­decida y, por lo tanto, de acuerdo con el estilo usado en las escri­turas, se les llamaba hermanos, es decir, parientes cercanos de nuestro Salvador
Si hubiera un fragmento de verdad en esta extraña explicación, tendría que observarse que no era muy imaginativo por parte de los abuelos maternos de Jesús tener dos hijas y poner a am­bas el nombre de María. Sin embargo, ahora se acepta de manera casi universal que Jesús tenía hermanos y hermanas. Su herma­no menor, Ya'acov (Jacob, en inglés o Santiago en las versiones griegas de la Biblia) lo sobrevivió durante al menos treinta años y, como mostraremos más adelante, fue responsable de preser­var sus verdaderas enseñanzas para que por fin pudieran triun­far contra todo.

EL NACIMIENTO DE UNA NUEVA RELIGIÒN
Ahora conocíamos la gran diferencia entre la Iglesia original de Jerusalén y la organización posterior que les robó las ropas después de que se les exterminara en la guerra con los romanos. Al examinar los escritos de quienes la Iglesia Romana llama "los padres de la primera Iglesia" y posteriores líderes de la Igle­sia, titubeamos ante la confusión, los malentendidos y el embro­llado pensamiento que han existido a lo largo de los años. También nos topamos con algunas muestras de una sorprendente honestidad; se registra que el Papa Leo X (el mismo que llamó al Rey Enrique VIII el defensor de la fe) dijo:
Nos ha servido bien, este mito de Cristo
Desde la caída de Jerusalén en el año 70 d.C, la fe llamada cris­tianismo empezó a distanciarse de sus orígenes judíos y pronto el recuerdo del héroe conocido como Josué se perdió en mitos y leyendas ajenos. Se fueron apilando viejas historias paganas sobre la historia del hombre que intentó ser el rey salvador de su gente. De Roma se contó de nuevo la leyenda de Rómulo y Remo, con dos nuevos dioses menores, los grandes santos Pe­dro y Pablo. La fecha de nacimiento del dios Sol era el 25 de diciembre y se pensó que también sería adecuada para el naci­miento de Jesús, ya que así podría celebrarse a ambos el mismo día. El sabat se cambió del sábado al día del dios sol, el domingo, y el símbolo del sol encontró su lugar detrás de las cabezas de los divinos y los santos en la forma de halo.
Para los ciudadanos del Imperio Romano, la nueva religión les resultó familiar y a la vez reafirmante: quizá no les iba muy bien en esta vida, pero obtendrían algo mejor en la próxima. Igual que la mayoría de la gente a lo largo de la historia, no usaban mucho la lógica, preferían disfrutar la emoción que todo les producía, le pedían ayuda a su Dios (ahora sólo uno) cuando la necesitaban y le oraban cuando las cosas iban bien El cristianismo se volvió un culto de rituales más que de ideas, y la teología pasó a segundo término ante el control político
El Imperio Romano había sido una fuente política de gran éxito, pero, a pesar de sus despiadados métodos para mantener el poder, éste no podía ser permanente Empezó a derrumbarse como fuerza cultural pero se dio cuenta de que controlar las mentes de la gente era mucho más eficaz que sólo controlar sus cuerpos. El cristianismo dio a Roma el mecanismo para estable­cer un poder político sin paralelo, basado en ofrecer a las masas poco sofisticadas una mejor vida después de la muerte, si se­guían los ordenamientos de la Iglesia .Thomas Bobees, filósofo y pensador político del Siglo xvII, expresó la situación con claridad:
El papado no es otra cosa que el fantasma del difunto Imperio Roma­no, sentado con su corona sobre su tumba desde entonces 9
Es probable que el acontecimiento más importante en la crea­ción de lo que ahora llamamos la Iglesia haya tenido lugar en Turquía el 20 de mayo del año 325 d C. Se trata del Consejo de Nicea, resultado de la decisión del Emperador Constantino de tomar de una vez por todas el control de su fragmentado impe­rio. En ese tiempo Constantino era en extremo impopular y el descontento estaba en su apogeo, la idea que se le ocurrió para resolver sus problemas fue una verdadera genialidad. Era lo sufi­cientemente realista como para aceptar que Roma ya no era el poder que había sido y, si bien no podía asegurar su posición mediante la fuerza o la recompensa financiera, sí podía influir en su pueblo si se introducía en las creencias espirituales que al parecer dividían las lealtades de sus súbditos. El imperio entero se había convertido en una mezcla de cultos, y algunos de ellos, como el cristianismo, estaban presentes de diversas y variadas formas. En el transcurso de muchas generaciones casi todas las religiones orientales encontraron el camino hacia Roma y habían sido asimiladas y transformadas para satisfacer los gustos locales Tan minucioso fue el proceso de romanización que pocos de los fundadores de los cultos originales hubieran reconocido su propia fe conforme se fusionaban una con otra hasta volverse sumamente intercambiables una verdadera mez­cla En este periodo de cambio, aquellos que se hacían llamar cristianos reñían entre sí a causa de las muchas diferencias fun­damentales en cuanto a sus creencias
A pesar de su papel como legitimador del cristianismo Constantino fue seguidor del culto al dios del Sol Invictus, hasta el momento en que se encontró en su lecho de muerte, cuando por fin aceptó ser bautizado, por si acaso los cristianos habían estado en lo correcto todo el tiempo Una póliza de seguro bas­tante sensata y barata, para la vida en el más allá.
Cuando el emperador se involucró por primera vez con los cristianos, su población era bastante significativa uno de cada diez ciudadanos aseguraba ser seguidor de este grupo que se había separado de los judíos. Se encargó de arreglar las disputas entre las diferentes facciones cristianas, las cuales se acusaban mutuamente de falsedades, y debe de haberse percatado de que esta religión emergía como una fuerza dominante
Constantino se ganó el título que la historia le conferiría "Constantino El Grande" Urdió su plan y lo ejecutó de manera inmaculada Por ese entonces había dos emperadores Constan­tino, quien gobernaba el oeste y Licinio, el este, y cuando el primero propuso a su contraparte que los monoteístas ya no debían ser perseguidos, Licinio accedió de inmediato Como de cualquier manera las persecuciones no habían terminado, Licinio ha de haberse preguntado por qué de pronto Constantino se interesaba tanto en el bienestar de cultos aceptados, como el cristianismo. Pudo averiguarlo poco después, cuando Cons­tantino lo acusó de no cumplir con el acuerdo y lo mandó eje­cutar con el pretexto de la protección de las libertades religio­sas de sus ciudadanos. Constantino se convirtió de inmediato en el único emperador con el apoyo total del creciente e influ­yente culto a Cristo. Ésta fue una excelente vía para mantener el orden y desarrollar la cohesión, y Constantino seguro pensó que este asunto merecía desarrollarse aún más. Existían dos obstá­culos para esta estrategia en primer lugar, aun había muchas religiones activas en general y, en particular, dentro de las fuer­zas armadas, en segundo lugar, los cristianos mismos se encontraban en tal grado de desacuerdo, que parecían correr el peli­gro de dividirse en distintas creencias La solución de Constantino fue admirablemente brillante.
A pesar de ser un devoto de la religión del Sol Invictus, Constantino organizó el primer consejo internacional de cris­tianos para establecer, de una vez por todas, un punto de vista único y oficial en lo concerniente al culto cristiano y a su profe­ta judío, el Cristo Jesús. Logró reunir a líderes eclesiásticos de todas partes del mundo antiguo, incluyendo España, Francia, Egipto, Persia, Siria, Armenia y la propia Tierra Santa. Debido a que los cristianos eran por mucho la secta más ruidosa, este consejo efectuado en Nicea (Iznik en la actualidad) en Turquía, llegó a ser un parlamento de facto del nuevo Imperio unido. El suceso se organizó con un toque magistral: Constantino estaba sentado al centro con los obispos a su alrededor, de manera que su autoridad se imponía en todas las discusiones. Así el empera­dor se impuso como el Cristo del momento, con la atención de sus discípulos y, como sostuviera después la leyenda, también estuvo presente el poder del Espíritu Santo, actuando por con­ducto del hombre que sería el fundador de la Iglesia. A Constantino le interesaban sobre todo dos cosas: el Dios de los cristianos, a quien consideraba una manifestación de su rey Sol existente, y la figura de Jesucristo, a quien consideraba un mesías judío, de la misma forma que se veía a sí mismo como el mesías de su imperio. Pensaba que Jesús era un personaje guerrero y sagrado como él, quien luchó por establecer la ley de Dios; pero el rey judío fracasó y con él esto no sucedería.
Desde el tiempo de Constantino, los cristianos lo han consi­derado el gran líder de la fe que derrotó a los herejes. Muy pronto se contó una historia sobre su conversión al cristianis­mo cuando, en la Batalla del Puente de Milvian, el emperador siguió las instrucciones recibidas en un sueño profético y man­dó pintar el símbolo del verdadero dios en los escudos de su ejército Con base en el subsecuente vínculo de Constantino con los cristianos, se supuso que serían las sagradas palabras griegas chi y rbo, las primeras dos letras de la palabra christos. Pero, dado que Constantino nunca se convirtió en cristiano, la imagen en esos escudos debió haber sido con certeza el sol abrasador de su verdadero dios, Sol Invictus No existen registros de esa época que describan este símbolo pero, como el emperador había sido admitido recientemente como miembro del culto a dicho dios y fue su sumo sacerdote el resto de su vida, parece improbable que haya utilizado otro tipo de imagen.
El resultado de este consejo fue el Credo Niceano, que bus­caba reconciliar las diferencias entre varias facciones cristianas y evitar los abismos doctrinales que podrían dividir la Iglesia oriental por completo. Los reglamentos que surgieron continúan siendo la base de la mayoría de los reglamentos de la Iglesia de hoy, y cubren un gran número de detalles, como cuándo debían ponerse de pie o sentarse las congregaciones durante los servi­cios. Sin embargo, la cuestión esencial era el problema de si Cristo era hombre o dios, y, de haber sido dios, cuál era la naturaleza precisa de su divinidad.
Los miembros del consejo tenían frente a ellos una gran ta­rea que debió haberles hecho nudo los pensamientos teológicos. Encontrar una solución lógica era en exceso difícil: si había un solo Dios, ¿cómo pudo Jesús ser un dios sin ser aquel Dios? Y, si fue concebido por María, se deduciría que tendría que haber habido un tiempo en el que Dios todavía no nacía, por lo que debe haber una deidad mayor, la cual no está separada por com­pleto. La mente gentil de Constantino racionalizó esto explican­do la relación entre Dios el padre y un Dios el hijo. Ésta nos parece una conclusión bastante pobre porque nadie cree que ellos y su propio padre sean manifestaciones diferentes de la misma entidad; si fuera así entonces sólo habría un humano ya que todos pertenecemos a una línea de padres e hijos casi infi­nita. La conclusión ineludible es que el cristianismo no es una religión monoteísta en absoluto; sólo se diluye al mantener su pensamiento sumamente embrollado.
Los miembros del Consejo Niceano también se plantearon esta extraña pregunta: "Tuvo que haber un Dios Padre antes de que construyera el mundo, pero ¿qué pudo haber estado ha­ciendo mientras estaba solo?' No hubo respuesta alguna, pero un siglo después San Agustín de Hipona sugirió de manera pre­cisa que "Dios había pasado ese tiempo ¡construyendo un in­fierno especial para aquellos que hacían tales preguntas!".
Arrio, un sacerdote de Alejandría, fue el máximo exponente del grupo que no creía que Jesucristo fuera Dios; su argumento se basaba en que no podía serlo porque era un hombre. Dios era Dios, y era una blasfemia pensar que Jesús era divino por natura­leza; sólo pudo llegar a serlo por medio de sus acciones. Arrio fue un teólogo astuto en extremo y desarrolló una sorprenden­te cantidad de argumentos basados en las escrituras para apoyar su tesis de que Cristo era un hombre, igual que los miembros del consejo. Su oponente fue otro alejandrino llamado Atanasio, quien afirmaba que el Padre y el Hijo eran (paradójicamente) de una misma sustancia. Las opiniones relativas a la divinidad de Jesu­cristo estaban divididas y tuvieron que ponerse a votación. Arrio perdió, y el castigo que pagó por perder fue que su nombre se despreciara como un sinónimo de maldad bajo la designa­ción de la Herejía Arriana.
La herejía era una acusación que los grupos cristianos se lanzaban entre sí con facilidad aunque de manera imprecisa, pero después de que Constantino asumió el control, su signifi­cado se hizo tan claro como el cristal. En esencia, la verdad sólo sería lo que el emperador decía que era; el resto era herejía, el trabajo del diablo. Muchas escrituras quedaron fuera de la ley, y la aplicación de la etiqueta gnóstica, las apartaba con eficacia del credo del cristianismo, hoy día estrechamente definido.
Es interesante que uno de los documentos más importantes que no pudo salir del Consejo de Nicea fuera la Donación de Constantino, la cual se descubrió en el siglo XVIII y que pretendía ser las instrucciones de Constantino de que la Iglesia de Roma debía tener autoridad absoluta en asuntos seculares porque San Pedro, el sucesor de Jesús como líder de la Iglesia, le había otorgado dicha autoridad al obispo de Roma. En la actua­lidad se sabe en todo el mundo que se trataba de una mala falsi­ficación, a pesar de lo cual la Iglesia Católica Romana aún se aferra a los derechos que el dudoso documento le confiere. En este sentido también podríamos mencionar que la afirma­ción de que Pedro le dio al Papa las llaves del Cielo es otra falsedad deliberada con la intención de sostener las demandas de la Iglesia romana. Está claro por los Hechos de los Apóstoles y las Cartas de Pablo, que Santiago, hermano menor de Jesús, asumió el papel de liderazgo de la Iglesia de Jerusalén. También es interesante notar que, según Eusebio, el Padre de la Iglesia, los primeros diez obispos de la Iglesia de Jerusalén eran todos judíos circuncisos, seguían las leyes alimenticias judías, usaban la liturgia judía para sus oraciones diarias y sólo reconocían los sabats y festivales judíos, incluido el Día de Expiación. Esta últi­ma observación demuestra con claridad que no consideraban la muerte de Jesús como el perdón de sus pecados.
Por sobre todos los demás, Constantino hizo un espléndido trabajo para usurpar la teología judía. Aunque en efecto fue el arquitecto de la Iglesia, nunca se convirtió pero su madre, la emperatriz Helena, sí lo hizo. Helena quería que todos los sitios sagrados fueran identificados y marcados adecuadamente con una iglesia u otro templo, por lo que mandó equipos de investi­gadores que tenían instrucciones de no regresar hasta que hu­bieran descubierto cada lugar y artefacto santo, desde la zarza ardiente de Moisés hasta la misma Cruz Auténtica.
Como era debido, en Jerusalén, bajo el templo de Júpiter, se encontró la tumba de Cristo y a poca distancia se identificó el sitio de la crucifixión. Se localizó y marcó con una estrella el lugar exacto en el que María Magdalena estaba cuando escuchó las buenas noticias de la resurrección; todo esto trescientos años después de los acontecimientos y doscientos cincuenta años des­pués de que los romanos destruyeron la ciudad. Por una coinci­dencia milagrosa, fue la misma Helena la que se tropezó con la Cruz Auténtica, incluso con la placa de Poncio Pilato, inscrita con las palabras "Rey de los judíos".
La emperatriz fundó iglesias en el Monte de los Olivos, mar­cando el sitio en el que Cristo ascendió al Cielo, y en el supuesto lugar de su nacimiento en Belén. No podemos evitar pensar que Helena halló lo que quería encontrar. Uno de los sitios identifica­dos fue el lugar exacto donde Dios habló con Moisés desde la zarza ardiente encima del Monte Horeb en el desierto del Sinaí, donde en la actualidad se ubica el monasterio de Santa Catalina.
Una vez que la familia imperial se percató del valor práctico del cristianismo, con seguridad se lanzó a celebrar las leyendas del nuevo culto.

VERDAD ENTRE LAS HEREJÌAS.
La primera Iglesia Romana se dio a la tarea de destruir todo lo que no satisficiera los requisitos del dogma. La verdad no importaba; lo que la Iglesia quería que fuera verdad, lo era, y todo lo que lo contradijera era desechado. Hasta hace poco no se sabía casi nada acerca de Cristo Jesús, además de la escasa informa­ción que se da en el Nuevo Testamento. Es extraño cómo un hombre que es la base de la principal religión del mundo occi­dental pudo haber dejado tan pocos rastros En ocasiones es posible probar la existencia de una figura histórica por las cosas negativas que sus enemigos dicen de ella y, sin embargo, no se men­ciona a Jesús en fuentes como las escrituras de Josefo, el historia­dor de los judíos del siglo I, aparte, claro, de un texto recién descubierto conocido como el Josefo Eslavo, al cual regresare­mos más adelante La casi total ausencia de referencias a Jesús se debe a los cuchillos de los censores, pero por fortuna no tuvieron un éxito completo, como lo demostrara el Josefo Eslavo, escondido por mucho tiempo
La Iglesia romanizada destruyó toda evidencia que retratara a su salvador como un mortal más que como un dios. En uno de los más grandes actos de vandalismo, los cristianos quemaron la biblioteca de Alejandría en Egipto porque contenía demasia­da información acerca de la verdadera Iglesia de Jerusalén. Al hacerlo destruyeron la colección de textos antiguos más formi­dable que el mundo haya visto. Por suerte, al final, su tarea resultó imposible ya que no podían eliminar todos los rastros de evidencia De aquí, las revelaciones de los Evangelios Gnósticos y los notables Rollos del Mar Muerto Es más, los es­critos de los padres fundadores de la Iglesia oficial dicen mu­cho, sin que sea su intención, sobre la gente y los pensamientos que intentaban destruir Además, las obras de los primeros pen­sadores cristianos escaparon algunas veces de los censores porque se creía que eran inofensivas, aunque, de hecho, sus pa­labras pueden decirnos bastante
Una de estas piezas informativas salió de la pluma de Cle­mente de Alejandría, prominente pensador cristiano del siglo II. Se le consideraba bastante gnóstico en cuanto a su perspectiva pero, por lo general, no se destruía su trabajo por considerarlo aceptable. Pudo salvarse una carta que le escribiera a un desco­nocido con el nombre de Teodoro, en la que dice:

......Hiciste bien en acallar las indecibles enseñanzas de los carpocrasianos. ya que son las estrellas errantes a las que se refieren las profecías y vagan desde el sendero estrecho de los mandamien­tos hasta el abismo insondable de los pecados carnales y corpora­les. Porque, enorgulleciéndose de su conocimiento, como dicen, de las profundidades de Satanás, no saben que se están condenan­do a sí mismos al otro mundo de la oscuridad de la falsedad y, alardeando acerca de su libertad, se han convertido en esclavos de deseos serviles. Estas (personas) habrán de oponerse por com­pleto y de todas maneras. Porque, incluso si dijeran alguna verdad, aquel que ama la verdad no debe, aun así, estar de acuerdo con ellos. Porque no todo lo verdadero [cosas] es la verdad, ni debería preferirse esa verdad que parece [meramente] verdadera de acuer­do con las opiniones humanas, a la verdadera verdad, que va de acuerdo con la fe.
Ahora que las [cosas] que ellos continúan diciendo acerca del Evangelio según Marcos inspirado de forma divina, algunas son falsificaciones del todo, y otras, si bien tienen algunas [par­tes] verdaderas, no obstante no se informan verdaderamente. Ya que las [cosas] verdaderas, estando mezcladas con invenciones, son falseadas, de tal forma que, como [dice] el dicho, incluso la sal pierde su sabor. [En cuanto a] Marcos, entonces, durante la estan­cia de Pedro en Roma escribió [un registro] de las obras del Se­ñor, sin embargo, no declarando todo, ni siquiera dando pistas de las secretas [obras], sino seleccionando aquellas que consideró más útiles para aumentar la fe de aquellos que estaban siendo instruidos.
Pero cuando Pedro murió como mártir, Marcos vino a Alejan­dría, trayendo consigo tanto sus notas como las de Pedro, de las cuales transfirió a su libro anterior las cosas adecuadas para avan­zar hacia el conocimiento [gnosis]. [De tal manera] compuso un Evangelio más espiritual para el uso de quienes estaban siendo perfeccionados. Aun así, no divulgó las cosas que no deben pro­nunciarse, ni escribió las enseñanzas hieropánticas del Señor, sino que a historias ya escritas les añadió otras y, más aún, incluyó cier­tos dichos de los cuales sabía que la interpretación, como mistagogo, conduciría a los oyentes al santuario más interior de esa verdad escondida por los siete .Así, en suma, él preparó previa­mente las materias, ni de mala gana ni de manera incauta, en mi opinión, y, al morir, dejó su composición a la iglesia de Alejandría, donde todavía se guarda con el mayor cuidado, siendo leída sólo por aquellos que se inician en los grandes misterios.

Pero como los sucios demonios siempre están maquinando la destrucción de la raza de los hombres, Carpócrates, instruido por ellos y haciendo uso de artes engañosas, esclavizó de tal manera a cierto presbítero de la iglesia de Alejandría, que obtuvo de él una copia del Evangelio secreto, el cual interpretó de acuerdo con sus doctrinas blasfemas y carnales y, además, lo contaminó mezclando las palabras santas e inmaculadas con mentiras totalmente descara­das. De esta mezcla se ha extraído la enseñanza de los carpocrasianos.
Ante ellos, por lo tanto, como dije antes, uno nunca debe ce­der, ni cuando exponen sus falsificaciones, debe conceder que el Evangelio secreto es de Marcos, sino que debe incluso negarlo bajo juramento. Ya que, "No todas las [cosas] verdaderas deben decirse a todos los hombres". Por esta [razón] la Sabiduría de Dios, a través de Salomón, nos advierte. "Respóndele al tonto de acuer­do con sus tonterías", enseñando que la luz de la verdad debe esconderse de aquellos que están ciegos mentalmente. De nuevo dice: "De aquel que lo tiene no será arrebatado", y "Deja que el tonto se despierte en la oscuridad". Pero nosotros somos hijos de la luz, habiendo sido iluminados por la aurora del Espíritu del Se­ñor en lo alto, y Donde el Espíritu del Señor está, dice, hay liber­tad, porque todas las cosas son puras para los puros.
Por lo tanto, a ti, no dudaré en responder las preguntas que has hecho, refutando las falsificaciones con las mismas palabras del Evangelio. Por ejemplo, después de "Y estaban en el camino hacia Jerusalén", y lo que sigue, hasta "después de tres días él se levantará", [el Evangelio secreto] expone lo siguiente [material] palabra por palabra: "Y vinieron a Betania, y cierta mujer, cuyo hermano había muerto, estaba ahí. Y, viniendo, se postró ante Je­sús y le dijo:'Hijo de David, ten misericordia de mí'. Pero los discí­pulos la increparon. Y Jesús, enojado, fue con ella al jardín donde estaba la tumba, y en ese momento un gran grito se escuchó des­de la tumba. Y acercándose, Jesús apartó la piedra de la puerta de la tumba. Y de inmediato,-yendo hacia donde estaba el joven, le dio la mano y lo levantó, sosteniendo su mano. Pero el joven, merándolo, lo amó y comenzó a suplicarle estar con él. Y saliendo de la tumba entraron a la casa del joven, ya que era rico. Y después de seis días Jesús le dijo qué hacer y en la tarde el joven vino a él, con una túnica de lino sobre [su] [cuerpo] desnudo. Y se quedó con él esa noche, porque Jesús le enseñó los misterios del reino de Dios. Y de ahí, levantándose, regresó al otro lado del Jordán".
Después de estas [palabras] el texto sigue: "Y Santiago y Juan vienen a él" y toda esa sección excepto "[hombre] desnudo con [hombre] desnudo" y las otras cosas acerca de las cuales me escribiste no se encuentran.
Y después de las [palabras] "Y viene a Jericó" [el Evangelio secreto], sólo añade "Y la hermana del joven que Jesús amó y su madre y Salomé estaban ahí, y Jesús no los recibió" Pero las mu­chas otras [cosas acerca de las] que me escribiste parecen ser y son falsificaciones.
Ahora la verdadera explicación y aquella que va de acuerdo con la verdadera filosofía . 10
Aquí la carta termina a media página
Esta referencia a un Evangelio secreto, y lo que es más importante, a una ceremonia interna secreta conducida por el mismo Jesús, es un gran hallazgo ¿Podría ser verdad?, nos pre­guntamos. Clemente pudo haber estado equivocado, pero eso no parecía probable. Entonces, la carta podía haber sido una falsificación; pero si era así, ¿por qué? No podíamos imaginar qué motivo pudo haber tenido alguien para falsificarla hace tan­to tiempo. Regresando a la esencia de la carta, pensamos que hay una fuerte similitud entre la referencia al joven hombre des­nudo excepto por una túnica de lino y el inexplicable incidente al momento del arresto de Jesús en Getsemaní, como se descri­bió en Marcos 14:51-52:
Pero cierto joven le seguía, cubierto el cuerpo con una túnica, y le prendieron, mas él, dejando la túnica, huyó desnudo

Los carpocrasianos eran una antigua secta cristiana particular­mente desagradable que creía que el pecado era un medio de salvación y la implicación acerca de dos hombres desnudos pudo haber sido una desviación deliberada de los acontecimientos para justificar su propio extraño comportamiento. El contenido de la carta parece real, dado el suceso narrado en el Evangelio de Marcos. De nuevo, hay paralelismos con la masonería: nos recuerda las ceremonias masónicas en las que el candidato se viste sólo de lino blanco, y, por supuesto, en un inicio la túnica de los templarios era de lino blanco.
Si un cristiano del siglo II tenía conocimiento de las ceremo­nias secretas que llevaban a cabo Jesús el Cristo y sus seguido­res, casi esperaríamos que tal persona fuera de Alejandría, que tenía grandes conexiones con la primera Iglesia de Jerusalén. Dado el contenido dramático de la carta, quisimos estudiar los tratados de Clemente que aún sobrevivían, aunque es muy posi­ble que hayan sido modificados por censores cristianos poste­riores. En un pequeño trabajo titulado "Los misterios de la fe que no deben ser divulgados a todos" indica que el conocimien­to no se pone a disposición de todos.
Los sabios no pronuncian con la boca lo que razonan en conse­jo. "Pero lo que oigas al oído", dice el Señor, "proclámalo en las casas", comprometiéndolos a recibir las tradiciones secretas del verdadero conocimiento y expandirlas por los aires y de manera visible, y como hemos escuchado al oído, así lo entregaremos a quien sea requerido, pero no nos regocijaremos en comunicarles a todos sin distinción, lo que se les dice en parábolas
Esto sugiere que había una tradición secreta y que está, al me­nos en parte, incluida en la Biblia, escrita de tal manera que los no iniciados aceptarían la parábola en forma literal, en tanto que los informados discernirían algo mucho más importante y significativo Clemente sólo podía referirse a partes del Nuevo Testamento que por lo general no se consideran parábolas, por­que parábolas tan obvias como la del Buen Samaritano no son nada más que lecciones de moralidad. En tal caso, ¿podría haber un significado oculto en las partes más extrañas de la historia de Jesucristo, que son tomadas por los cristianos modernos como verdades literales? Episodios como aquel en que Cristo convierte el agua en vino o resucita a los muertos, ¿esconden un mensaje críptico detrás de los actos imposibles a los que parecen referir­se'' Empezamos a interesarnos tanto en los detalles de las escri­turas bíblicas como en los textos masónicos.
Leyendo la obra atribuida a otro cristiano del siglo II, Hipólito, títulada The Refutation of All Heresies (La refutación de todas las herejías), encontramos reportes fascinantes de una secta herética que identifica como los naasenos, quienes decían tener creencias heredadas de Santiago, el hermano del Señor por Mariamne. Se supone que consideraban el coito entre mujeres y hombres como una práctica malvada y sucia, mientras que ba­ñarse en agua dadora de vida era algo espléndido. Hipólito con­tinúa:

Aseguran, entonces, que los egipcios, quienes, está dicho, después de los frigios son los más antiguos de todos los hombres, y quie­nes confiesan fueron los primeros en proclamar al resto de los hombres los ritos y orgías de, al mismo tiempo, todos los Dioses, así como las especies [de cosas] .tienen los sagrados y augustos, y para aquellos que no están iniciados, indecibles misterios de Isis. Éstos, sin embargo, no son nada más que lo que buscaba ella de los siete velos y ropas y era arrebatado, a decir, la vulva de Osiris. Y dicen que Osiris es agua. Pero la naturaleza de los siete velos, estaba rodeada con siete mantas de textura etérea (pues así lla­man a las estrellas planetarias, haciendo la alegoría y denominán­dolas [velos] etéreos, porque era la generación mutable, y se exhi­be como la criatura transformada por el inefable e indescriptible, inconcebible y sin figura. Y esto, dicen [los naasenos], es lo que se declara en las escrituras:"El justo caerá siete veces, y se levantará de nuevo". Porque estas caídas, dice, son los cambios de las estrellas, movidas por Aquel que pone a las estrellas en movimiento.
Muchas cosas nos daban vueltas en la cabeza mientras leíamos este pasaje. El término naaseno es uno más para "nazareno", el nombre adoptado por los seguidores originales de Jesús que formaron la Iglesia de Jerusalén. La descripción del disgusto por el contacto sexual con las mujeres y el importante papel de la limpieza también encaja a la perfección con lo que ahora sabe­mos sobre la comunidad esenia de Qumran, que elaboró los Rollos del Mar Muerto. La fijación con el número siete se ajusta de manera interesante a la referencia en la carta de Clemente al santuario más interior de esa verdad oculta por los siete. Para nosotros, todo en conjunto tenía un fuerte tinte masónico; aun­que entonces no pudimos identificar la conexión, más tarde se aclaró cuando pasamos por el ritual del Grado de Arco Real de la Francmasonería.

UN VÌNCULO CLARO ENTRE JESÙS Y LOS TEMPLARIOS.
Por las evidencias disponibles, estábamos ya convencidos de que, en un principio, a Jesús y sus seguidores se les llamaba nasoreanos (o nazarenos), pero era importante entender lo que esta designación significaba y considerar por qué dejó de utili­zarse. Al mismo Jesús se le ha dado el título en Mateo 2:23:

... y vino y habitó en la ciudad que se llama Nazaret, para que se cumpliese lo que fue dicho por los profetas, que habría de ser llamado nazareno

Esto parece indicar que el Evangelio de Mateo fue escrito por alguien muy apartado de la verdadera Iglesia, o, lo que es más probable, que fue añadido en una fecha posterior por alguien que quería arreglar algunos cabos sueltos poco atractivos. Pen­samos que decir que Jesús tenía la obligación de ir y vivir en un lugar en particular sólo porque un antiguo adivinador lo había dicho, era una dolorosa maniobra lógica. Lo que es más, un error importante en la aseveración del Nuevo Testamento de que la gente llamaba a su salvador Jesús de Nazaret, es que existe evi­dencia de que Nazaret sencillamente no existía en los tiempos de Jesús. No hay registros históricos que se refieran a esa ciudad que antecedan a las menciones en los Evangelios, lo cual consti­tuye una situación única, ya que los romanos llevaban excelen­tes registros de todo su imperio. El término que se usaba de hecho era "Jesús el Nazareno", porque era un miembro mayor de un movimiento que llevaba ese nombre. El Nuevo Testamento sitúa las primeras actividades de Jesús alrededor del Mar de Galilea y su supuesto cambio a Cafarnaún, descrito en Mateo 4:13, fue tan sólo una corrección necesaria para readecuar la historia.11
La redacción nos llamó la atención: implica que Jesús era un miembro de la secta nazarena, lo que sugiere con fuerza que no era necesariamente su líder original. Parece que Jesús pudo no haber sido el fundador de la Iglesia.
Estaba claro que los nazarenos serían muy importantes en la historia que empezaba a descubrirse ante nuestros ojos. Y luego encontramos una clave importante en una fuente inesperada: mientras visitaba el Sinaí, Chris, buzo empedernido, aprovechó la oportunidad de bucear en los arrecifes de coral del Mar Rojo, que sabía por experiencias pasadas eran los mejores del mundo.
La visibilidad submarina alrededor de Sharm el Sheik en Egip­to suele ser excelente, pero cierto día bajó de manera drástica debido al florecimiento anual de esporas de los corales. Esto enturbió el agua y en algunos lugares la visibilidad se redujo a uno o dos metros. Chris cuenta la historia:

"Sabía que no todo eran malas noticias, ya que el plancton había atraído a criaturas tan maravillosas como las mantarrayas, que buscaban aprovechar el repentino exceso de alimento Eran alrededor de las diez de la mañana cuando salté de la cubierta delApuhara (un velero egipcio que antes fuera un rompehielos suizo), toda de acero y me sumergí unos treinta metros rumbo el lecho multicolor del mar.
"Me dirigí hacia la punta, saliendo poco a poco conforme el agua se hacía cada vez menos profunda y me daba espacio sufi­ciente para bucear seguro sin sufrir una descompresión de ni­trógeno. Cerca de los nueve metros entré en una gran nube de plancton animal y perdí por completo de vista a mi compañero, por lo que retrocedí hacia el área más clara Tan pronto se resta­bleció mi visión me di cuenta de que una mantarraya gigante venía hacia mí, con la boca abierta, tomando toneladas de agua para filtrar su comida matutina. Se detuvo justo a unos doce pies frente a mí y flotó inmóvil como un ovni. Tenía más de seis metros de ancho y yo, moviendo la cabeza de un lado a otro para poder apreciar todo el esplendor de la magnífica criatura, me llené de temor y excitación. De repente, sin hacer ningún movimiento visible con sus aletas, se alejó por la izquierda; en­tonces vi a dos mantas más pequeñas que la seguían para apro­vechar el alimento que dejaba a su paso.
"Califiqué éste como uno de mis mejores episodios de bu­ceo y, tan pronto como regresé a la cubierta, le pregunté a Ehab, el amigable y por lo general conocedor guía árabe, el nombre del lugar y me dijo que se llamaba Ras Nasrani Le pregunté qué significaba la palabra y me contestó que Ras se traducía senci­llamente como señalar o encabezar y Nasrani era una palabra que se usaba para describir a muchos peces pequeños Le pre­gunté qué tipo de peces y me respondió que son tan sólo peces pequeños ordinarios, cuando hay muchos de ellos juntos
"Unos días después, en el monasterio de Santa Catalina, es­cuché a un árabe describir a los cristianos exactamente con la misma palabra, nasrani, y al preguntar, descubrí que ésta es la palabra árabe normal para describir a los seguidores del im­portante profeta llamado Jesús."
El significado literal de inmediato hizo eco en nuestra men­te y de pronto adquirió mucho significado. ¿Podría ser éste el significado simple del término?, es decir, en los primeros tiem­pos, ¿eran los cristianos los peces pequeños?
Esto podría basarse en la imaginería del pescador de hom­bres que la Iglesia le atribuye a Cristo, más probablemente se basa en la antigua asociación del sacerdote y el pez. Los miem­bros de la secta esenia eran todos como sacerdotes en cuanto a sus devociones y obediencia de la ley y se bañaban en agua en cada oportunidad, lo que también pudo haber sido una buena razón para usar el término Esta teoría encaja con el hecho de que los miembros de la secta nazarena iban por todos los luga­res santos de la primera era cristiana y marcaban sus lugares sagrados con dos arcos que formaban el famoso signo del pez. Es interesante notar que el símbolo de la organización en un inicio era un pez y no una cruz, indicando que la ejecución de Jesús no era tan importante en aquellos tiempos.

También podría ser que Pedro y Juan fueran miembros de alta categoría de la secta nazarena quienes reclutaron a otros y por lo tanto se dieron a conocer como pescadores, en reconocimien­to a sus actividades de reclutamiento más que como una refe­rencia literal a su oficio Esto tendría mucho sentido porque la zona del Mar Muerto no tiene peces reales, por tanto, para dar a una lectura literal algo de validez, los autores posteriores del Nuevo Testamento tuvieron que cambiar los orígenes de estos pescadores al Mar de Galilea —repleto de peces—, para resol­ver esta contradicción.
Una investigación más profunda mostró que el adjetivo nazóraios se ha identificado como un término muy antiguo que usaban los ajenos a la secta para describir al grupo que más tarde se conocería como cristianos. Epifanio habla de un grupo previo a los cristianos llamado los nasaraioi, quienes, como va­rios académicos, entre ellos Lidzbarski, han sugerido, eran origi­nalmente la secta de donde salió la figura de Jesús (y por lo tanto la Iglesia). Esto, de nuevo, sugiere que Jesús bien pudo haber sido sólo un miembro y no un fundador

No teníamos la menor duda con respecto a dos cosas: Jesús no venía del pueblo de Nazaret; más bien, era miembro de la secta nazarena cuyos miembros casi con certeza se considera­ban a sí mismos peces.
El descubrimiento tenía tanta lógica que analizamos la ma­yor información posible, buscando cada pequeño rastro que pudiera darnos más claves sobre una hipótesis tan prometedo­ra. Varios datos resultaron intrigantes, pero nos asombró sobre­manera descubrir que la secta nazarena nunca murió del todo: sobrevive aún en el sur de Irak como parte de la gran secta mandeana, cuyos miembros remontan su herencia religiosa no a Jesús, sino a Yahia Yuhana, mejor conocido para los cristianos como Juan el Bautista (véase la figura 5). Su literatura utiliza una palabra similar, natzoraje, para describirse a sí mismos. Creen que Yshu Mshiha (Jesús) era un nazareno hereje y rebelde que traicionó las doctrinas secretas que se le habían confiado. Nos preguntamos cuáles serían los secretos que pudo haber poseí­do y a quién se los había confiado. Las respuestas posibles no estaban muy lejos.
No sabíamos mucho sobre los mandeanos y, al investigarlos, quedamos maravillados con la siguiente declaración:
Los mandeanos, una pequeña pero tenaz comunidad que habita en Irak, siguen una antigua forma de gnosticismo, que practica la iniciación, el éxtasis y algunos rituales que se dice recuerdan a los de los francmasones 12
Ahí estaba: un grupo que descendía directamente de la Iglesia original de Jerusalén y que se identificaba con los rituales masónicos desde el principio. ¿Era posible que el secreto que Jesús supuestamente traicionó haya sido un secreto al estilo masónico? Parecía increíble. Éste tenía que ser el principio de algo muy importante, algo que se confirmó cuando descubri­mos que los mandeanos de hoy llaman nazarenos a sus sacerdotes. Nos fascinó saber que esta gente tomó su nombre de la palabra manda, que significa conocimiento secreto, y muy pronto en­contramos evidencia de posibles conexiones con la francmaso­nería. Los mandeanos utilizan un ritual de saludo que se llama kushta y consiste en un apretón de manos que se les da a los candidatos de la ceremonia, y significa rectitud o hacer las co­sas correctas. Consideramos que ésta es una idea muy masónica. Otro aspecto de su ritual que parecía tener visos masónicos es el hecho de que los mandeanos dicen una oración en silen­cio cuando se considera que sus iniciados están ritualmente muertos, de la misma forma que las palabras más secretas de la francmasonería son susurradas al oído del candidato a Maestro Masón cuando es levantado de su tumba ritual. Esto más adelan­te nos daría un vínculo muy importante entre el antiguo pasado y la francmasonería moderna.

LA ESTRELLA DE LOS MANDEANOS.
Chris empezó a estudiar más de cerca las creencias y rituales de este notable fósil teológico de una cultura que se remonta a los tiempos de Jesús, y dio con algunas palabras que nos llevarían a desenredar la historia.
Josefo, el historiador de los judíos durante el siglo I, observó que los esenios creían que almas buenas habitaban más allá del océano, en una región que no era azotada por las tormentas de lluvia o nieve, ni por el intenso calor, sino refrescada por la sua­ve respiración del viento del oeste que de manera perpetua so­pla del océano. Esta tierra idílica del otro lado del mar y al oeste (o a veces al norte), es una creencia común en muchas culturas, de los judíos a los griegos y a los celtas. Los mandeanos, sin embargo, creen que los habitantes de esta tierra lejana son tan puros que los ojos mortales no los verán y que este lugar está marcado por una estrella, cuyo nombre es Menea.
Una tierra al otro lado del océano; un lugar perfecto marca­do por una estrella conocida como Merica... o tal vez, ¿A-mérica? Sabíamos que la estrella matutina era importante para los nazarenos y que la estrella de la tarde, la del oeste, es el mismo cuerpo celeste, el planeta Venus.
Como encontraríamos más adelante con gran detalle en nues­tras investigaciones, los Estados Unidos de América fueron creados por francmasones y su constitución se basa en los princi­pios masónicos, y, como ya sabíamos, la estrella matutina es aque­lla hacia la que todo nuevo Maestro Masón debe mirar. La estrella como símbolo siempre ha sido importante para Estados Unidos.
De inmediato nuestras mentes se volvieron al ritual masónico y al cierre de la reunión de la logia, cuando el Maestro Venerable les hace las siguientes preguntas al Primer y Segundo Vigilante-
Hermano Primer Vigilante, ¿hacia dónde diriges tus pasos? Hacia el oeste, Maestro Venerable
Hermano Segundo Vigilante, ¿por qué dejar el este para ir al oeste? En busca de lo que se ha perdido, Maestro Venerable Hermano Primer Vigilante, ¿qué es lo que se ha perdido?
Los secretos genuinos de un Maestro Masón, Maestro Venerable
Estos vínculos podrían ser coincidencias, pero nos parece que son demasiadas coincidencias simultáneas.


LA ESTRELLA DE AMÈRICA.
Puede parecer una desviación extraña cuando se está investi­gando sobre Jerusalén en los tiempos de Jesús, pero el origen del nombre América es un importante resultado lateral de nues­tros estudios. Creemos que uno de los problemas de la investi­gación histórica tradicional es que los expertos han trabajado con paquetes individuales de historia como si ciertos conjuntos significativos de circunstancias sólo se dieran en una fecha dada para que nosotros los etiquetáramos y observáramos. Los inves­tigadores serios aprecian cada vez más que hay fuertes e inespe­rados vínculos entre toda clase de acontecimientos que antes parecían no estar relacionados.
Sabíamos que los mandeanos eran los descendientes direc­tos de los nazarenos, a quienes, a su vez, identificamos como pertenecientes al mismo grupo que los qumranos, el pueblo que enterró sus pergaminos secretos bajo del Templo de Herodes. Es lógico que, si los padres de los antecesores de los mandeanos fueron los autores de los pergaminos que los templarios desen­terraron, la tierra mística bajo la estrella llamada Merica debería estar registrada en sus escrituras secretas. En resumen, era posi­ble que los templarios se hayan enterado por medio de los perga­minos de una tierra maravillosa bajo la brillante estrella solitaria, Merica, y, de ser así, hay grandes posibilidades de que hayan na­vegado hacia el oeste para encontrarla.

Popularmente se cree que el continente América tomó su nombre del nombre cristiano de Américo Vespucio, un rico ven­dedor de barcos de Sevilla que no llegó al Nuevo Mundo hasta 1499, siete años después que Colón Ahora se acepta el hecho de que muchos europeos y asiáticos arribaron al continente mu­cho tiempo antes que las famosas expediciones subsidiadas por los españoles Quizá los descendientes de los templarios estu­vieron involucrados en darle nombre al nuevo continente; qui­zá ellos mismos fueron en busca de la tierra bajo la estrella ves­pertina, de la cual sabían por sus descubrimientos que se llama­ba Merica.
Los barcos templarios se construían para resistir una varie­dad de condiciones, incluyendo las tormentas de la Bahía de Vizcaya y su sistema de navegación, mediante compases de ima­nes y mapas astrológicos, estaba lejos de ser rudimentario. Un viaje trasatlántico no sólo era posible; si sabían de la tierra de la estrella matutina, la tierra de Merica, también tenían el motivo per­fecto tanto para hallar el Nuevo Mundo como para dejar el Viejo, sobrevivir, ya que su orden había sido acusada de hereje en 1307.
A la luz de esta nueva evidencia, Chris pensó que era razona­ble especular que algunos de los templarios navegaron rumbo al oeste, hacia lo desconocido, ondeando su bandera marítima de batalla, la calavera con los huesos cruzados. Entonces encon­traron la tierra de la estrella del oeste, ciento ochenta y cinco años antes que Colón. La idea parecía tener mucho sentido, pero la evidencia todavía era en gran parte circunstancial.
Chris había estado trabajando en la interpretación de las complejidades de los cultos del siglo I d.C., y cuando se le ocu­rrió que podría haber una conexión entre Merica y América, creyó que podía ser significativo, aunque sabía de la falta de pruebas. Chris dice al respecto:
"Recuerdo que estaba seguro de que en nuestra siguiente reunión Robert se emocionaría ante la posibilidad de que el nombre del continente americano tuviera un origen nazareno No lo mencioné en absoluto y esperé a que leyera mi borrador del capítulo. Metió mi disquete en la computadora y empezó a leer, cuando llegó a la sección importante, su reacción fue un silencio absoluto. Me sentí en verdad decepcionado; si  Robert no encontraba estas hipótesis interesantes, nadie lo haría.
"Robert se levantó y, murmurando entre dientes, empezó a buscar entre las pilas de libros que llenaban cada rincón del piso de su estudio. Lanzó una exclamación cuando varios volú­menes de la History of Freemasonry de Gould cayeron y sonrió sacando de en medio un libro nuevo y brillante.
"Hojeó las páginas del mapa de carreteras AA de las Islas Británicas y señaló con el índice la región general de Escocia.
"'¿Se te antoja un paseo?', me preguntó.
"'¿Qué estás señalando?', le pregunté, tratando de no verme muy desanimado.'¿Edimburgo?'
"No. Sólo unos kilómetros al sur, la villa de Roslin.. Las rui­nas de la Capilla de Rosslyn.'
"Dos días después partimos para Edimburgo y Robert aún no me había explicado la razón. Desde el principio de nuestro trabajo nos dividimos la responsabilidad aproximadamente en el periodo templario: Robert se concentraría en los sucesos ocu­rridos a partir del Siglo xiii y yo en todo lo anterior. Justo en el momento en el que yo investigaba el siglo I d.C. en Jerusalén, Robert estudiaba el siglo XIV en Escocia. Visitas previas al otro lado de la frontera ya habían revelado un gran número de tum­bas masónicas y templarías, que nos demostraron la importan­cia de este país en el desarrollo de la francmasonería. ¿Qué más habría encontrado Robert?
"Utilizamos el tiempo del viaje para hablar de diversas áreas de nuestro trabajo general pero, conforme nos acercamos a la frontera escocesa de Gretna, me impacienté y le insistí a Robert que me explicara cuál era nuestra misión
"'Muy bien', me dijo, con una sonrisa. 'Sabes que he estado examinando la historia de la familia Sinclair y la capilla que William St. Clair construyó en lo que es ahora la villa de Roslin.'
"'Sí', respondí con rapidez, para indicarle que fuera al grano.
"'Bueno, no me percaté al leerlo por primera vez, pero hay algo muy extraño acerca de la Capilla Rosslyn que encaja con tu idea de Merica.' Robert continuó, habiendo capturado toda mi atención: 'Toda la construcción está decorada por dentro con tallados de importancia masónica... y botánica. Arcos, dinteles, bases de columnas y similares están cubiertos en su mayoría con motivos de plantas decorativos y muy detallados, represen­tando muchas especies diferentes.'

"Todo ello era fascinante, pero todavía no estaba clara su conexión con mi descubrimiento sobre los mandeanos.
"'El punto es...', Robert dudó para crear suspenso y que esas plantas incluyen cactus de zabila y mazorcas de maíz.'
"La importancia de su información pasó por mi mente du­rante unos segundos y le pregunté:'¿En qué fecha dices que fue construida la capilla?'
"'Ése es exactamente el punto', dijo Robert, palmeándose la rodilla. 'La construcción se inició en 1441 y se terminó cuarenta y cinco años después, en 1486. Calculo que esos tallados deben haber estado en su lugar... mmm, no después de 1470.'
"'Recuérdame, ¿cuándo fue exactamente que Colón descubrió América?', necesitaba confirmar lo que mi memoria me decía.
"'Llegó a las Bahamas en 1492, a Puerto Rico en 1493,a Cuba en 1494, pero nunca puso pie en el continente.' Robert conti­nuó antes de que yo pudiera hacer la siguiente pregunta.' Y sí, el cactus de zabila y el maíz indio, o el elote como lo llaman los americanos, son ambas plantas del Nuevo Mundo que se supo­ne eran desconocidas fuera del continente hasta transcurrida parte del siglo XVI.'
"Miré fijamente a Robert mientras daba con la conclusión inevitable: aunque Colón hubiera encontrado estas plantas du­rante su primer viaje, la Capilla de Rosslyn fue terminada seis años antes y, por lo tanto, los tallados de maíz y zabila se hicie­ron cuando Cristóbal Colón aún era un niño.Alguien más había viajado a América y traído las plantas mucho antes  de que Colón descubriera el Nuevo Mundo. Y la prueba está presente en una construcción masónica/templaría.
"Llegamos a la capilla alrededor de mediodía, ambos muy emocionados y honrados de estar en un lugar tan especial. Ob­servamos con detenimiento la sólida piedra de arriba, un techo abovedado de noventa centímetros de espesor a todo lo largo del interior y nos maravillamos de la decoración. Paseando de un lado a otro de la capilla, pronto encontramos las plantas que buscábamos: las mazorcas de maíz arqueadas sobre una ventana en la pared del sur y los cactus de zabila aparecían alrededor de un dintel conectado con la misma pared (véanse las figuras 7 y 8). Por todos lados se apreciaban otras plantas reconocibles y manifestaciones del hombre verde (green man), la figura celta que representaba la fertilidad Se han contado más de cien hom­bres verdes, pero se cree que hay más ocultos discretamente entre la vegetación.
"La Capilla de Rosslyn es un lugar mágico y admirable, que vincula al cristianismo con el folclore antiguo de los celtas y la francmasonería templaria. Supimos con certeza que no sería nuestra última visita a este lugar"
Todo lo que habíamos descubierto acerca de los esenios/ nazarenos parecía exhibir asombrosos lazos con la francmaso­nería; la revelación inesperada de que en Irak todavía existe una secta que desciende de los mandeanos nos proporcionó más paralelismos. Una línea de búsqueda nos llevó de manera ines­perada a una construcción en Escocia que mostraba una seducto­ra imaginería francmasónica/templaría. Pero para entender a los nazarenos por completo, sabíamos que teníamos que retroceder lo más posible en el tiempo, con el fin de desenredar los hilos inicia­les de nuestro misterio: necesitábamos averiguar dónde apare­cieron por primera vez los elementos clave de la religión judía.

CONCLUSIÓN
Habiendo descubierto que los qumranos y el propio Jesús te­nían fuertes lazos de unión con los templarios y con la francma­sonería, ahora queríamos saber el origen de sus creencias y ri­tuales. El pueblo qumrano era una destilación de todo lo que po­dría describirse como judío, pero, aun así, era obvio que su es­tructura y sistema de creencias contenían más de lo que puede atribuirse al Antiguo Testamento.
Una vez más, no sabíamos cuál sería el siguiente paso en nuestra investigación. Justo cuando habíamos regresado a la época de Jesús, con la esperanza de hallar una explicación de las creencias de los templarios, ahora teníamos que regresar en el tiempo para reconstruir la teología de los judíos. Los rituales de la francmasonería pudieron haber sido inventados por los qumranos, pero de alguna manera estábamos seguros de que eran muchísimo más viejos.
Decidimos regresar lo más lejos posible, y entonces trabajar hacia adelante, de tal forma que pudiéramos entender mejor las pasiones que impulsaban las mentes de los qumranos.

NOTAS
1   S Mowinckel, He That Cometh
2   Norman Cohén, Cosmos, Chaos and the World to Come.
3   Si alguna vez hubo un verdadero mesías, sólo pudo haber sido David Ben Gurion, el activista sionista que se convirtió en el primer "rey "de un estado judío autogobernado en 1948 Su título moderno fue el de primer ministro y no de rey, pero el efecto fue el mismo Si podía o no reclamar ser des­cendiente de la línea de David no lo sabemos
Peake's Commentary on the Bible
5  George Wesley Buchanan, Jesús - The King and His Ktngdom.
6  M Baigent y R. Leigh,The Dead Sea Scrolls Deception
7  Carta de Allegro a de Vaux, fechada el 16 de septiembre de 1956.
8  Robert Eisenman y Michael Wise, Then Dead Sea Scrolls Uncovered.
9  Thomas Hobbes, Leviathan '
10  Morton Smith, The Secret Gospel
11  Peake's Commentary on the Bible
12  Arkon Daraul, Secret Societies.

No hay comentarios:

Publicar un comentario