sábado, 23 de abril de 2016

Saber, Querer, Osar y Callar

 

Saber, Querer, Osar y Callar

 El titulo del presente trabajo no es para el común de las personas, más que una suma de cuatro verbos. Sin embargo, en aquellos casos en que se ha tenido oportunidad de tomar contacto con literatura calificada como “esotérica”, se podrá inmediatamente evocar que estas palabras obedecen a un propósito en particular, tanto por el hecho de encontrarse juntas, cuanto por el orden en el que se presentan y saber su significado.
Nos dice Eliphas Levi en “La Clave de los Misterios”, “…la valentía unida a la inteligencia es la madre de todos los éxitos en este mundo, para iniciar, uno debe conocer, para cumplir uno debe querer, para querer realmente hay que atreverse, y para recoger en paz los frutos de la propia audacia hay que mantener silencio…”
Si bien son muchas las interpretaciones que pueden darse a estas palabras, tanto exotérica como esotéricamente, y desde un análisis menos o más profundo, es decir bajo la protección de la columna Dórica hasta la que confiere aquella de estilo Compuesta, en el caso del Gr.·. de C.·. puede ser relacionado a una de las primeras enseñanzas dadas por el V.·. M.·. al H.·. A.·. en la ceremonia de Adelanto, en el sentido que existen cinco gradas que deberá subir para penetrar en el templo, siendo cada una emblema de las condiciones necesarias para obtener la entrada:
  • La inteligencia
  • La rectitud
  • El valor
  • La prudencia
  • El amor a la humanidad
Al respecto, la inteligencia es la que le permite SABER que existe un sendero, que la casualidad pertenece al reino de la ilusión y que todo en esta vida tiene un propósito, todo un momento y todo un lugar, tal como dice el Libro del Eclesiastés, esta inteligencia –racional, intuitiva, o como quiera clasificársele- es la que le sugiere y confirma que su existencia presente –su aquí y ahora- tiene un significado individual y colectivo. Es la inteligencia que le permite reconocer y procesar la luz que le fue conferida el día de su iniciación.
Es además esta inteligencia la que le permite SABER que el Karma, entendido para este efecto como la sujeción a un camino personal e intransferible, que en términos comunes podría denominarse “predestinación” no es inamovible, y que tanto es así que dicha posibilidad de cambio es la que da significado al libre albedrío del cual goza, y sobre la base del cual debe emplear el mallete y el cincel para lograr su perfeccionamiento.
La rectitud por otra parte, contiene en si la noción de estabilidad, que es además el significado de la P.·.S.·. del C.·., es el QUERER permanecer, el deseo de mantener el propósito, decidir sobre la base de su libertad continuar en el sendero. El QUERER, como acto volitivo esta representado en la marcha del C.·. que significa la persistencia en el ideal, puesto que a pesar de las desviaciones que pueda efectuar por decisión propia o por factores externos a su persona, opta por seguir en el sendero para poder ingresar al templo.
El C.·. quiere lo que su inteligencia y la rectitud de su pensamiento y sentimientos le aconsejan como lo apropiado y lo mejor para el, que en este caso es el descubrimiento del particular destino que a partir del conocimiento de la letra G, se le presenta.
Sin este QUERER, que presupone saber el objeto del afecto y poseer la pureza y firmeza del sentimiento, y sin el saber y la inteligencia no es posible ningún avance tal como dice el Evangelio de Lucas, Capitulo 14, 26-27, “ Si alguno viene a mí, y no aborrece a su padre, y madre, y mujer, e hijos, y hermanos, y hermanas, y aun también su propia vida; y el que no lleva su cruz y viene en pos de mi, no puede ser mi discípulo”.
El valor es la tercera grada que debe alcanzar el C.·., valor que debe desarrollar para el presente y para el futuro cuando le llegue el momento de ingresar al templo. Es el valor que debe permitirle OSAR, lidiar con el miedo y con la duda que reiteradamente lo van a abordar, y que es producto de su propia condición humana. Miedo y duda que le genera el intuir que el viaje que debe afrontar es arduo y muchas veces sinuoso y desconocido, y que sin embargo sabe debe realizar y evitar posponer.
Debe OSAR, tener el valor y la valentía de poder decir como Cristo en el Huerto de Getsemaní en el momento de dolor y de tristeza, en esos instantes en que se le muestra el “Silencio de Dios”: “Padre, si para ti todo es posible, aparta de mi este cáliz, pero que no se haga lo que yo quiero, sino lo que quieres tu”.
Es menester aclarar que dicha actitud no representa ni un abandono ni una apología al sufrimiento, sino todo lo contrario, puesto que partiendo de la premisa que todo tiene un sentido y un significado, el valor para enfrentar estos tragos amargos, es la que finalmente otorgara un crecimiento permanente al H.·., lo cual además no es meramente un tema de crecimiento personal, sino de algo mas profundo y concreto.
Nos dice Dion Fortune en su obra Esoterismo Práctico para la Vida Diaria”, que “…cuando un iniciado empieza a liquidar su karma, deliberadamente lo invoca y acelera. El resultado inmediato es doble: por una parte, una crisis en todos los asuntos de su vida, y por otra, un repentino aumento de su poder para superarla. Después que ha pasado ese período crítico no se presenta mas karma para liquidar y puede decirse en verdad que todas las cosas funcionan bien para quien ama a Dios, porque su buen karma comienza a obrar sin impedimentos, ya que está en posesión de los poderes ganados en ese período en que ha vencido toda resistencia”.
Es entonces bajo la idea del aprendizaje que debe ser efectuado en esta existencia, y que implica deshacerse de los lazos karmicos negativos, que el H.·. M.·. debe OSAR en cada decisión que se le presente, optar por aquella que le conduzca a este objetivo, aunque en un principio no vea claro el horizonte ni sea el camino mas transitado o el más cómodo, el que ha de seguir.
De otro lado, debe poseer la prudencia para CALLAR aquello que vea con sus sentidos y con el corazón, y que no pueda ser revelado a quien aun vive en el reino de las ilusiones, CALLAR su misión y las acciones que practique para llevar a efecto el Amor a la Humanidad que constituye objeto de su labor en este Gr.·., y en definitiva, obrar de acuerdo a lo señalado en Matero, Capitulo 7, 6: “No den lo santo a los perros, ni echen sus perlas delante de los cerdos, no sea que las pisoteen, y después se vuelvan contra ustedes y los despedacen”.
Respecto del amor a la humanidad que es el quinto de los escalones, el que colinda con el frontispicio del templo, y representa la ultima de las condiciones señaladas por el V.·.M.·., debe señalarse que constituye el centro de la labor a desempeñar en el Gr.·. de C.·.
Cabe citar, sobre esta quinta grada, lo indicado por Richard Bach en la bella historia de “Juan Salvador Gaviota”, quien desarrolla en forma excelente este tema:
El maestro le dice a Juan Salvador Gaviota: “…en diez mil años no he visto una gaviota con menos miedo de aprender que tú, …, si quieres, podemos empezar a trabajar con el tiempo, hasta que logres volar por el pasado y el futuro, y entonces, estarás preparado para empezar lo más difícil, lo más colosal, lo más divertido de todo; estarás preparado para subir y comprender el significado de la bondad y el amor…”
Estando Juan en el cielo, “…se sorprendió pensando una y otra vez en la Tierra de la que había venido. Si hubiese sabido allí una décima, una centésima parte de lo que ahora sabía, ¡cuanto más significado habría tenido entonces la vida!…” …”empezó a preguntarse si habría una gaviota allá abajo que estuviese esforzándose por romper sus limitaciones, por entender el significado del vuelo más allá de una manera de trasladarse para conseguir algunas migajas caídas de un bote. Quizás hasta hubiera un Exilado por haber dicho la verdad ante la Bandada. Y mientras más practicaba Juan sus lecciones de bondad, y mientras más trabajaba para conocer la naturaleza del amor, más deseaba volver a la Tierra. Porque, a pesar de su pasado solitario, Juan Gaviota había nacido para ser instructor, y su manera de demostrar el amor era compartir algo de la verdad que había visto, con alguna gaviota que estuviese pidiendo sólo una oportunidad de ver la verdad por sí misma”.
Todo se reduce al conocimiento, a saber.

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