lunes, 9 de mayo de 2016

¿Secretos?

Que la francmasonería data de antes del diluvio; que es una me­ra creación de antaño; que es sólo una excusa para la convivencia; que es una organización atea destructora de almas; que es una asocia­ción caritativa, haciendo el bien bajo una tonta apariencia de secreto;  que es un engranaje político de extraordinaria potencia; que no tiene secretos; que sus discípulos guardan en secreto el co­nocimiento más grandioso concedido a la humanidad; que celebran sus misteriosos ritos bajo los auspicios e invocaciones de Mefistófeles; que sus procedimientos son perfectamente inocentes, por no decir sumamente estúpidos; que cometen todos los asesinatos que no con­ducen a alguien más; y que existen sólo con el propósito de promo­ver la hermandad y la benevolencia universales; son algunos de los alegatos hechos por charlatanes fuera del círculo de los herma­nos Libres y Aceptados. Omne ignotumpro magnifico. Cuanto menos se sabe, más se cree de la francmasonería. The Daily Telegraph, Londres, 1871.
La masonería hace considerable hincapié en motivar altos estándares de moralidad entre sus miembros. Pero difícilmente sorprende que se sospeche que una sociedad que utiliza saludos de mano, signos y lenguajes secretos para el reconocimiento mu­tuo de sus miembros, sea una influencia para el mal más que para el bien. ¿Por qué tener semejantes métodos si no para esconder la verdad? ¿Por qué esconder, si no hay nada que esconder? Aque­llos que están fuera de la masonería perciben la idea de disfrazar­se, recitar textos esotéricos y representar rituales extraños tan tonta que tienen la tendencia de creer que debe haber otra atrac­ción hacia ella, que puede ser más siniestra. Es probable que no la haya... pero una negativa es siempre más difícil de probar. The Daily Telegraph, Londres, 1995.

ABSOLUTA INUTILIDAD
En 1871 a la Reina Victoria todavía le quedaban 30 años por gobernar, Ulises S. Grant aún era presidente de Estados Unidos, y la francmasonería era el centro de las especulaciones públi­cas. Ciento veinticinco años después el primer alunizaje perte­nece a una generación del pasado, el mundo está conectándose a la red Internet, y la francmasonería sigue siendo el centro de las especulaciones públicas.
Encontramos la primera de estas citas en un pedazo de pe­riódico cuidadosamente cortado y doblado dentro de un empolvado volumen de historia masónica, en donde algún franc­masón muerto hace mucho tiempo lo usó como separador. Chris leyó el segundo mientras volaba sobre el Atlántico, entre el al­muerzo y la película.
Casi todo, incluyendo los estilos de escritura, ha cambia­do en los últimos ciento veinticinco años, pero la actitud públi­ca en general hacia la francmasonería hoy día es tan confusa como lo era en el siglo XIX. La mayoría de la gente no confía en lo que no entiende y, si percibe un elitismo que los excluye, la desconfianza muy pronto se convierte en disgusto e incluso odio. Si bien la francmasonería siempre ha estado abierta a todos los hombres mayores de 21 años (18 según la constitución escoce­sa) de cuerpo y mente sanos, que puedan demostrar buen ca­rácter y expresar su creencia en Dios, no hay duda de que, en el pasado, en las Islas Británicas la membrecía era exclusiva de la aristocracia, y los socios ordinarios provenían de los estratos altos de la clase media.
En el periodo Victoriano medio, para un hombre profesional era socialmente importante, casi esencial, ser francmasón. Los nuevos ricos de la revolución industrial buscaban el estatus so­cial por medio de su membrecía en una sociedad exclusiva que tenía un alto perfil entre los aristócratas de todos los niveles, incluida la propia familia real. Por lo menos en teoría, los miem­bros de las clases trabajadoras estaban calificados por igual para convertirse en masones, pero en la práctica era difícil que pen­saran en unirse al "club" de sus jefes; por ello, por mucho tiempo se ha asociado a la logia con los ricos. Todos aquellos, en todos los niveles de la sociedad, que no eran francmasones, no podían más que especular acerca de los secretos revelados a los miembros de esta misteriosa organización. Se sabía que usaban man­diles y largos collares, y se rumoraba que se recogían los panta­lones e intercambiaban extraños saludos con la mano, mientras se susurraban contraseñas.
En la segunda mitad del siglo XX, la francmasonería es, por mucho, una organización menos elitista, ya que hombres de todos los niveles sociales han solicitado su membrecía y la han obtenido. Sin embargo, un vistazo a la parte más elevada de la jerarquía masónica inglesa nos muestra de inmediato que ser miembro de la familia real o formar parte de la nobleza no es precisamente un impedimento mayor para los prospectos de ascenso.
En el mundo occidental, la mayoría de la gente está, al me­nos de manera vaga, consciente de la francmasonería, y sus mis­terios seducen a dos grandes grupos: aquellos que no son maso­nes, que se preguntan cuáles son los secretos de la orden; y aque­llos que sí lo son y que se preguntan lo mismo. Una de las fuer­tes razones del silencio entre los masones no es tanto la obliga­ción de respetar sus votos sagrados, o un temor a una retribu­ción macabra de parte de sus compañeros, sino que no entien­den una palabra de las ceremonias en las que participan y su único temor es que la gente pudiera burlarse de los rituales en apariencia ridículos y sin sentido que llevan a cabo.
La francmasonería, para nosotros y para cada uno de los herma­nos que conocemos, significa algo más que un club social que nos permite practicar teatro de principiantes, seguido de una comi­da con bastante cerveza y vino. El complejo y oscuro ritual debe memorizarse durante años de repetición de los cantos. Se hace hincapié en la sinceridad de la manera de expresarse, pero en realidad sólo pequeñas partes de la ceremonia pueden en­tenderse como simples mensajes alegóricos concernientes a la rectitud del carácter moral; el resto es una extraña mezcla de palabras sin sentido y de nuevas promulgaciones de supuestos sucesos históricos en torno a la construcción del Templo del Rey Salomón en Jerusalén, hace casi tres mil años.
En tanto los que estamos adentro no hacemos más que apren­der versos excéntricos de memoria, muchos de los que están afuera intentan destruir la organización porque sospechan que es causa de corrupción, y la ven como el bastión de los privi­legios capitalistas o un club para apoyarse en forma mutua. In­numerables libros sobre el tema han alimentado la curiosidad y el antagonismo del público en general. Algunos, como aquellos escritos por el estadounidense John J. Robinson, se basan en excelentes investigaciones; otros, como aquellos del finado Stephen Knight, han sido más que nada libros de ficción para satisfacer los peores temores del sector antimasónico
El mencionado sector trabaja con constancia para probar supuestos delitos, y ya hemos tenido experiencias de prime­ra mano al respecto Hace poco un cristiano vuelto a nacer, amigo de Chris, nos aseguró que tomaría el papel de conseje­ro en su grupo eclesiástico. Cuando le preguntamos a quién pretendía aconsejadme horroricé al escuchar la respuesta."A aquellos que sufren por las maldiciones masónicas".
"¿Qué es una maldición masónica?", pregunté, sin decirle de mi conexión con la Ciencia (como se le llama a la franc­masonería entre sus miembros).
"Los masones tienen que jurarse lealtad los unos a los otros, a expensas de todos los demás, incluso sus familias. Si fallan, les caen maldiciones que les causan terribles sufrimientos a ellos y a quienes los rodean."
Por un momento me quedé sin palabras. La francmasonería es muchas cosas excepto maldad, aunque algunas personas pare­cen estar decididas a encontrársela. En franco repudio de semejan­tes acusaciones mal informadas, la Gran Logia Unida de Inglaterra afirma públicamente que el deber de un francmasón como ciuda­dano siempre debe prevalecer sobre cualquier obligación que ten­ga hacia otro masón y que a la francmasonería no se le debe permi­tir dañar a la familia de un hombre o alguna otra de sus relaciones mediante el abuso de su tiempo o su dinero o haciéndole actuar en cualquier otra forma en contra de sus intereses.
No deseamos hacer una apología de la francmasonería, pe­ro hace mucho bien y, hasta donde sabemos, nada de mal. Siempre ha donado grandes cantidades de dinero para obras de caridad, por lo general de manera anónima, promueve niveles de rectitud y responsabilidad moral impresionantes, y ha senta­do estándares que otros siguen. El color, la raza, el credo o la política siempre han sido irrelevantes para poder ser miembro y sus dos metas guía son un orden social basado en la libertad del individuo y la búsqueda del conocimiento. El único requisi­to absoluto es la creencia en Dios... cualquier dios.
Nuestra mayor crítica a la francmasonería es su absoluta inu­tilidad. No se sabe de dónde viene, nadie parece saber qué trata de lograr, y cada vez parece más improbable que pueda tener algún futuro en un mundo que demanda claridad de propósito y beneficio. No sólo ya no se conocen los orígenes de la franc­masonería, sino que se admite que los auténticos secretos de la orden se han perdido, y que en las ceremonias masónicas se utilizan en su lugar secretos sustitutos, hasta que llegue el tiem­po en que aquellos sean redescubiertos.
Si las palabras usadas en el ritual se toman tal cual, la francmasonería tendría al menos tres mil años de antigüedad. Los oponentes de la orden no son los únicos que descartan eso, la propia Gran Logia Unida de Inglaterra no asegura que tenga semejante antigüedad. Para prevenir el escarnio público, evita cualquier opinión oficial acerca de los orígenes de la Ciencia y permite que las llamadas "logias de estudio" discutan la limitada evidencia histórica que existe.

UN POBRE CANDIDATO EN UN ESTADO DE OSCURIDAD
Cuando nos hicimos francmasones ambos pasamos por el pro­ceso que todo iniciado en la Ciencia ha tenido que experi­mentar desde hace al menos 250 años. Como parte de esta ceremonia, se nos pidió jurar, como hombres de honor, que no divulgaríamos al mundo exterior ninguno de los secretos de la francmasonería, sabemos bien que la información que damos aquí puede ser considerada por algunos masones como una trai­ción a esos secretos. Sin embargo, la Gran Logia Unida de Ingla­terra considera que los únicos secretos protegidos de la orden son los medios de reconocimiento, y nadie podría hacerse pa­sar como francmasón después de leer este libro. Es necesario explicar los rituales con considerable detalle ya que forman la base de toda nuestra investigación. Algunas de las palabras men­cionadas son instrumentos de identificación secretos, pero no señalamos qué palabras deben usarse en qué circunstancias, por lo que hemos hecho todo lo posible para respetar el espíritu de nuestros juramentos. En cualquier caso, estuvimos de acuerdo en mantener estos secretos en el entendido de que no interferi­rían con nuestra libertad de agentes morales, civiles o religiosos, y si nuestras promesas tuvieran como propósito evitar que com­partiéramos tan importantes descubrimientos como los que hemos hecho ahora, con toda seguridad habrían interferido con esa libertad
Si bien nos unimos a diferentes logias con varios años de dife­rencia, recordamos experiencias idénticas. Éstas son las expe­riencias (usamos el pronombre "yo" para ambos):
Habiendo sido entrevistado por un jurado de antiguos maes­tros (past masters) varios meses antes, estaba listo para conver­tirme en francmasón. A lo que me estaba uniendo era virtual-mente desconocido para mí; la única pregunta firme que se me habían hecho era: "¿Crees en Dios?" Dije que sí, y todo continuó hasta que ahora me encontraba de pie, junto a un guardia que golpeaba la gran puerta del templo con la empuñadura de una espada desen­vainada, solicitando permiso para que me dejaran entrar
Me vendaron los ojos y me vistieron con una camisa y unos pantalones blancos que me quedaban holgados. Un pie tenía una pantufla sencilla (slipshod en inglés), mi pierna izquierda estaba descubierta hasta la rodilla y la parte izquierda de la túni­ca había sido movida hacia un lado de tal forma que mi pecho quedaba desnudo de ese lado. Para mi sorpresa, tenía una soga de ahorcado alrededor del cuello, la cual colgaba de mi espalda (véase la figura 1). Se me había desprendido de todos los obje­tos de metal y ahora estaba preparado para ser guiado al inte­rior del templo. (Más tarde supimos que este tipo de vestimenta, la tosca bata con la soga corrediza alrededor del cuello, era exac­tamente la de un hereje medieval antes de hacer su confesión a la Santa Inquisición )
Recuerdo que percibí la presencia de un gran número de personas y me sentí muy vulnerable. Sentí un punto frío que me presionaba la piel del pecho.
"¿Sientes algo?", me preguntó la voz frente a mí. Un susurro en el oído dio la respuesta formalizada que yo repetí en voz alta.
"Sí.”
"Entonces que esto sea un aguijón para tu conciencia, así como una muerte instantánea, si alguna vez traicionas cualquie­ra de los secretos que ahora te serán impartidos."
Después habló una voz distinta desde otra parte del salón; reconocí que le pertenecía al Maestro Venerable.
"Cómo ningún hombre puede hacerse masón a menos que sea libre y de edad madura, ahora yo te demando, ¿eres un hom­bre libre y tienes la edad de 21 años?
"Sí.
"Habiendo respondido esa pregunta de manera tan satisfac­toria, hay otras que de inmediato procederé a plantearte y que confío responderás con igual honestidad. ¿Das tu palabra de honor de que, sin ser influenciado por las solicitudes impropias de amigos en contra de tus propias inclinaciones, o por ser mer­cenario o por ningún otro motivo que no valga la pena, libre y voluntariamente te ofreces a ti mismo como candidato para los misterios y privilegios de la francmasonería? ¿Declaras además con toda seriedad, por tu honor, que eres instado a solicitar estos privilegios por una opinión favorable y preconcebida de nuestra orden, una avidez general por el conocimiento y un deseo sincero de rendir tus servicios en forma más extensa para con tus prójimos?
"Sí."
La daga que había sido sostenida con firmeza contra mi pecho fue retirada (aunque en ese momento yo no lo sabía), pero la soga (un cable de remolque) seguía alrededor de mi cuello. El hombre a mi derecha me susurró al oído que me arrodillara y se dijo una pequeña oración, invocando al Supremo Gobernador del Universo (Dios, descrito en forma neutral para que sea igualmente accesible a los miembros de cualquier religión monoteísta).
La ceremonia continuó; mi ayudante me guió por el perí­metro del templo, deteniéndose tres veces para presentarme como un "pobre candidato en un estado de oscuridad". Pese a que no podía verlo, en el centro del suelo del templo había un rectángulo de cuadros blancos y negros En la esquina occiden­tal estaba el trono del Maestro Venerable, en el sur se sentaba el Primer Vigilante y en el oeste el Segundo Vigilante, ambos en tronos menores.

Después de mis tres vueltas completas, me llevaron, aún vendado, al trono del Maestro Venerable, quien me preguntó: "Habiendo permanecido en un estado de oscuridad, ¿cuál es el deseo que predomina en tu corazón?"
Una vez más, la respuesta me fue susurrada al oído.
"La luz.
"Entonces deja que esa bendición sea restaurada."
Me quitaron la venda y, mientras mis ojos se acostumbraban, pude ver que me encontraba frente al Maestro Venerable, quien de inmediato dirigió mi atención hacia las luces emblemáticas de la francmasonería que se explicaban como el Volumen de la Ley Sagrada (para los candidatos cristianos era la Biblia), la Escuadra y el Compás. Luego me dijo que había adquirido el rango de Aprendiz Francmasón, el primero de los tres grados por los que tendría que pasar antes de ser aceptado como un Maestro Masón completo. Me explicaron los signos secretos, apretones de manos y contraseñas del Primer Grado y me dijeron que la columna del lado izquierdo que se hallaba a la entrada del Tem­plo del Rey Salomón tenía especial significado para los francmasones. Ambas columnas, la de la derecha y la de la iz­quierda, están reproducidas en la logia y se encuentran detrás y a ambos lados del Maestro Venerable. A la de la izquierda se le dio el nombre de Boaz, bisabuelo de David, rey de Israel.
Después de deambular varias veces alrededor del templo, me dieron un sencillo mandil blanco de piel curtida que simbo­lizaba el rango que acababa de obtener. Después me dijeron que "es más antiguo que el Vellocino de Oro o el Águila Romana, más honorable que la Estrella, la Insignia o cualquier otra orden que exista, siendo la insignia de la inocencia y el vínculo de la amistad...". Esta sección resultó ser una parte del ritual masónico en particular reveladora; como mostramos más adelante, contie­ne clara evidencia de haber sido construida en tres periodos de la historia muy distintos, del genuinamente ancestral al relativa­mente moderno.
A lo largo de la ceremonia, se me recomendaron varias virtu­des sociales y morales mediante el uso de algunas analogías arquitectónicas, por ejemplo, relacionando las herramientas del albañil con métodos de mejora personal. Hacia el final de la ceremonia de iniciación, me alarmé al saber que hay preguntas de prueba que deben aprenderse de memoria para poder ascender al siguiente grado, el de Compañero Francmasón. Entre estas pre­guntas y respuestas hay pedazos de información que intrigan más de lo que informan:
Pregunta: "¿Qué es la francmasonería?"
Respuesta: "Un peculiar sistema de moralidad, envuelto en alegoría e ilustrado por símbolos".
Pregunta: "¿Cuáles son los tres grandes principios en los que se fundamenta la francmasonería?"
Respuesta: "Amor fraternal, alivio y verdad".

Para cualquier candidato el primero de estos principios sue­na razonable, pero los dos siguientes son un poco difíciles de comprender. ¿Alivio de qué? ¿Cuál verdad?
Siendo ahora un hermano aceptado por completo, aunque sólo un simple aprendiz recién ingresado, dejé el templo sintiendo que algo especial había pasado, pero sin tener idea de lo que todo ello podría significar. Siguió la comida festiva y, en mi papel de hombre del momento, se me situó a la izquierda del Maestro Venerable. Hubo brindis y discursos y todos pasamos un buen rato. Cierta­mente no habían sido revelados los misterios de la Ciencia. Tal vez, pensé, todo se aclararía en la siguiente ceremonia.
No fue así.

LOS MISTERIOS OCULTOS DE LA NATURALEZA Y LA CIENCIA
Unos meses después participé en una ceremonia de Segundo Grado para adquirir el rango de Compañero Francmasón. Esta vez entré al templo con los demás hermanos, y usando el senci­llo mandil blanco de piel curtida que era el símbolo de mi genuina inocencia... y muy humilde posición. Entonces la logia se abrió en el Primer Grado y, como candidato a la elevación, se me puso a prueba mediante la respuesta a las preguntas que se me explica­ron al final de la ceremonia anterior. Tan pronto como terminé esta prueba de mis habilidades para recitar jerigonza, me dije­ron que dejara el templo temporalmente para ser preparado de manera apropiada para la ceremonia de aprobación.
Me volvieron a admitir vistiendo las mismas ropas que usé en mi ceremonia de iniciación, ahora con la pierna izquierda y el pecho derecho desnudos. En tanto que los diáconos me conducían alrededor del templo, se me revelaron nuevas contrase­ñas y signos, incluyendo una postura con las manos alzadas que se dice se originó cuando "Josué peleó las batallas del Señor (en el valle de Josafat) y pidió que el sol detuviera su curso hasta que la derrota de sus enemigos fuera completada". Más tarde esto resultó ser muy significativo.
La columna a la derecha de la entrada del Templo del Rey Salomón se describió como el complemento de la información proporcionada en el grado anterior con respecto a la columna izquierda. Esta columna derecha, identificada como Jachin, tomó su nombre del gran sacerdote que ayudó a la dedicación de esta sección del templo en Jerusalén. Las columnas gemelas, Boaz y Jachin, se convertirían en puntos esenciales de nuestra futura investigación. Se dice que el primero representa la fuerza o que en él hay fuerza; el segundo, establecerse, y cuando se unen, la estabilidad.
Al término de la ceremonia de Segundo Grado, se me permi­tió extender mis investigaciones a los misterios ocultos de la naturaleza y la ciencia.
Una vez más, después de la ceremonia se sirvió la comida y la bebida y hubo discursos y cantos.

UNA CHISPA DE LUZ
Meses más tarde, como Compañero, usando un mandil blanco con dos rosetones azules, se me eligió para ser ascendido a lo que suele llamarse el "sublime" grado de Maestro Masón; pero primero era necesario que probara mi competencia una vez más aprendiendo las respuestas a nuevas preguntas.
Durante mi práctica de las respuestas, me llamó la atención el hecho de que "nuestros hermanos ancestrales recibían sus sala­rios en la cámara media del Templo del Rey Salomón, sin escrúpu­los o vergüenza por la gran confianza que tenían en la integridad de sus empleadores en aquellos días" .Tras un cuidadoso estudio de la Biblia, no encontré mención alguna sobre la cámara media del Templo de Salomón. Semejante error es improbable, de manera que, para que tenga sentido, asumimos que las preguntas de prue­ba indicaban que en el pasado la hermandad pudo confiar en sus empleadores, pero tal vez no podría hacerlo ahora.

En esta etapa también se me dio una referencia aparente­mente bíblica, la cual no aparece en la Biblia, pero que indica la misión que se me confiaría una vez que fuera ascendido al grado sublime de Maestro Masón: "Porque el Señor ha dicho en la fuerza estableceré Mi Palabra en esta Mi Casa que permanece­rá firme por siempre".
Esta cita sería de extrema importancia, aunque no tiene sentido alguno para los francmasones modernos, ni lo tuvo para ninguno de nosotros cuando la escuchamos por primera vez.
Se me dio una contraseña que me permitía volver a entrar al templo cuando se hubieran iniciado sus rituales, ya como una logia de Maestros Masones. Esta vez las cosas fueron muy dife­rentes y dramáticas.
Regresé al interior del templo para hallarlo en completa os­curidad, excepto por la solitaria llama de una vela que ardía al este y frente al Maestro Venerable. En un salón tan grande y sin ventanas, la vela solitaria daba poca de la preciada ilumina­ción, pero, cuando mis ojos se acostumbraron, pude distinguir caras detrás de ella y captar la forma de todo el templo en som­bras negras y gris oscuro. Después se me informó de manera dramática que el tema de este grado era la muerte misma.
La ceremonia empezó con un breve resumen de los grados anteriores:
Hermanos, cada grado de la masonería es progresivo y no pue­de ser alcanzado más que con tiempo, paciencia y constancia En el Primer Grado, se nos enseñan las obligaciones que le debemos a Dios, a nuestro prójimo y a nosotros mismos. En el Segundo Gra­do, somos admitidos a participar en los misterios de la ciencia humana, y a seguir la bondad y majestuosidad del Creador, me­diante el análisis minucioso de sus obras Pero el Tercer Grado es el cemento del todo, está calculado para unir a los hombres por me­dio de aspectos místicos del compañerismo, como en un vínculo de afecto y amor fraternal, señala la negrura de la muerte y la oscuridad de la tumba como un presagio de una luz más brillante, que podría seguir a la resurrección de los justos, cuando estos cuerpos mortales que por tanto tiempo han estado dormitando en el polvo sean despertados, reunidos con su espíritu congéne­re, y vestidos de inmortalidad
Después se dijo una oración que concluía con:
.. .Te suplicamos impartir Tu gracia a este Tu sirviente que busca participar con nosotros de los misteriosos secretos de un Maestro Masón. Dótalo de tal fortaleza que no falle a la hora del juicio, sino que pase seguro bajo Tu protección, a través del oscuro valle de la sombra de la muerte y por fin pueda levantarse de la tumba de la trasgresión para brillar como las estrellas, por siempre.

La ceremonia procedió de manera no muy distinta de las oca­siones anteriores, hasta el punto en que se me obligó a repre­sentar una notable historia que explica la forma en que se per­dieron los verdaderos secretos de un Maestro Masón. Yo hice el papel de un personaje que no existe fuera de los rituales de la masonería; se le había dado el nombre de Hiram Abif: El Maestro Venerable contó la historia:

.. .la Naturaleza presenta otra gran y útil lección, el conocimien­to de ti mismo. Te enseña, por medio de la contemplación, a prepararle para las horas finales de tu existencia; y cuando, a causa de semejante contemplación, te ha guiado por los intrincados veri­cuetos de ésta, tu vida mortal, finalmente te enseña cómo morir. Ta­les, mi querido hermano, son los peculiares fines de éste, el Tercer Grado de la francmasonería. Te invitan a reflexionar sobre ese horrible tema y te enseñan a sentir que, para los hombres justos y rectos, la muerte no se iguala en terror al estigma de la falsedad y el deshonor
De esta gran verdad, los anales de la francmasonería propor­cionan un glorioso ejemplo con la fidelidad inquebrantable e ino­portuna muerte de nuestro Gran Maestro Hiram Abif, quien perdió la vida justo antes de terminar el Templo del Rey Salomón, en la construcción de la que, como sin duda estás enterado, era el principal arquitecto. Su muerte sucedió como sigue:
Quince hermanos de esa peculiar clase designados para presi­dir sobre los demás, dándose cuenta de que el templo estaba pronto a terminarse pero que ellos todavía no poseían los genuinos se­cretos de un Maestro Masón, conspiraron para obtenerlos a cualquier costo, aun teniendo que recurrir a la violencia. En la tarde que pondrían en práctica su conspiración, doce de los quin­ce se retractaron, pero tres de carácter más determinado y atroz que el de los demás persistieron en sus designios impíos, y para ese propósito se situaron en las entradas sur, oeste y este del tem­plo respectivamente, adonde nuestro Maestro Hiram Abif se había retirado para adorar al Más Alto como era su costumbre, siendo la hora de las doce
Terminadas sus devociones, se preparó para retirarse por la puerta sur, donde fue abordado por el primero de estos rufianes, quien, a falta de un arma mejor, se había armado con una ploma­da; de manera amenazante le exigió a nuestro Maestro, Hiram Abif, los secretos genuinos de un Maestro Masón, advirtiéndole que la muerte podría ser la consecuencia de su negativa; pero, respe­tuoso de su obligación, él replicó que aquellos secretos eran sa­bidos por tres en el mundo y que sin el consentimiento de los otros dos, no podía divulgarlos, ni lo haría, ahora bien, indicó que no tenía la menor duda de que la paciencia y la perseverancia podrían, a su debido tiempo, habilitar al masón digno para partici­par de ellos. Pero que prefería sufrir la muerte que traicionar la sagrada confianza puesta en él.
Como esta respuesta no resultó ser satisfactoria, el primero de los rufianes lanzó un violento golpe a la sien derecha del maes­tro, pero, sorprendido por la firmeza de su proceder, sólo lo alcan­zó de reojo Aun así, lo hizo con fuerza suficiente como para lograr que se tambaleara y cayera al suelo sobre su rodilla izquierda
En este momento sentí un golpe ligero en la sien y mis dos guías, conocidos como diáconos, me indicaron que debía dejarme caer sobre la rodilla para imitar la historia.
Recuperándose de esa situación, se apuró hacia la puerta oeste, donde se enfrentó con el segundo rufián, al cual le contestó co­mo antes, aun con la misma firmeza, cuando aquel, que estaba armado con un nivel, le dio un violento golpe en la sien izquierda que lo tiró al piso sobre su rodilla derecha.
Otra vez sentí un toque en la sien y fui empujado hacia abajo hasta mi rodilla derecha.
Viendo coartada toda posibilidad de escape en estos dos accesos, nuestro Maestro avanzó tambaleante, abatido y sangrante, hacia la puerta este, en la que estaba apostado el tercer rufián, quien, al recibir una respuesta similar a sus insolentes demandas, ya que nuestro Maestro seguía fiel a su obligación aun en su momento más difícil, le dio un violento golpe de lleno en el centro de la frente con un pesado mazo de piedra, que lo tendió sin vida a sus pies... así fue su muerte.
A la luz de la vela vi al Maestro Venerable alcanzar desde su trono un instrumento que tocó mi frente y sentí que muchas manos me jalaban hacia el piso. Me sostuvieron derecho, con los pies en su lugar, de manera que me desplacé hacia atrás sumergiéndome en la oscuridad. En cuanto toqué el suelo se me en­volvió de inmediato con una mortaja, dejando descubierta sólo la parte superior de mi cara. El Maestro Venerable continuó.
Hermanos presentes en la reciente ceremonia, así como en su situación presente, a nuestro Hermano se le ha hecho representar a uno de los personajes más brillantes en los anales de la francmasonería, es decir, Hiram Abif, quien perdió la vida antes de traicionar la sagrada confianza depositada en él. Y confío en que esto causará una impresión perdurable, no sólo en su mente, sino en las suyas, si alguna vez se encuentran en circunstancias de prue­ba similares.
Hermano Primer Vigilante, intenta ahora elevar al representante de nuestro Maestro con el apretón de manos de un Aprendiz
El Primer Vigilante se agachó, tomó mi mano por debajo de la mortaja y jaló. Mi mano se resbaló de entre sus dedos.
Maestro Venerable, resulta que este apretón de mano se resbala
Figuras vagas marcharon alrededor de mi tumba por unos mo­mentos, antes de que el Maestro Venerable hablara de nuevo
Hermano Segundo Vigilante, intenta tú el saludo de Hermano. Resultó tan ineficaz como el primer intento.
Hermanos Vigilantes, ambos han fallado en su cometido. Aún que­da un tercer método peculiar, conocido como el saludo de la Garra del León o la Garra del Águila, que se da sosteniendo con firmeza los tendones del puño de la mano derecha con las pun­tas de los dedos y alzándolo en los cinco puntos del compañe­rismo, del cual, con ayuda de ustedes, haré un intento ahora.

El Maestro Venerable tomó mi puño con fuerza y jaló, levantándole al instante sobre mis pies (véase la figura 3). Otra vez manos invisibles sostuvieron mi peso. Conforme alcancé la po­sición vertical, el Maestro Venerable susurró dos palabras pecu­liares a mi oído. Ahora sabía ambas partes de la Palabra del Ma­són. En el momento carecía de significado, pero, como se mos­trará más adelante, en nuestras investigaciones hemos descu­bierto su ancestral y fascinante significado.
De este modo, mi querido hermano, todos los Maestros Masones han sido levantados de una muerte figurativa, a una reunión con los compañeros de su pasada pena. Ahora déjame rogarte que observes que la luz de un Maestro Masón no es más que oscuri­dad visible, que sólo sirve para expresar las tinieblas que se cier­nen sobre el prospecto del porvenir Es ese misterioso velo de oscuridad el que no puede penetrar el ojo de la razón humana, a menos que sea con la ayuda de esa divina luz que viene de arriba. Aun así, por este rayo luminoso percibirás que estás justo en la orilla de la tumba a la cual acabas de descender de manera figura­da, y la cual, cuando esta vida transitoria se haya ido, te recibirá de nuevo en su frío seno.
Mientras el Maestro Venerable decía estas estremecedoras pala­bras, iba dirigiendo mi mirada hacia abajo y a mi derecha, donde apenas podía distinguir en la oscuridad la forma de una tumba abierta, con un cráneo humano y dos fémures cruzados debajo (véase la figura 2). Por primera vez en una ceremonia masónica, sentí una fría oleada de escalofrío recorrer mi cuerpo.
Deja que esos emblemas de mortalidad, que ahora yacen ante ti, te dirijan a contemplar tu inevitable destino y guíen tus reflexio­nes al más interesante y útil de todos los estudios humanos, el conocimiento de ti mismo.
Ten cuidado de representar tu tarea asignada mientras toda­vía es de día; escucha la voz de la Naturaleza que conlleva la sabiduría de que, aun en este armazón perecedero, reside un principio vital e inmortal, que inspira una sagrada confianza, que el Señor de la Vida nos permitirá atropellar al Rey de los Terrores que está debajo de nuestros pies, y elevar la mirada.
El Maestro Venerable indicó hacia arriba y a la izquierda, hacia un resplandor de luz en el este (en dirección exactamente opues­ta a la tumba), donde pude ver la pequeña e iluminada forma de una estrella.
... A esa brillante estrella matutina cuyo ascenso trae paz y tran­quilidad a los fieles y obedientes de la raza humana.
Mi ceremonia de ascenso me hizo renacer al estatus de Maestro Masón y concluyó con el otorgamiento de más contraseñas y saludos de mano, y más analogías constructoras que me provee­rían de una guía en la mejora de mis cualidades como masón, y como miembro de la sociedad. Después, en otra reunión formal de la Logia, se explicó la historia de los acontecimientos que siguieron al asesinato:
Hubo una junta general de los trabajadores de los diferentes de­partamentos, y no se pudo encontrar a tres de la misma clase de capataces. El mismo día, los doce artífices que originalmente se unieron en la conspiración se presentaron ante el Rey e hicie­ron una confesión voluntaria de todo lo que sabían, hasta el pun­to de separación del resto de los conspiradores. Naturalmente incrementados sus temores con respecto a la seguridad de su ar­tista jefe, seleccionó a quince compañeros de la Ciencia de su confianza, y les ordenó que hicieran una búsqueda diligente de la persona de nuestro Maestro, para asegurarse si todavía estaba vivo, o si había sufrido en el intento de sacarle a la fuerza los se­cretos de su elevado cargo.
Habiéndose fijado un día para su regreso a Jerusalén se orga­nizaron en tres logias de Compañeros de la Ciencia y partieron de las tres entradas del templo Se perdieron muchos días en búsque­das infructuosas; de hecho, un grupo regresó sin haber descubier­to nada importante El segundo fue más afortunado, pues en la tarde de cierto día, tras haber sufrido las más grandes privaciones y fatigas personales, uno de los Hermanos que se había recostado para descansar, para levantarse se ayudó agarrándose de un arbus­to cercano, el cual, para su sorpresa, se desprendió con facilidad de la tierra. Al examinarlo de cerca, encontró que la tierra había sido removida recientemente; llamó a sus compañeros y, uniendo sus esfuerzos, reabrieron la tumba y encontraron el cuerpo de nuestro Maestro enterrado de forma indecente. Lo cubrieron de nuevo con todo respeto y reverencia, y para distinguir el sitio, enterraron una vara de acacia a la cabeza, de la tumba. Después se apresuraron hacia Jerusalén para comunicar la penosa noticia al rey Salomón.
Cuando la pena inicial del rey se apaciguó, les ordenó que re­gresaran y levantaran un sepulcro para nuestro Maestro, como co­rrespondía a su rango y sus exaltados talentos, informándoles al mismo tiempo que con su muerte se habían perdido los secretos de un Maestro Masón. Por consiguiente, les encargó que fueran particularmente cuidadosos en observar cualquier Signo, Señal o Palabras casuales en que pudieran ocurrir, en tanto rendían este último y triste tributo de respeto al mérito que se había ido.
Desempeñaron su tarea con extrema fidelidad, y al reabrir la tumba, uno de los Hermanos, mirando alrededor, observó a algunos de sus compañeros en esta posición...
Después se me explicó cómo los Compañeros de la Ciencia trataron de levantar a Hiram Abif con las palabras y apretones utilizados en mi propio levantamiento figurado, y cómo desde aquellos tiempos se adoptaron esos elementos como la desig­nación de todos los Maestros Masones a lo largo del universo, hasta que el tiempo y las circunstancias restablecieran los genuinos. Luego la ceremonia continúa:
Mientras tanto, el tercer grupo dirigió su búsqueda en dirección de Joppa. y estaban meditando sobre su retorno a Jerusalén cuando, al pasar accidentalmente por la entrada de una caverna, escucharon sonidos de profunda lamentación y arrepentimiento. Al entrar a la cueva para investigar la causa, encontraron a tres hombres que res­pondían a la descripción de los que estaban perdidos, quienes, por estar acusados de asesinato, y al encontrar toda posibilidad de esca­pe coartada, hicieron una confesión completa de su culpa. Fueron atados y conducidos a Israel, donde el rey Salomón los sentenció a la muerte que la perversidad de su crimen merecía con creces.
Nuestro Maestro fue vuelto a enterrar tan cerca del Sanctum Sanctorum como la ley israelita lo permitió; ahí, en una tumba, noventa centímetros al este desde el centro y noventa al oeste, a noventa centímetros entre el norte y el sur y metro y medio o más perpendicularmente. No podía ser puesto en el Sanctum Sanctorum porque nada común o que no fuera limpio podía en­trar ahí, ni siquiera el sumo sacerdote y una sola vez al año; ni  hasta después de muchas limpias y purificaciones antes del gran día de la expiación de los pecados, porque, según la ley israelita, toda la carne era considerada sucia
A los quince Compañeros de la Ciencia de confianza se les ordenó asistir al funeral, vestidos con mandiles y guantes blancos como emblemas de su inocencia
La ceremonia continuó en forma similar a los dos grados ante­riores y yo la terminé como un completo Maestro Masón. Meses después, dado que no había candidato para avanzar en la reunión de la Logia, un Antiguo Maestro dio una explicación del Tercer Grado. Los tres villanos que asesinaron a Hiram Abif fueron iden­tificados como Jubela Jubelo y Jubelum, conocidos en conjunto como los Juwes, que en inglés se pronuncia Joo-ees y en español, Yu-is. Se dieron en detalle los sonidos de profunda lamenta­ción y arrepentimiento escuchados en la caverna. Se oyó que los reos sentían un profundo remordimiento y deseaban terri­bles castigos para ellos mismos por sus viles acciones. A su debi­do tiempo, se les concedieron sus deseos: el rey Salomón los mandó ejecutar de la manera que cada uno había identificado para sí mismo. Éstas se describen en el ritual, pero nosotros no las revelamos porque incluyen parte de los recursos de la identificación masónica.
Los extractos de los tres niveles del ritual masónico que hemos dado aquí les parecerán sumamente extraños a los lectores le­gos, pero les serán muy familiares a los compañeros francmaso­nes. La familiaridad, sin embargo, sólo sirve para hacer parecer normales estas inexplicables actividades, cuando de cualquier forma son extrañas . Algunos masones creen que las historias son ciertas, tal como algunos cristianos aceptan las leyendas del Antiguo Testamento; otros las toman como un poco de diver­sión con visos de moral. Muy pocos se ponen a reflexionar so­bre dónde se habrán originado tan extraños rituales.
Muchos de los personajes principales son fáciles de identifi­car en la mitología judeocristiana, por ejemplo, el rey Salomón, Boaz, Jachin y algunos otros que no hemos identificado, pero la personalidad clave es un completo misterio. Hiram Abif no es mencionado en absoluto en el Antiguo Testamento, no se nom­bra a ningún constructor del templo y no está registrado nin­gún asesinato de un sumo sacerdote. Algunos críticos cristianos de la francmasonería condenan a la Ciencia porque alegan que glorifica la resurrección de un hombre que no es Jesucristo, y porque es en esencia una religión pagana. Pero es importante hacer notar que Hiram Abif, una vez asesinado, permaneció muerto; no hubo retorno a la vida ni sugerencia alguna de una vida después de la muerte. No hay cabida para lo sobrenatural en el ritual masónico y es por eso que los miembros de muy distintas religiones, incluyendo judíos, cristianos, hindúes y budistas, han encontrado que la masonería es complementaria a sus propias creencias teológicas y no entra en conflicto con ellas.
La historia central es muy simple y ordinaria, sin ninguna estructura dramática especial o ningún valor simbólico obvio. Sí, Hiram Abif murió antes de traicionar sus creencias; pero así lo han hecho innumerables hombres y mujeres, antes y des­pués. Si alguna persona o personas se propusieran inventar una historia que fuera fundamental para una nueva sociedad, con seguridad habrían salido con algo más notable y evidente. Fue este pensamiento el que provocó que empezáramos a profundi­zar más en nuestra búsqueda de los orígenes de la orden.
Compartíamos la misma frustración con respecto a la vaga explicación convencional acerca de dichos orígenes. Nuestras discusiones se hicieron más frecuentes y nuestro interés creció conforme nos estimulábamos mutuamente. Pronto decidimos emprender una investigación estructurada con los objeti­vos mutuos de identificar al personaje que conocíamos como Hiram Abif y encontrar los secretos perdidos de la francmaso­nería. En aquel tiempo ninguno de los dos creía que tuviéramos la oportunidad de lograr el éxito en esta extraña búsqueda, pero estábamos seguros de que el viaje sería interesante. No lo sabía­mos en el momento, pero habíamos puesto en marcha una de las investigaciones detectivescas más grandes de todos los tiem­pos, y tampoco sabíamos que nuestros descubrimientos serían de gran importancia, no sólo para los francmasones, sino para el mundo en general.

CONCLUSIÓN
Hay muy poco del ritual masónico que podría describirse como ordinario. El candidato está vendado, despojado de dinero y objetos de metal, vestido como un hereje acusado en su cami­no a la horca y por último se le dice que el tema de su último grado es cómo morir. El viaje de la oscuridad a la luz es de obvia importancia, como lo son las dos columnas llamados Boaz y Jachin, que simbolizan la fuerza y el establecimiento, y que uni­dos significan estabilidad.
La francmasonería sostiene que es más antigua que el Vello­cino de Oro o el Águila Romana y aspira al amor fraternal, el alivio y la verdad, aunque la investigación de los misterios ocul­tos de la naturaleza y la ciencia se presentan como muy impor­tantes. Los secretos genuinos de la orden, se nos dice, están per­didos y han sido sustituidos por otros secretos en su lugar hasta el tiempo en que se encuentren los verdaderos.
El personaje central de la francmasonería es el constructor del Templo del Rey Salomón, llamado Hiram Abif, quien fue ase­sinado por tres de sus propios hombres. La estilizada muerte y resurrección del candidato es el acto que hace a un Maestro Masón, y cuando se alza de su tumba, la brillante estrella matu­tina está en el horizonte.
¿Dónde pudieron haberse desarrollado tan extrañas ideas? y, ¿por qué? Sólo podíamos comenzar nuestra investigación consi­derando las teorías conocidas.

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