EL SIMBOLISMO MASONICO
La Masonería es una institución iniciática y esotérica que revela su enseñanza
a través de determinados códigos basados fundamentalmente en el simbolismo
constructivo. Esto se debe a que la Masonería actual es en gran parte heredera
de los antiguos gremios de constructores, y aunque hoy en día los masones ya no
construyamos edificios, sin embargo ese simbolismo sigue estando vigente, entre
otras razones porque es consubstancial a la Orden Masónica y constituye sus
señas de identidad y su razón misma de ser, como veremos a continuación.
Ante todo los símbolos masónicos se refieren a un conjunto de ideas
relacionadas directamente con el conocimiento de la Cosmogonía, y por tanto del
hombre, pues éste es un cosmos en pequeño, un microcosmos, por decirlo en
lenguaje hermético. Precisamente los antiguos constructores consideraban al
Cosmos como su modelo simbólico por excelencia, y para levantar sus edificios
imitaban las estructuras de ese modelo, reveladas sobre todo a través de las
formas geométricas, entre las que destacan el círculo y el cuadrado, símbolos
respectivos del cielo y la tierra. Esas formas y estructuras simbólicas siempre
responden a unos arquetipos universales, a unos principios que son coetáneos
con cualquier tiempo o circunstancia histórica o personal.
No importa, como decíamos, que los masones de hoy no levantemos edificios. Lo
realmente importante es que esos mismos principios o ideas los podemos conocer
a través de los símbolos que decoran nuestros templos, el más importante de los
cuales es justamente el que se refiere a quien es verdaderamente el Autor de
cuyo Pensamiento surge la Gran Obra de la Creación, conocido en la Masonería
con el nombre de Gran Arquitecto del Universo, y en otras tradiciones, como por
ejemplo la hindú, como el "Espíritu de la Construcción Universal". El
Gran Arquitecto del Universo es el Principio Supremo, la verdadera clave de
bóveda o piedra angular del Templo masónico. Es bajo la influencia de ese
Principio que los masones realizamos nuestros trabajos dentro de la Logia, unos
trabajos en los que junto al estudio de los símbolos está la práctica del rito,
gracias a la cual la propia Logia se torna un espacio significativo análogo a
la misma estructura del Cosmos. Como más tarde veremos, el simbolismo de la
Logia también es uno de los temas de meditación a los que nuestra Orden concede
una importancia muy relevante.
Y ya que hablamos del Gran Arquitecto, creemos que es conveniente señalar que
en la Masonería éste no tiene ningún tipo de connotación religiosa. Y no puede
tenerla porque la Masonería no es una religión, como pueda serlo la católica o
cualquiera otra, sino una organización iniciática que entrega al hombre los
medios y los conocimientos necesarios para su perfeccionamiento como ser
humano. No olvidemos que la Masonería es una Ciencia y un Arte, y su Principio
Supremo se manifiesta como la Inteligencia que organiza el Cosmos, el Templo
Universal, de acuerdo al plan ideal concebido en su Sabiduría, que como se dice
en el Libro de la Ley Sagrada "todo lo hizo en número, peso y
medida". Esto nada tiene que ver con un dios religioso al que se tenga que
"adorar", como si se tratara de algo que está fuera del hombre. Como
dice a este respecto R. Guénon en un artículo titulado "La Ortodoxia
Masónica", perteneciente al volumen II de Estudios sobre la
Franc-Masonería y el Compañerazgo: "El símbolo del Gran Arquitecto del
Universo no es la expresión de un dogma, y que si se comprende como debe serlo,
puede ser aceptado por todos los Masones, sin distinción de opiniones
filosóficas, porque esto no implica por su parte el reconocimiento de la
existencia de un Dios cualquiera". No es, por tanto la adscripción a un
"dogma" lo que se pide a quien entra por primera vez en el templo
masónico, pues de los símbolos allí presentes no se desprende ninguna enseñanza
de ese tipo. No se trata de "creer" en el símbolo, sino de
comprenderlo, pues en la medida en que lo comprendemos y nos penetramos de su
significado profundo seremos uno con la idea que lo conforma. El masón toma al
símbolo como vehículo de Conocimiento y no como un objeto de "culto",
pues sabe que no hay que confundir al símbolo con lo que éste simboliza.
Pero el hecho de que la Masonería no sea una religión no impide que existan
masones que en su vida privada, y en el ejercicio de su libertad, practiquen un
credo religioso determinado, o bien que no practiquen ninguno. Esto a la
Masonería no ha de importarle, pues esas creencias, ya sean religiosas o de
cualquier otro tipo (filosóficas, científicas, políticas, etc.) han de dejarse,
junto con los metales, en la puerta del Templo. Como dice el propio Guénon en
otro artículo titulado "La Gnosis y la Franc-Masonería", ésta
"debe ser pura y simplemente la Masonería. Cada uno de sus miembros al entrar
en el Templo, debe despojarse de su personalidad profana y hacer abstracción de
cuanto sea extraño a los principios fundamentales de la Masonería, principios a
cuyo alrededor todos debieran unirse para trabajar en común en la Gran Obra de
la Construcción universal".1
Por decirlo de alguna manera, lo único que la Masonería "exige" a sus
miembros es una voluntad firme en el "desbastado" y
"pulimento" de la piedra bruta, que como dicen algunos rituales
"es un producto grosero de la Naturaleza, que el Arte de la Masonería debe
pulir y transformar". Ese desbastado y pulimento es justamente el símbolo
del trabajo del masón consigo mismo, lo cual lleva a cabo con las primeras
herramientas que la Orden le ofrece tras recibir el influjo espiritual en el
rito de iniciación: el mazo y el cincel, símbolos respectivos de la voluntad y
la recta intención. La obra de regeneración no puede llevarse a cabo sin una
voluntad firme y perseverante que la desee, es decir sin una fuerza interior
que influya y transmita su poder creativo a la "materia informe" de
la psique desordenada y caótica, simbolizada por la piedra bruta. Pero esa
fuerza interior necesita ser dirigida y orientada por la inteligencia, o mejor,
por el "rigor intelectual", que "distingue" aquello que en
el ser es conforme a la realidad esencial de su naturaleza (lo que ese ser es
en sí mismo), de lo que no son sino sus añadidos superfluos e ilusorios. Así
pues, con el cincel de la inteligencia, impulsado por el mazo de la voluntad,
el aprendiz va limando y corrigiendo las aristas y asperezas de su piedra
bruta, separando lo "espeso de lo sutil", el "caos" del
"orden", lo "profano" de lo "sagrado", operación
alquímica que ha de convertirse en un rito cotidiano, en un ejercicio de cada
momento, pues dicha separación constituye la premisa fundamental a cumplir en
las primeras etapas del proceso iniciático, hasta que con paciencia y
perseverancia alcance ese perfeccionamiento de que hablábamos anteriormente,
ejemplificado en la piedra cúbica y tallada.
La iniciación, o vía en el Conocimiento, despierta en el hombre sus cualidades
innatas, que permanecen "dormidas" o "replegadas" en su
estado ordinario, asimilado por ello al "sueño" y a lo potencial. La
influencia de la iniciación no añade nada que el hombre no posea ya y no forme
parte de su propia esencia. En este sentido, estamos totalmente de acuerdo con
Arturo Reghini cuando dice que ese perfeccionamiento "está ligado al
conocimiento y al reconocimiento de la naturaleza humana y sus posibilidades
inherentes. Es necesario realizar el antiguo precepto del oráculo de Delfos:
conócete a ti mismo. Es necesario buscar en sí mismo el misterio del ser,
considerar la vida humana, sus funciones, sus límites y la posibilidad de
sobrepasarlos, de intervenir activamente en su curso, no abandonarlo a la
deriva, en descubrir y en despertar los gérmenes latentes, los sentidos y los
poderes todavía desconocidos, dormidos y ocultos. Es necesario, en fin,
realizar una obra de edificación espiritual, una transmutación, alcanzar la
virtud y el conocimiento para que el miserable gusano que repta por la tierra
se transforme en gloriosa mariposa volando libremente hacia la justicia".
Para lograr ese fin el mismo Reghini nos dice que no existe otro medio que
"el trabajo masónico basado y sostenido por la iniciación simbólica, es
decir conferida y obtenida a través de la inteligencia de los símbolos
masónicos familiares, a imagen de la obra de arte que se realiza con los
instrumentos del oficio".2
La expresión "Conócete a ti mismo" debería figurar también en el
frontispicio de los templos masónicos. En verdad, nada hay más importante para
el hombre que conocer su verdadera identidad, saber quien hay detrás de esa
máscara a la que llamamos "personalidad", y que la Masonería
identifica con los metales del hombre viejo, "sumergido, como dicen los
rituales, en las más profundas tinieblas".
Como estamos viendo, la idea de transmutación tiene mucho que ver con el
proceso alquímico, y de hecho el "Arte Real" masónico, desarrollado a
través de los tres grados de aprendiz, compañero y maestro, es idéntico a la
"Gran Obra" de la Alquimia, por lo que puede hacerse una
transposición totalmente coherente entre el simbolismo alquímico y el
simbolismo constructivo y arquitectónico. La piedra bruta de la Masonería es,
en este sentido, lo mismo que la "materia prima" de la Alquimia:
tanto en una como en otra están contenidas de manera potencial o virtual todas
las posibilidades que conducen al hombre hacia su regeneración, posibilidades
que, en el caso del aprendiz masón, comenzarán a desarrollarse y a crecer
gracias a la influencia espiritual o intelectual (pues ambos conceptos expresan
lo mismo) transmitida a través de los símbolos y ritos de la Orden.
El símbolo y el rito
Vayamos a ver, pues, algunos de esos símbolos que constituyen, junto a los
ritos, el patrimonio vivo y el verdadero tesoro de la Tradición Masónica. En
aras de una mayor claridad, podemos clasificarlos de la siguiente manera: en
símbolos geométricos y visuales; en símbolos sonoros y vocales; y por último en
símbolos en movimiento, que no son otros que los ritos.
Sobre la importancia de los símbolos geométricos y visuales en la Masonería
baste con recordar que antiguamente se identificaba a ésta con la propia
Geometría, lo cual es perfectamente lógico pues esta última encuentra su
aplicación natural en la arquitectura. En efecto, la palabra geometría deriva
de Gea (tierra) y metrón (medida), es decir "medida de la tierra", lo
que desde luego tiene mucho que ver con el oficio de constructor en cuanto que
éste delimita un espacio con el fin de realizar su obra.
Por otro lado, el simbolismo geométrico es, al igual que el numérico, una de
las herencias más importantes que la Masonería ha recibido de la tradición
pitagórica. Hay que recordar que las cofradías medievales de constructores
procedían directamente de los colegios artesanales de la antigua Roma, y que
éstos habían recibido gran parte de sus conocimientos sobre geometría
directamente de los pitagóricos. Una filiación jamás interrumpida existiría
entonces entre la Orden masónica y la pitagórica, hasta el punto de que muchos
masones han visto en la Masonería una adaptación del Pitagorismo a los tiempos
actuales. Lo cierto es que en las leyendas masónicas Pitágoras figura, junto al
dios Hermes, como uno de los fundadores míticos de la Orden. En efecto, en esas
leyendas tanto Pitágoras como Hermes son los que encuentran las dos columnas
(asimiladas posteriormente a las columnas J. y B. del templo masónico) donde se
grabó todo el saber que remontaba a los orígenes mismos de la humanidad, y
entre las que se encontraban las artes y ciencias de la Cosmogonía. Como dice a
este respecto Federico González en el artículo "Tradición Hermética y
Masonería", aparecido en el mismo Nº 13-14 de SYMBOLOS, esas dos columnas
"configuran los dos grandes afluentes sapienciales que nutrirán la Orden:
el hermetismo que asegurará la protección del dios a través de la Filosofía, es
decir del Conocimiento, y el pitagorismo que dará los elementos aritméticos y
geométricos necesarios que reclama el simbolismo constructivo; se debe
considerar que ambas corrientes son directa o indirectamente de origen egipcio.
Igualmente que esas dos columnas son las piernas de la Madre Logia, por las que
es parido el Neófito, es decir por la sabiduría de Hermes, el gran iniciador, y
por Pitágoras el instructor gnóstico." Podríamos entonces decir que la
Masonería es la confluencia natural de esas dos corrientes constitutivas de la
Tradición Unánime, y que en ella son sólo una, conformando su identidad y su ser.
Volviendo al simbolismo geométrico, debemos considerar dentro de éste a las
propias herramientas o útiles. Concretamente hablamos del nivel, la plomada, la
escuadra y el compás. Todas ellas están relacionadas directamente con las
formas geométricas fundamentales. Por ejemplo, la plomada es claramente un
símbolo de la vertical, y el nivel de la horizontal. En el simbolismo
constructivo ambas son indisociables y se necesitan mutuamente, pues la
verticalidad del edificio, es decir su perpendicularidad, le viene dada por la
perfecta nivelación del mismo. Y a su vez esa nivelación es la resultante de un
equilibrio que se consigue gracias a la presencia constante de un eje vertical,
que señala el "justo medio" que impide cualquier desnivelación La
plomada y el nivel representan entonces los dos ejes de coordenadas que
posibilitan el levantamiento armonioso de toda la construcción.
Lo mismo ocurre con la escuadra, que se forma por la unión de una vertical y
una horizontal. Con esta herramienta también construimos la figura del
cuadrado, e igualmente la cruz si unimos dos escuadras por sus vértices
respectivos. Ambas figuras son inseparables de la idea de cuaternario; así: los
cuatro elementos, los cuatro puntos cardinales, las cuatro estaciones, los
cuatro períodos cíclicos de la humanidad, las cuatro fases de la luna, los
cuatro períodos de la vida humana, etc., es decir todo lo relacionado con la
tierra y lo terrestre. En realidad la escuadra es un ángulo recto, y ella está
destinada a "escuadrar" la piedra durante su proceso de pulimento,
después de haber sido trabajada por el mazo y el cincel. Recordemos, en fin,
que en latín escuadra se dice "norma", indicando así la idea de
orden, o de "encuadre" que hace posible el orden, especialmente el
del pensamiento, que se hace uno con la Inteligencia que refleja, la cual está
simbolizada por el compás.
En cuanto a este último es obvia su relación con el círculo y con todas las
figuras que tienden a la circularidad. Pero las formas circulares siempre son
generadas a partir de un centro previo, que es precisamente el que señala uno
de los dos brazos del compás, aquel que permanece inmóvil mientras el otro gira
a su alrededor. El centro de la circunferencia sería, pues, una imagen
simbólica del Principio, y la circunferencia misma, una imagen a su vez de la
multiplicidad de la manifestación, surgida o generada por la irradiación de ese
Principio, que permanece no obstante inmutable mientras todo gira, cambia y
muta a su alrededor. Por eso el compás es uno de los símbolos que se asocian
directamente con la actividad creadora del Gran Arquitecto, como lo testimonian
numerosos grabados donde se le representa con un compás en la mano trazando el
plano de su obra, es decir del cosmos.
Otras dos figuras geométricas importantes son el Delta Luminoso (de forma
triangular) y la Estrella de cinco puntas o Estrella flamígera, símbolos
respectivos del Gran Arquitecto y del hombre plenamente regenerado que ha
retornado al centro de sí mismo. Se da la circunstancia de que tanto el Delta
como la Estrella flamígera son de origen pitagórico, pues están íntimamente
relacionados con la Tetraktys (que tiene también forma triangular), y con el
Pentalfa o Estrella pentagramática respectivamente, signo distintivo este
último de la cofradía pitagórica.
Entre el segundo grupo de símbolos, los sonoros y vocales, encontramos las
"palabras sagradas" y las "palabras de paso", así como las
leyendas relatadas en los distintos grados. Todo ello forma parte de la
enseñanza oral de la Masonería, que se complementa perfectamente con la
enseñanza visual propia del simbolismo geométrico. Las "palabras
sagradas" se denominan así porque representan diferentes nombres del Gran
Arquitecto. Cada grado masónico está signado y tiene su propia palabra sagrada.
El significado de esa palabra da sentido y orienta los trabajos rituales y
simbólicos que se desarrollan en cada uno de esos grados. Por eso es tan
importante para el masón conocer ese significado, pues para él será un punto de
referencia axial constante y permanente que le guiará a lo largo de todo su
proceso iniciático.
No menos importantes son las "palabras de paso", así llamadas porque
ellas permiten "pasar" de un grado a otro, lo que las relaciona
directamente con la simbólica de pasaje o de tránsito, común a todas las
tradiciones iniciáticas. La expresión "estar en posesión de la palabra de
paso" quiere decir que el masón ha culminado una etapa dentro de su
proceso de Conocimiento, que ha progresado en las "vías que le han sido
trazadas" desde antiguo por su tradición, y que por tanto está preparado
interiormente para recibir el "aumento de su salario".
Y por último están los símbolos en movimiento, que como dijimos no son otros
que los ritos. El rito pone en práctica la idea que el símbolo expresa.
Representa el desarrollo y la vivencia de esa idea, es decir de hacerla
efectiva mediante su permanente reiteración. De nada serviría comprender lo que
el símbolo manifiesta si después esa comprensión no se vive como una realidad
verdaderamente transformadora. Por eso mismo es tan importante el rito dentro
de la Masonería, pues sin esa constante vivificación de los símbolos los
trabajos que se hacen en la logia carecerían de toda "fuerza y
vigor", convirtiéndose en meras alegorías cuando no en actos puramente
mecánicos. En este sentido la meditación, la concentración y el trabajo sobre
los símbolos constituyen también una forma del rito, pues el fin último de éste
es generar un estado apto para la comprensión de las realidades superiores
vehiculadas por los símbolos. Se diría, pues, que el rito, realizado en estas
condiciones, es una "meditación en acción", y esto puede hacerse
tanto en el interior de la Logia, como en el mundo, que es la logia universal.
Podríamos entonces decir que la Masonería es ella misma un rito, de ahí que
también se denomine "la Orden", como sinónimo del propio orden
cósmico. Por esto mismo, en la Logia masónica (imagen simbólica de ese orden)
todo se cumple según el rito, y todos los gestos y signos rituales realizados
en el interior de la misma han de ser considerados como lo que son: vehículos
transmisores de la enseñanza simbólica y de su influencia regeneradora.
Verdaderamente no hay mayor rito que la búsqueda del Conocimiento, pues en ella
el hombre encuentra el fundamento mismo de su existencia. Esa búsqueda es un
"acto consciente", y todo lo que a partir de entonces es realizado,
experimentado y vivido durante su desarrollo pasa a ser significativo, a tener
un sentido que nos "orienta" en el laberinto de este mundo perecedero
y nos impulsa hacia el encuentro de nuestro verdadero ser y origen.
La Logia, imagen del mundo
Hablaremos ahora del simbolismo de la Logia, y lo primero que llama nuestra
atención es la propia palabra Logia, prácticamente idéntica a Logos, que
significa justamente la Palabra o el Verbo con que el Gran Arquitecto crea el
mundo o cosmos. Igualmente, Logia, si no etimológicamente sí al menos en su
sentido simbólico, es idéntica a la palabra sánscrita loka, que quiere decir
"mundo", "lugar", y por extensión "cosmos". Por
otro lado, también se da una identidad entre Logia, Logos y el griego lyke, que
significa "luz". Asimismo la loggia es un término técnico de origen
italiano utilizado en arquitectura para designar una galería techada y abierta,
compuesta por arquerías apoyadas sobre columnas y situadas generalmente en las
partes elevadas de los edificios, como es el caso por ejemplo de los
"paraísos" de los teatros.
Aquí tenemos, resumido, lo que distingue ante todo a la Logia masónica, que
como dicen los antiguos rituales "es un lugar muy iluminado y muy
regular", tal cual es el cosmos salido del Logos creador o Espíritu de la
Construcción Universal. La luz es pues sinónimo de cosmos, mientras que la
oscuridad o las tinieblas se asimilan al "caos" anterior al cosmos.
Las tinieblas en que se encuentra la Logia antes de la apertura de los trabajos
simbolizan justamente ese "caos" precósmico, y la apertura misma
vendría a representar la gradual "iluminación" de esas tinieblas. En
realidad la apertura de la Logia es un rito cosmogónico que los masones
realizamos constantemente, y si se estudia detenidamente la simbólica de ese
rito se verá con claridad que se trata de un verdadero rito de fundación o de
creación de un espacio y un tiempo significativos análogos a la propia estructura
del cosmos. La descripción simbólica de la Logia reproduce precisamente esa
estructura:
¿Cuál es la forma de tu Logia?
Un rectángulo.
¿En qué sentido se orientan sus lados largos?
De Oriente a Occidente.
¿Y sus lados anchos?
De Mediodía a Septentrión.
¿Y su altura?
De la superficie de la tierra hasta los cielos (el Cénit).
¿Y su profundidad?
De la superficie hasta el centro de la tierra (el Nadir).
¿Qué significan estas direcciones?
Que la Masonería es Universal.
Podemos observar que esas direcciones conforman una cruz tridimensional, cuyos
ejes de coordenadas largo, ancho, alto y bajo conformarían la estructura
interna de la Logia, a imagen misma del cosmos. Ese rectángulo es en realidad
un doble cuadrado, que se orienta horizontalmente de Oriente a Occidente según
sus lados largos y de Mediodía a Septentrión según sus lados anchos. Es a
partir del centro del rectángulo que la Logia se orienta verticalmente hacia lo
más alto de los cielos (el Cénit) y hacia lo más profundo de la tierra (el
Nadir), adquiriendo así su verdadera dimensión universal. A esa altura y a esa
profundidad se refiere la conocida expresión: "en la Logia de San Juan se
elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio".
Esa estructura vertical también aparece proyectada en el plano base de la
Logia, que está dividida en tres partes bien diferenciadas, a imagen misma del
Templo de Salomón, prototipo del templo masónico. El cielo está representado
por el hemiciclo situado a Oriente, que tiene forma semicircular, y que recibe,
al igual que en el templo de Salomón, el nombre de Debir. A él se asciende por
tres peldaños o gradas, que se refieren a la idea de elevación gradual y
jerarquizada a otros planos o niveles superiores de realidad. La tierra está
simbolizada por el Hikal, que es todo el espacio restante de la Logia hasta las
dos columnas J. y B., las cuales soportan el "pórtico de la entrada",
asimilado a lo que en el templo de Salomón se denominaba el ulam. Se dice que
el "pórtico de la entrada" no está ni dentro ni fuera de la Logia.
Es, pues, un lugar de tránsito, o de pasaje, que el masón debe atravesar
viniendo de las tinieblas del mundo profano, el cual es propiamente el mundo
inferior.
Esa misma idea de elevación señalada por las tres gradas que conducen al Debir,
la encontramos también en el altar o ara, proveniente del latín altare, cuya
raíz, altus, significa lugar alto o elevado. En muchas culturas tradicionales
los altares (como los templos) se erigían en la sumidad de las montañas, o de
las pirámides escalonadas, como en el caso de las civilizaciones precolombinas,
o de los zigurats babilónicos, por poner sólo dos ejemplos. El altar está
situado en el centro mismo de la Logia, y en torno a él nos desplazamos y
efectuamos nuestros ritos. Es por tanto el "punto geométrico" o
"corazón" de la Logia, y por él pasa simbólicamente la plomada del
Gran Arquitecto que une el cielo con la tierra. También se llama "Altar de
los juramentos" porque sobre él realizamos los compromisos y
"alianzas" que contraemos con la Orden y el Espíritu que la vivifica.
Ese juramento se cumple en presencia de las "Tres Grandes Luces" de
la Masonería, el Libro de la Ley Sagrada, el Compás y la Escuadra, los cuales
se disponen precisamente sobre el altar. En casi todas las Logias ese Libro no
es otro que la Biblia, pero ésta también puede ser sustituida por cualquiera de
los libros sapienciales de la humanidad, lo cual es una muestra más del
carácter verdaderamente universal de la Masonería. Lo realmente importante es
que en ese Libro se recoja la voz de la Sabiduría Perenne, cuya esencia está
por encima de las formas particulares que ésta pueda adoptar para manifestarse.
Lo mismo podemos decir del compás y la escuadra, herramientas cuyo simbolismo,
como ya vimos, está ligado directamente con la idea de una Cosmogonía siempre
viva y actual.
Volviendo de nuevo al Oriente, sobre la pared del fondo encontramos el Delta
luminoso con el Tetragrama o nombre inefable del Gran Arquitecto en el centro.
Como ya dijimos este Delta es un triángulo con el vértice hacia arriba, figura
que expresa la realidad de los principios universales, a la vez que es la
primera estructura prototípica que se expresa en todos los planos de la
manifestación como una fuerza que crea, otra que conserva y una tercera que
destruye, o mejor, transforma. Estas tres ideas–fuerza surgen de un Principio
único, que queda simbolizada en el Delta por un solo ojo que a veces sustituye
al Tetragrama, pero que viene a referirse al mismo sentido de presencia
inmutable de la deidad en el seno mismo de la manifestación. Además, la
manifestación, desde su realidad más sutil hasta la más densa y material, está
simbolizada por las cuatro letras que componen el Tetragrama: Iod, He, Vau, He,
correspondiéndose cada una de ellas con los cuatro niveles o mundos que
constituyen la existencia universal, y que son los mismos que se encuentran en
el Arbol de la Vida cabalístico. En este nombre del Gran Arquitecto queda pues
resumida la obra de la creación, y su conocimiento se vincula directamente con
la búsqueda de la "Palabra Perdida".
Pero la Logia no es sólo una estructura estática –como tampoco lo es el
universo– sino dinámica también, pudiendo ser visualizada como una rueda,
imagen de la "rueda del cosmos" o Rota Mundi. Esto está expresamente
indicado por las doce columnas o pilares que enmarcan el recinto de la Logia, y
que equivalen a los doce signos zodiacales. Cinco de estas columnas están
situadas a Septentrión, cinco más a Mediodía, y las dos restantes (las columnas
J y B) a Occidente, justo en el pórtico de la entrada.
Diremos que el zodíaco (que quiere decir precisamente "rueda de la
vida") es como el marco del universo visible, y su movimiento cíclico,
unido al de los planetas y demás constelaciones, influye en el cambio alternativo
de las estaciones y en el mantenimiento y renovación de la vida del cosmos y
del hombre. De esto se deduce que la Masonería no desconoce la antigua ciencia
de la astrología, que junto a la alquimia revela también los misterios del
cielo y de la tierra.
Las columnas J y B se vinculan especialmente con la simbólica de los dos
solsticios, y por tanto con las dos fases ascendente–descendente del ciclo
anual. Ellas se asimilan, pues, a los dos San Juan, el Bautista y el
Evangelista, y a los dos rostros del dios romano Jano, y en consecuencia a la
"puerta de los hombres" y la "puerta de los dioses",
respectivamente. Estas son las puertas zodiacales de Cáncer y Capricornio, que
corresponden a la entrada del verano y del invierno, es decir el descenso y el
ascenso de la luz solar. Las puertas solsticiales cumplen un papel muy
importante dentro del proceso iniciático, que, no debe olvidarse, reproduce
exactamente las etapas del desarrollo cosmogónico.
Para los pitagóricos, por la puerta de Cáncer las almas penetran en el
"antro de las ninfas", que es lo mismo que la caverna platónica, otra
imagen del mundo. Allí el masón, atravesando las dos columnas como si fuese
parido por ellas, comienza a recorrer su viaje horizontal o terrestre, hasta
llegar al centro de sí mismo, al altar de su corazón, en donde se abre otra
puerta, la de Capricornio, a través de la cual inicia otro viaje, esta vez
vertical y celeste hacia la cúpula y la clave de bóveda que corona los
misterios de la cosmogonía, dando acceso así a los estados metafísicos e
incondicionados. Es decir, que el hombre "entra por una puerta y sale por
otra, y en el ínterin –signado por el espacio y el tiempo– tiene la oportunidad
de reconocerse y escapar de esa condición por la identificación con otros
estados del ser universal, que puede vivenciar por medio de la conciencia
individual –semejante a la conciencia universal– y que constituyen la
posibilidad de la regeneración particular –y también de la universal–, siempre,
claro está, tomando como soporte la generación y la creación en el espacio y el
tiempo".3 Este mismo proceso puede verse también en la mitología de gran
número de héroes y dioses solares, como es el caso de Osiris, Quetzalcóatl,
Mitra, Cristo y el propio maestro Hiram.
En el centro de la Logia se extiende el "pavimento mosaico", tapiz de
cuadros blancos y negros exactamente iguales que los del tablero de ajedrez,
cuyos orígenes son también simbólicos y sagrados como el de la mayoría de los
juegos. El pavimento mosaico es, sin duda, un símbolo de la manifestación que,
efectivamente está determinada por la lucha y delicado equilibrio que entre sí
sostienen las energías positivas, masculinas y centrífugas (yang, luminosas) y
las energías negativas, femeninas y centrípetas (yin, oscuras), expresadas
también en la alternancia de los ritmos y ciclos de la naturaleza y el cosmos.
Esas mismas energías están representadas por el Sol y la Luna, que en la Logia
se encuentran presidiendo el Oriente, a uno y otro lado del Delta luminoso.
Recordaremos que el color blanco simboliza las energías celestes, y el color
negro las terrestres. Las primeras se oponen a las segundas, y viceversa, al
mismo tiempo que se complementan y conjugan (atraídas como los polos positivo y
negativo de un imán), determinando en su perpetua interacción el desarrollo y
la propia estructura de la vida cósmica y humana. Esa estructura se genera
igualmente por la confluencia de un eje vertical -celeste- y otro horizontal
-terrestre- (ejemplificados en el pavimento por las líneas transversales y
longitudinales), conformando un tejido o trama cruciforme, un cuadriculado, en
fin, que refleja las tensiones y equilibrios a que está sometido el orden de la
creación. Asimismo, también puede equipararse la vertical al tiempo y la horizontal
al espacio (el primero activo con respecto al segundo, al que moldea
permanentemente), es decir, a las dos coordenadas que establecen el
"encuadre" que permite la existencia de nuestro mundo y de todas las
cosas en él incluidas. La idea de ese orden está ya implícito en el significado
de la palabra 'mosaico', que deriva del griego museion, literalmente
"templo de las musas", expresión ésta que conviene perfectamente a la
Logia masónica, en donde como estamos viendo cada una de sus partes y la
totalidad de su conjunto constituyen una síntesis simbólica de la armonía
universal.
En medio mismo del pavimento mosaico se dispone el "cuadro de la
Logia", que es un esquema sintético de todo el templo masónico, además de
constituir un soporte simbólico para la meditación y la concentración. En
efecto, el cuadro de la Logia, al contener en su interior el diseño de los
símbolos más significativos e importantes, deviene por ello un vehículo de la
influencia espiritual en la Masonería.
Antiguamente el cuadro de la Logia se trazaba directamente sobre el suelo antes
de iniciar los trabajos, y era borrado cuando dichos trabajos tocaban a su fin.
Esto da la medida de la importancia que tenía dicho cuadro en los ritos
cosmogónicos de los constructores, pues en verdad el trazado de los diferentes
símbolos constituía en sí mismo un rito destinado a "atraer" y hacer
presente en el espacio significativo de la Logia las ideas-fuerza contenidas en
esos mismos símbolos, y que después se plasmarían en la edificación. Aunque hoy
en día en los talleres masónicos ya no se tenga la costumbre de dibujar el
cuadro de la Logia, sin embargo la influencia de esos símbolos continúa estando
presente, hasta el punto de que sin la presencia del cuadro los trabajos no
pueden abrirse. En cualquier caso, el trazado del cuadro de la Logia es un
ejercicio ritual de meditación y concentración en los símbolos que el masón
podría practicar siempre que lo deseara.
Y por último mencionar que alrededor del pavimento de mosaico y del cuadro de
la Logia se encuentran los tres pilares de la Sabiduría, la Fuerza y la
Belleza. Los pilares son también las "Tres Pequeñas Luces" de la
Masonería, y a las que no habría que confundir con las "Tres Grandes
Luces" ya mencionadas. Diremos que en algunas Logias los tres pilares
están consagrados a la diosa Minerva (la Sabiduría), a Hércules (la Fuerza) y a
Venus (la Belleza).
Los pilares son encendidos durante la apertura de los trabajos y apagados
instantes antes de su clausura, lo cual lleva a pensar que, y al igual que
ocurre con el cuadro de Logia, estos pilares desempeñan un papel de suma
importancia en lo que se refiere al desarrollo del ritual masónico en
cualquiera de sus grados. En este sentido recordaremos que el significativo
nombre de "estrellas" con el que también se conocen a los tres
pilares alude sin duda al carácter celeste que se desprende de su simbólica,
pues es claro que se tratan de las "ideas" rectoras que han de
presidir los trabajos masónicos, pues como se dicen en los rituales "la Sabiduría
concibe, la Fuerza ejecuta y la Belleza adorna".
Atendiendo a lo que se menciona a este respecto durante el ritual de apertura
esas estrellas deben "hacerse visibles" a fin de que esos trabajos
sean "iluminados" y se desarrollen en armonía con los planes del Gran
Arquitecto. Como dijimos más arriba, la penumbra en que está sumida la Logia
antes del alumbrado de los pilares ejemplifican las "tinieblas"
primigenias que precedieron la formación del orden cósmico, de lo que se deduce
que la iluminación de la Logia vendría a representar un símbolo más de la
acción del Fiat Lux, o ¡Hágase la Luz!, cosmogónico emanado de la Palabra o
Verbo creador.
Considerados desde el punto de vista microcósmico, estos tres principios
también representan tres cualidades o estados del alma humana, los que vividos
en el interior de la conciencia hacen posible su transmutación y contribuyen,
por tanto, a la edificación del templo espiritual, del cual el templo material
es la figuración simbólica. Precisamente los tres pilares se vinculan respectivamente
con el Venerable Maestro, el Primer Vigilante y el Segundo Vigilante, es decir
con los tres principales oficiales de la Logia (llamados las "tres
luces"), aquellos que se encargan de dirigir y "ordenar" los
trabajos que en ella se realizan. Son estos tres oficiales los que encienden o
iluminan los pilares (y también los que los apagan durante la clausura),
pronunciando al mismo tiempo que esto se cumple, las invocaciones claramente
alusivas a la construcción del templo interior y del templo exterior.
En el Rito Escocés Antiguo y Aceptado esas invocaciones son las siguientes:
¡Que la Sabiduría del Gran Arquitecto presida la construcción de nuestro
edificio!
¡Que la Fuerza lo sostenga!
¡Que la Belleza lo adorne!
No es entonces casual que sea precisamente alrededor de este cuadro y de los
tres pilares donde tiene lugar el rito de la "cadena de unión", en el
que se invoca la potencia creadora e iluminadora del Gran Arquitecto, e
implícitamente también la de todos los hermanos y hermanas esparcidos por la
faz de la Tierra, sin olvidarnos de los antepasados que han pasado al Oriente
Eterno y que contribuyeron con su esfuerzo, sacrificio y entrega a la Verdad y
al Conocimiento a la edificación de la Gran Obra Universal. Y esta invocación
vertical se realiza mediante la unión encadenada y fraterna de todas las
fuerzas vivas presentes en la Logia, es decir de todos los componentes de la
misma, que establecen así una comunicación sutil entre sus respectivas
individualidades, sirviendo como soporte para la manifestación de la influencia
espiritual.
Como se dice en el libro Símbolo, Rito, Iniciación. La Cosmogonía Masónica,
cap. 33, y con esto ya terminamos, la cadena de unión "constituye un
círculo mágico perfecto de concentración de vibraciones, un dínamo generador,
no únicamente capaz de transmitir su fuerza a cada uno de los integrantes sino
la de emanar a otros espacios visibles e invisibles; una forma activa de la
invocación y también un encantamiento de protección para todos aquellos que
tienen la gracia de participar en los misterios del Arte Sagrado, los llamados
guardianes del Templo de la sabiduría salomónica, imagen de todos los templos,
los que como parte de sus funciones deben saber estrechar sus filas y trabajar
de modo armónico, tendiente a la perfección".
NOTAS
* Conferencia pronunciada en una Logia de Buenos Aires, República Argentina, el
7 de Diciembre de 2000. Francisco Ariza es colaborador de SYMBOLOS: Arte -
Cultura - Gnosis, codirector del Centro de Estudios de Simbología de Barcelona
y director de la Revista telemática El Taller.
1 Artículo traducido en el Nº 13-14 de la revista SYMBOLOS, págs. 192-195.
2 Consideraciones sobre el ritual del Aprendiz Franc-masón. Ed. Arché Milano.
3 Federico González, La Rueda. Una imagen simbólica del cosmos, cap. VII.
FRANCISCO ARIZA
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