domingo, 22 de febrero de 2015

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS

EL MARTILLO DE LAS BRUJAS 
El Papa Inocencio VIII , entre otras acciones, nombró cardenal al hermano de trece años de su nuera y mató a tres niños de diez años sacándoles la sangre para hacerse una transfusión que no evitó su propia muerte. Este Papa promulga, en 1484, la bula Summis desiderantes affectibus. Con ella, la iglesia reconoce la existencia de la brujería.
Inocencio manda a Alemania a dos monjes dominicos: Jacon Sprenger y Heinrich Kramer. Ellos se encargarán de realizar la primera caza de brujas de la historia.
En 1487, los dos domínicos, expertos en brujería, publican el libro que será dogma para la iglesia y los inquisidores: El “Malleus Malleficarum” o “Martillo de las brujas”.
Los autores explican cómo Dios permite que el Demonio, a través de sus secuaces, los brujos, realice malas acciones en este mundo. La razón por la que Dios lo deja hacer a voluntad es porque, de esta manera, evita males mayores. El Demonio podría destruir el mundo. Dejándole hacer males pequeños, en comparación con la destrucción completa del planeta, el Demonio se entretiene y no se acuerda de hacer cosas más terribles.
La obra describe el modo en que las brujas hacen un pacto con el Demonio. Esto lo prueban en forma absoluta ya que lo han afirmado las propias brujas mientras las torturaban. Ellas han relatado sus hechizos, pactos y actos sexuales con el Demonio.
Por supuesto, Sprenger y Kramer, con total conocimiento del tema, exponen el modo de reconocer a una bruja, de combatirla y cómo se debe proceder. Los inquisidores no deben temer nada porque están protegidos de todo maleficio por decisión divina. Los jueces están autorizados a prometer el perdón a cambio de la confesión. Después de la confesión, se las quema vivas para acabar con el mal. Para saber quién es una bruja alcanza con que algún vecino la acuse. Tampoco es imprescindible una acusación formal. Basta con los rumores. Si se dicen cosas sobre alguien, por algo será.
El libro explica que las brujas producen dos clases de actos: los reales y los irreales. No es cierto que las brujas se conviertan en animales, como lobos o cerdos. Se trata de una ilusión que realiza el Demonio. Pero son reales los vuelos a través de largas distancias, el poder estar en dos lugares al mismo tiempo, las tormentas provocadas, las sequías, el dejar impotentes a los hombres, enfermar de muerte a quien quieran perjudicar. Lo que los autores dicen no poder afirmar en forma terminante es si las brujas tienen hijos con los demonios. Sugieren que es así pero que carecen de la adecuada documentación para aseverarlo sin dudas.
Las pruebas para saber si se trataba de una bruja eran varias. Las más usadas fueron: la prueba del agua que tenía dos variantes: en una, se debía sacar un objeto de un recipiente lleno de agua hirviendo; en la otra, el agua estaba fría y se sumergía al acusado en un pozo, cabeza abajo; si no moría ahogado en unos diez minutos, era inocente. Otra prueba era la de la aguja. Se encontraba una marca del demonio en el cuerpo del acusado (una verruga o un antojo de nacimiento) y se lo pinchaba con un hierro; de sangrar, no era bruja. También, se usaba la prueba del fuego. La bruja tenía que tomar un hierro al rojo y sostenerlo entre sus manos varios minutos o pararse encima del fuego.
Desde la bula de Inocencio y la edición del “Malleus Malleficarum” hasta avanzado el siglo XVIII, se calcula que murieron más de doscientas mil mujeres acusadas de brujería. Muchas fueron asesinadas por la iglesia durante las torturas. La mayoría de los asesinatos fueron en la hoguera.
El “Malleus Maleficarum” ha sido fuente de inspiración para muchos regímenes autoritarios a lo largo de la historia. Contando con la aprobación de la iglesia, que siempre ve con buenos ojos a quienes siguen sus doctrinas reales, se limitaron a cambiar el término “brujas” por “subversivos” y utilizar los métodos de tortura que la iglesia católica les enseñó.

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