sábado, 28 de febrero de 2015

El sombrero masónico

El sombrero masónico
Uno de los enseres más misteriosos del atuendo masónico es el sombrero. Sobre él existe poca o casi nula información en la literatura de los tres grados de la masonería Universal.
En la doctrina masónica de Ap:. publicada en español (la bibliografía es muy extensa por lo que omito citar en particular obra alguna) se dice casi unánimemente que el atuendo masónico consta de mandil y guantes blancos; en la correspondiente al 3er grado, se habla de la banda (en algunos ritos como el francés moderno su uso es opcional). Pero en ningún caso se habla expresamente del sombrero.
El sombrero ha sido de uso común entre los constructores desde la mas remota antigüedad, al igual que el mandil y los guantes; el primero para protegerse de los elementos y los segundos para cubrirse de las rajuelas de la cantera.
No obstante, si esto fuera así, quienes debieran usarlos serían entonces principalmente los AAp:. y CComp:., que son quienes están en la mina y en la cantera, en lugar de los maestros, que dirigen el trabajo, o bien todos sin excepción, pero como sabemos esto no sucede así. Por supuesto que todas estas prendas tienen un sentido esotérico y ritual, propio del oficio.
Para ejercer y ser partícipe del Arte, son necesarias las herramientas e instrumentos y la personalidad profesional que se presume haber adquirido.
Es difícil imaginar a un mago sin el sombrero cónico y su túnica, a un abogado sin su toga y su birrete, a un médico sin su bata blanca, a un sacerdote sin su sotana y su mitra, a un militar sin uniforme, etc.
Desde el punto de vista hermético, durante las ceremonias rituales de prácticamente todas las religiones, por lo regular quien las oficia o los personajes de alto rango en la jerarquía eclesiástica o los participantes en general, mantienen cubierta su cabeza, en particular la coronilla.
Y es que la cabeza es receptáculo de la fuerza vital, de la mente, la inteligencia, la sabiduría, el alma, la razón y la coronilla el asiento del Chakra Supremo.
La Corona de los soberanos no era un mero elemento decorativo.
El metal o metales de base, la combinación de piedras preciosas y/o semi preciosas, el mismo procedimiento de forjado, era producto de un concienzudo trabajo astrológico, alquímico y mágico, tendiente a potenciar las facultades y minimizar las debilidades de quien debiera ser su único portador, tal como se hace aun en la actualidad con el anillo de un nuevo papa o con el sombrero del mago.
En la antigua Roma, los esclavos liberados Frigios acostumbraban usar un gorro, que después se convirtió en emblema de Libertad. En los misterios de Eleusis, al colocarle el gorro Frigio al iniciado se le decía: “Recibe este gorro que es un símbolo más valioso que cualquier corona real”.
A los judíos, el gorro (kiphá) se les pone a la edad de 13 años, y se hace una ceremonia especial que se llama Bar o Bat Mitzvá, que significa el tiempo en que se despierta en el alma el deseo de impartir.
Es por primera vez que los jóvenes leen ante la comunidad la Torá, es decir, comparten con ella el conocimiento o las enseñanzas divinas. Guardan porciones de la Torá llamadas Tefilín, dentro del gorro y en el brazo izquierdo.
Los Tefilín de la cabeza sirven para conectar con la energía positiva y como resultado de ello, tener conciencia cósmica y una percepción pura, los del brazo para atar y contener la energía de la columna izquierda del deseo de recibir para sí sólo, con el fin de impartir, estableciendo un equilibrio armonioso entre la izquierda y la derecha.
En el catolicismo, el Sacerdote oficiante usa la tiara y los obispos, cardenales, etc. usan el bonete, un tocado que cubre su coronilla, similaral Kippa Judío. Su color es igual al de su respectiva sotana, de acuerdo a su jerarquía.
Se utiliza para impedir la evaporación y la consiguiente merma de energía que el sacerdote durante la ceremonia va acumulando en su interior y que más tarde, en el preciso momento de la bendición, descarga en beneficio de los fieles, sin permitir que por natural propensión esa energía retorne sin provecho a los planos superiores.
Estos ejemplos ilustran lo que dentro de la Masonería podemos comprender en una forma sencilla: El gorro impide que el Maestro pierda energía y mantenga su capacidad de irradiar sus luces y conocimientos.
Socialmente, el sombrero era una parte del vestuario en la época cuando se fundo oficialmente la masonería especulativa.
En las pinturas del siglo XVIII y XIX alusivas a iniciaciones y otras ceremonias, vemos a los masones ataviados con esa prenda. Aún lo fue hasta bien entrada la década de los 60 del siglo XX. En francés, el gorro o sombrero cuyo uso se dice que es prerrogativa de los MM:. MM:., se llama también “Couvre-Chef”, de donde surge la duda sobre su traducción correcta: En el diccionario, este término se traduce como sombrero, toca o chapeo (Chapeau, o sombrero, en francés). Pero ninguna de ellas satisface, dada la connotación que tiene asociada.
Independientemente de lo anterior, cabe señalar que el sombrero masónico es denominado de diferente manera: “sombrero”, “birrete”, “gorro”, “triángulo”, “toca”, “frigio”, etc.; y puede encontrarse de formas muy variadas: Podemos ver a masones ataviados en Logia con un sombrero de Copa; un sombrero de tres picos; un sombrero tipo turco o marroquí, una boina, un tocado de estilo musulmán, forma helicoidal que parece ser la más generalizada.
En lo que si hay aparentemente un consenso general, es que el sombrero masónico debe ser de lana, de color negro, liso, en muchos casos lleva al frente una Escuadra y un Compás con la “G” en medio. También a veces, luce alrededor de su parte inferior un cordón negro, dorado o plateado. Hay masones que afirman que según la costumbre, el sombrero masónico forma parte de los arreos del grado de Maestro, aunque –repetimos- no existe ningún fundamento documental al respecto.
Algunos de ellos lo usan en todas las cámaras, otros –los más- sólo en la Tercera y aún cuando no está prohibido, puede interpretarse que quien no lo usa lo está haciendo fuera de la etiqueta que se debe observar. Se dice también de manera oficiosa, que el sombrero que se debe portar es aquel en uso en el país o región donde se trabaja, lo cual debe tener sus reservas, pues por ejemplo, los masones mexicanos de la región del bajío se verían en aprietos o trabajarían con poca comodidad portando el elegante sombrero de charro dentro del templo.
Haciendo gala de su eclecticismo, hay quien propone que si la ceremonia se lleva a cabo en un sitio cerrado y caluroso, lo mejor sería llevar una “Kipa” judía, pequeña y poco pesada; si se hace a la intemperie de noche, entonces usar una buena boina vasca (“txapela”) que es muy suave y calentita; si de hace a la intemperie y a mediodía (con un buen sol de justicia) un sombrero de Panamá (aunque se llamen así los fabrican en el Ecuador) que es ligero y fresco, etc.
El documento “La Orden de los Francmasones traicionada y sus Secretos Revelados” (Abad Gabriel Perau, 1742, París), contiene dos grabados muy conocidos, representando una ceremonia de Iniciación y una de Exaltación, respectivamente. En ellos se remarca que todos los Hermanos presentes portan el sombrero, a excepción del recipiendario.
Desde 1774, los masones de Lyon Francia, pertenecientes a la Estricta Observancia Templaria, usan obligatoriamente el sombrero en Logia.
Sus rituales de 1775 y 1776 dan constancia de ello. En 1789, el Rito alemán de Schroeder, impregnado también de la Estricta Observancia Templaria, impuso el uso del sombrero, que es retirado al candidato antes de su recepción, para serle devuelto en cierto momento de la Ceremonia.
En otros lugares, como en la región de Bristol, el día de la colocación de una piedra de fundación o de la consagración de un nuevo Templo, todos los hermanos deben portar el sombrero. De la misma manera, durante los días en que se celebran las reuniones provinciales, todos los HH:. deben cubrirse con él, tanto para entrar en Logia como para salir de ella.
Cabe reiterar que en ningún ritual ni libro de doctrina masónica disponible en español, se hace referencia a esta costumbre y su forma correcta de practicarla. La información que se tiene de él proviene de referencias aisladas de documentos en inglés y francés y de lo que se ha preservado (o tergiversado) de boca a oído. Al respecto, encontramos una breve referencia en una obra en Francés del H:. Christian Guige: “El uso del sombrero masónico es una reminiscencia de las costumbres masónicas del siglo XVIII.
Constituye un elemento de “nobleza” y de calidad, pues solo los reyes, los príncipes, los miembros de la corte, los titulares de un cargo importante, usaban el sombrero.
La sociedad de ese momento concedía a los masones derechos de excepción, que los elevaba a la jerarquía social, haciéndolos entrar en el cenáculo de los privilegios al concederles ostentar rango igual al de los condes, los duques, lo que era rigurosamente imposible en alguien que no fuera masón.
Sin embargo, estas consideraciones profanas y menores, no parecen satisfacer sino a aquel que no retiene de la masonería más que los hechos sociales o políticos. Los que desprecian el sistema iniciático, olvidar el valor altamente simbólico que posee el sombrero, el “Chef” la Corona de los Reyes.
Los Caballeros Medievales usaban en sus justas un yelmo decorado con plumas, lanzadas hacia el cielo, símbolo aéreo, mercurial, celeste, en perfecta armonía con la vocación errante en la tierra del Caballero. La Corona es la marca de la “Elección”, de la designación o reconocimiento del elegido, del iniciado, como la promesa de acceso al reino donde la vida es eterna. Es emblemática de la iluminación absoluta, Real.
Es la recompensa última de quien habiendo “buscado, perseverado y sufrido”, ha llegado al término de su largo viaje por el Arte Real y que se ve entregado a la “Reintegración”, a la imagen de Kether (la corona) que reina en la cima del árbol sefirótico y que contiene el todo en potencia, latencia y potencialidad. “
Del mismo modo, la forma del sombrero de tres picos (al cual dedicó el Q:.H:. Mozart una de sus obras maestras) usado por nuestros HH:. en el siglo XVIII (de ahí que se le llame triángulo) simbolizaba los tres rayos de fuego o de luz correspondientes a los tres aspectos del poder del eterno.
Situado sobre la parte más alta del cuerpo humano, el sombrero por su forma interior circular, evoca la encarnación en un ciclo, con o que adquiere una connotación supra-humana a aquel que se manifiesta entre el sombrero y el cosmos, entre el hombre y el creador.
El “Couvre Chef” se vuelve así una frontera que delimita lo que se encuentra al nivel y posibilidades del hombre, pero que se vincula a lo relativo a un universo superior.” En consonancia, hay quienes afirman que el sombrero que cubre la testa en los dignatarios y oficiales del taller se denomina “frigio” y al igual que la bayeta del Mandil en los AAp:. y los guantes, éste también cubre un Chakra energético en los MM:. MM:., aunque lamentablemente el uso el sombrero así como de los guantes sea una práctica un tanto olvidada en los talleres.
El uso del sombrero se mantiene vivo en el escocismo. En el R:.E:.A:. y A:. los Maestros Masones acostumbran portarlo cuando sesionan en la Cámara del Medio. En el Rito Escocés Rectificado, el sombrero es parte de la vestimenta masónica, junto con el mandil, los guantes y la espada. No tener su sombrero (o su espada) equivale a querer entrar en Logia sin mandil o sin guantes. Desde el grado de Aprendiz, todos los hermanos traen su sombrero, pero solo los maestros pueden cubrirse con él durante los trabajos. Los Aprendices y Compañeros, no gozando de la autorización para traer puesto el “Chef”, deslizan ligeramente la mitad bajo el mandil, del lado izquierdo.
A manera de colofón puede decirse que en Masonería, resulta evidente que el uso del sombrero o mejor dicho de cubrirse la cabeza, principalmente en ceremonias solemnes, va más allá del uso meramente decorativo, o de una práctica social, o de moda; y trasciende también la simple forma (si es que tuviere alguna “oficial”). Posee un sentido esotérico y ritual profundo, que requiere ser rescatado, en su fondo y forma, para ser usado con todo el conocimiento de causa que se merece.

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