Criada
en el respeto y obediencia a sus mayores y, al cuidado del sagrado hogar,
creció Xuchitl, en el seno de una de las tantas familias Náhuatl que se habían
asentado en el islote en medio del lago en el que un águila, parada sobre un
nopal, devoraba una serpiente, la vida había transcurrido como en todas las
demás familias, al cumplir los 12 años, la belleza morena de la hermosa Xuchitl
fue prometida al valeroso guerrero Ah-Kim, quien a sus 16 años, ya se había
ganado, por su valor, un lugar importante en los ejércitos del señor al que no
se le podía mirar a la cara y, después del año que marcaba la etiqueta, se
celebraron los esponsales entre sacrificios a los dioses, guisos de guajolote,
asados de armadillo y bebidas de cacao, pulque y aguamiel.
Aún
no se cumplían los 10 meses después de los esponsales cuando se presentó el
parto del primogénito de Ah-Kim y Xuchitl. Xuchitl, recostada en la estera,
esperaba la llegada de la temixiuitiani, experimentada comadrona que en su
momento la había recibido al nacer y que ahora habría de auxiliarla en el parto
de su primogénito y lavaría la tierna piel del recién nacido de los pecados de
los padres.
Sin
dejarse oír, lentamente, con su reptar silencioso y lento, Coatl, la peligrosa
víbora de cascabel había rebasado el quicio de la choza y, lentamente, atraída
por los movimientos de la madre y el olor del parto, se iba aproximando a la
estera en que Xuchitl reposaba, su lengua bífida salía repetidamente de la
boca, aspirando el aire y percibiendo los olores de la choza, presta al ataque,
traicionera como todas las de su especie, astuta y sigilosa; acertaba a pasar
por la choza el viejo Naualli Elocuiltic, gran conocedor de las hierbas y sus
poderes curativos, en cuyos conocimientos y pericia el pueblo entero confiaba,
quien viendo lo que ocurría y, avezado en el manejo de reptiles, se acercó
cuidadosamente al peligroso ofidio y, sin dañarlo, lo tomó del cuello
inmovilizándolo, para depositarlo dentro de su morral de yute, hechos que
ocurrían en el momento en que un fuerte varoncito, gritando, reclamaba a la
vida un sitio para él dentro de ella, así fue como nació, de la belleza de
Xuchitl y la valentía de Ah Kim, aquél a quien por los acontecimientos que
rodearon su nacimiento, pusieron por nombre NAHUALCOATL.
Los
adivinos fueron convocados, se hizo el estudio de los cielos ya que los cuerpos celestes influyen de alguna forma, o aun determinan,
los sucesos en la tierra, así mismo se hizo el sacrificio de una
virgen por los augures, para encontrar el destino de Nahualcoatl, se consultó
el vuelo de las aves y el volar de las mariposas, estos, y los acontecimientos
fuera de lo normal que sucedieron en su nacimiento, hicieron a todos coincidir
en que el jovencito estaba llamado a realizar grandes proezas dentro de su
pueblo, se vería asediado por las dudas y las luchas internas, pero su espíritu
más fuerte que su naturaleza humana al fin, sobreponiéndose, vencería en la
lucha.
Los
años pasaron, el Calmecac, el Telpochcally y el Calpulli le abrigaron en sus
brazos, el estudio de los climas, de la historia de la tribu desde su partida
de Aztlán, el conocimiento de los ríos y mares, de las montañas, bosques y
desiertos, el aprender las normas de vida en comunidad y el respeto a los
mayores, ocuparon su infancia, pero todos los conocimientos fueron
insuficientes para satisfacer los deseos de saber del joven Nahualcoatl, aunque
su personalidad inquieta le hizo
merecedor de todo tipo de castigos por parte de sus maestros, que a sus
espaldas sonreían de sus travesuras y ocurrencias, que presagiaban algo más que
en el común de sus otros alumnos.
Al
cumplir los doce años, junto con los compañeros de su edad, debió ingresar al
Sagrado Templo de Huitzilopochtli, en el corazón de la ciudad de Tenochtitlán,
para iniciar su servicio al templo, tiempo durante el que debería dedicarse al
estudio de los ritos, a la oración y penitencia a los dioses, sangrarse de
brazos, piernas, sexo y orejas cuatro veces por día asperjando su sangre a los
cuatro puntos cardinales, dormir poco, comer menos y mantener vivo el fuego
sagrado. Al ser presentado al sacerdote Mictlán, quien se encargaba de los
jóvenes al servicio del templo, el Gran sacerdote Topiltzin les refirió: Éste
es el oficio de Huitzilopochtli, nuestro dios que ha venido
para recoger y atraer para él y a su servicio todas las naciones, con la fuerza
de su pecho y de su cabeza; desde ese momento quedaba al servicio del templo
bajo la vigilante mirada del sumo sacerdote Mictlán.
Al
cabo de 26 meses lunares, al inicio de los cinco días nefastos, fue relevado
junto con su grupo de las obligaciones para con el Templo, y admitido un nuevo
grupo de jóvenes que iniciaban su servicio a Huitzilopochtli. De los jóvenes
salientes, algunos irían a los campos de labor, a cultivar la tierra y ayudar
en la cosecha de frutos, hortalizas, cacao, café, maíz y otros granos; otros
formarían parte de los ejércitos del señor al que no se le puede mirar a la
cara y sólo unos cuantos optarían por quedarse al servicio del templo y ésta
fue la opción escogida por Nahualcoatl. El hombre genuino, como espíritu
inmortal encarnado en un cuerpo físico perecedero, estaba presto a iniciar la
proeza de la iniciación en la ciudad santa de Teotihuacán, tenía el anhelo de
convertirse en un foco de luz, en un manantial de sabiduría, para ser guía
espiritual de sus hermanos, los hombres.
Llegó el día de la partida a la ciudad de Sagrada de
Teotihuacán, el tunkul y el teponaxtle rítmicamente marcaban el compás de la
procesión, al frente del cortejo, Topiltzin, el gran sacerdote de
Huitzilopochtli, detrás de él las tres sacerdotisas del fuego sagrado, con
grandes sahumerios en las manos del que salían volutas de humo de copal, tras
ellas Nahualcoatl y los aspirantes a la iniciación al sacerdocio y por último
los sacerdotes de grados menores, a los lados del cortejo sonaban los timbales
y el pueblo regocijado hacía rugir las caracolas marinas, los nuevos
temiquiantilli iban al encuentro de su destino; el pueblo acompañó al cortejo
hasta la salida del pueblo, de ahí el cortejo se encaminaría a la Santa
Teotihuacán. Bajo la custodia de
Topiltzin, un hombrecillo pequeño, enjuto, de carnes flacas y arrugadas, de
nariz aguileña y pelo endurecido por la
sangre de los sacrificios en él coagulada, que le hacía despedir un olor fétido
a carroña y putrefacción, de mirada escrutadora y esquiva y, sonrisa
sarcástica, inició Nahualcoatl sus estudios de la magia ceremonial Azteca, el
manejo de los elementos y el orden de las ceremonias.
Al
llegar, fueron conducidos a la
Ciudadela, encerrados en el túnel que de sur a norte se
encuentra en la base del Templo de la tierra, el templo de Centeotl, ahí se
encontraba la primera prueba, vencer a la tierra, vencer la tierra de sus
propios cuerpos, vencer los deseos, vencer las pasiones bajas, vencer el
hambre, vencer la sed; aprendería que de la tierra se producen frutos que
alimentan tanto a hombres como a animales y frutos venenosos que pervierten o
matan a los semejantes y a sí mismo; aprendería que su cuerpo podía producir
frutos que alimentarían a sus semejantes o frutos aberrantes que les matarían,
aprendería que de la tierra brotan plantas medicinales, aprendería que su
cuerpo podía ser entrenado para curar a sus semejantes; aprendería que de la
tierra brotan plantas aromáticas de perfumes gratos a los sentidos, aprendería
por el trabajo corporal podía hacer que de su cuerpo brotaran perfumes de paz y
armonía en los corazones de sus semejantes, suya era la elección, ser un
constructor, o ser un destructor, pero sin duda alguna sería un sembrador, la
cosecha sería de lo que sembrase.
El
humo del Copal elevaba su espíritu hasta Tonantzin, la diosa Madre y se sentía
transportado a otros mundos durante sus meditaciones, sin embargo no dejaba de
horrorizarse ante los ritos de sacrificios humanos, los dioses cada vez
requerían mayor número de sacrificios y cada vez se hacía sentir más el poder
de los sacerdotes que elegían a sus víctimas de acuerdo a sus propios
intereses.
Fue
entrenado en las artes marciales Náhuatl, en la relajación del cuerpo, en el
arte de la verdadera curación, en el manejo de los canales nerviosos, y en la
armonía de los cuerpos que forman el cuerpo físico; al cabo de 39 meses lunares
salió del subterráneo, un vigilante parado sobre el primer cuadrilátero sagrado
encendió al ritmo de tunkules y caracolas una antorcha, en señal de que el
candidato había salido vencedor en su primera prueba. La celebración duró tanto
como los cinco días nefastos. La
noche del último día nefasto, la procesión recorrió la avenida entre la Ciudadela y el Templo de
Quetzalcóatl el dios del aire, en cada cuadrilátero un vigilante con una
antorcha encendida, al llegar al templo y a una señal todos los vigilantes a
excepción del que se ubicaba en el cuadrilátero de la tierra apagaron sus
antorchas.
Nahualcoatl
fue recibido por los sacerdotes de Quetzalcóatl.
Aprendería
los secretos de la respiración y la meditación; aprendería el arte de salir de
su cuerpo para hablar con los dioses; conocería a los habitantes del aire y en
medio de los huracanes y los ciclones de los pensamientos, venciendo el poder
del aire les arrancaría el secreto de silenciar la mente. El elemento aire,
como encargado del pensamiento y la palabra, inspiraría, aconsejaría y habría
de agudizar su menteLa comunión con lo divino sucede
cuando la energía condicionada, individual, y espontánea entra en la no-acción.
Para que esto le suceda a nuestra mente condicionada deberá comprender sus
propias limitaciones, volver al centro y relajarse en su propio ser, sin ningún
deseo de alcanzar o de llegar a ser. Cuando la mente condicionada se relaja,
hay silencio. Aprendió a abandonar las expectativas y los deseos, a pasar un
poco de tiempo sentado y en silencio. Sentado con la columna y la cabeza en la
vertical, respirando cómodamente y con gracia, con profundidad, y el cuerpo
sentado, en relación con la tierra. Se sentaba con una relajada atención
meditativa, durante horas. Sin rigidez, ni pasividad, sin modorra, ni pereza y
cada fibra atenta, vibraba de frescura y de vigilante sensibilidad. Mantenía
los ojos cerrados hasta que aprendió a tenerlos abiertos sin observar nada en
particular. Permanecía en la dimensión del silencio, lugar, aislamiento, sin
interferencias. Observaba el movimiento de la respiración, dónde y cómo la
sentía.
26
meses lunares vivió en el templo de Quetzalcóatl la meditación, la
contemplación, pronto surtieron efectos que se tradujeron en dulces versos a la
vida, a la naturaleza, al amor, y largas composiciones en manuscritos secretos
donde empezó a consignar la sabiduría de las ciencias. Pero bien sabido es que
todo dulce tiene su amargo, y así las dudas se cernían a su alrededor y la duda
no permitía el descanso de la mente que infatigablemente buscaba la verdad a
sus cuestionamientos.
Al
cabo de ese tiempo, salió del templo de Quetzalcóatl, dos vigilantes con una
antorcha encendida en los cuadriláteros de la tierra y del aire proclamaban al son de caracolas, tunkules y
teponaxtles al vencedor del elemento aire, nuevamente durante los cinco días
nefastos se realizó la celebración y al término de ellos se inició una nueva
prueba.
La
noche del quinto día la procesión recorrió la calzada entre el templo de Quetzalcóatl
al templo del agua, el templo de Tlaloc, en él aprendería los componentes del
agua y el papel que esta desempeña en la economía de la vida animal, vegetal,
mineral y espiritual de la
Tierra. Aprendería
a dominar sus deseos, sentimientos y emociones, conocería a los habitantes del
elemento agua y en medio del remolino y las corrientes de las emociones les
arrebataría el secreto de la virtud. Tenía que iniciarse en el conocimiento de
sus sentimientos, sus emociones, los sueños, el inconsciente y desde luego el
más importante, el poder de la intuición, los deseos y temores ocultos en el
fondo del lago del alma. Tenía que incursionar en la inspiración espiritual, la
meditación, los estados de trance y la imaginación creativa, la literatura con
los poemas del Rey Netzahualcóyotl a la cabeza, los cuentos y todas las
manifestaciones del arte. 26 meses lunares después, la espiritualidad había ganado nuevamente la partida, los
sacerdotes en procesión retiraban a Nahualcoatl del templo de Tlaloc, un vigía
en cada uno de los cuadriláteros de la tierra, el aire y el agua, anunciaban
solemnemente, que un hombre había vencido ya a tres de los elementos. Durante los cinco días nefastos se
realizó la celebración, el júbilo del pueblo adivinaba que entre ellos se
encontraba un elegido de los dioses y lo celebraba con júbilo y magnificencia.
En
la noche del quinto día la procesión marchó por la calzada del templo de Tlaloc
al templo del fuego, el temible dios Xiuhtecuhtlitletl Tonacahtecuhtli, en él
aprendería que no sólo se origina por la combustión o el frotamiento de los
pedernales en la yesca, conocería el fuego que habita en el centro de la
tierra, aprendería a conocer el fuego interno, el fuego de las pasiones,
conocería de cerca la ira, la cólera, el egoísmo, la lujuria, y todos los
elementos que como lenguas de fuego lamen el alma del hombre y le envilecen degradándole
en la escala animal. Pero también aprendería la fuerza de la voluntad, la
valentía, el coraje y la pasión por la vida, aprendería a enfrentar nuevos
retos y a correr riesgos, aprendería a crear en su interior el fuego sagrado
aquél que habría de guiarle en sus ratos de confusión.
Al
cumplirse los 13 meses del año lunar, salió en solemne procesión del templo del
fuego, cuatro vigilantes con sus antorchas encendidas en cada uno de los
cuadriláteros de la ciudadela anunciaban que del templo del fuego había
emergido un semi-dios. Durante los días nefastos se celebró por el pueblo el
triunfo de Nahualcoatl y en la noche del último el gran sacerdote en procesión
guió a Nahualcoatl al templo de las mariposas, el templo de las flores volantes
en libertad, EL TEMPLO DE LAS ALMAS.
Durante
13 meses del año lunar, hizo una detallada recapitulación de todo lo vivido en
los templos de los dioses de los elementos, a la vez recibía una instrucción
secreta. La noche del último día el
gran sacerdote tomó de un brazo a Nahualcoatl y lo guió a la azotea del Templo,
invocaron a los espíritus de la naturaleza, abrieron los brazos y se lanzaron
al vacío, con rítmica lentitud el gran sacerdote y Nahualcoatl revoloteaban
cual mariposas en torno del Templo,
luego lentamente fueron descendiendo al patio del santuario donde los
sacerdotes y el pueblo los esperaban. En
cada cuadrilátero de la ciudadela un vigilante con su antorcha encendida y en
alto, proclamaban al vencedor de la iniciación.
Se
acercaba la fiesta de la Gran
Señora Tonantzin, el pueblo llevaba hasta su gruta ofrendas
de frutos, flores, miel y copal, primicias de sus cosechas, mismas que dejaban
a los pies de la Gran Madre
de todos los Dioses, fiel representante de la Natura Naturans,
Natura Naturante, Natura Naturata y, al igual que todo el pueblo, Nahualcoatl,
el iniciado, Gran Sacerdote de Huitzilopochtli, en peregrinación, acudió ante
la madre de todos los Dioses; su mente lacerada por las dudas, su alma
flagelada por los sufrimientos del pueblo que tanto amaba, sojuzgado por el
fanatismo y la superstición impuestos por los altivos sacerdotes de
Huitzilopochtli y Coatlicue.
Cumpliendo
con la etiqueta ante los dioses, al entrar en la cueva se puso en cuclillas
sobre sus talones, la felicitó por ser su día y puso a sus pies un rico
presente de copal y tres flores de Jade. La madre Universal, siempre le había
escuchado y, aprovechando la soledad del instante, se dispuso a hacerle saber
sus pesares.
- "...Madre,
he puesto mi fe en tus hijos, los dioses, y en mi tribulación les he pedido me
concedan determinación, fuerza, justicia y tolerancia, para encontrar la luz de
la verdad, de la que ando en busca, pero no he sido escuchado, los dioses
duermen en tanto la desesperación crece en mí...."
La Madre Universal,
Tonantzin, le respondió:
- "...Hijo,
cree en que lo que desees te lo has de procurar tu mismo, forjando con tus
manos y tu cerebro el progreso y la felicidad que quieras disfrutar, debes
sembrar y construir por ti mismo, que los dioses no lo harán por ti, la fe no
es creer, la fe verdadera es crear con tu esfuerzo y sacrificio aquello que
habrá de impulsar a tus hermanos, los hombres, a encontrar la verdadera
luz..."
- "...Madre,
veo a mi pueblo sumido en la adoración fanática a los dioses, que cada vez
exigen más sacrificios sangrientos, veo a mi pueblo temeroso de supersticiones
absurdas que no les permite crecer en sabiduría, mientras que los sacerdotes,
cada día, más gordos y altaneros les imponen fantásticas leyendas para
atemorizarles y dominarles..."
- "...Hijo
mío, el día de la liberación llegará, ese día, los sacerdotes caerán
estrepitosamente con sus ídolos falsos y sus altares chorreantes de sangre,
para ello será requisito que los jóvenes, por su esfuerzo, por su convicción,
seguros de sí mismos, conscientes del motor potente de sus energías, despierten
de esa hipnosis que los mantiene en la flaqueza e impotencia. Entonces sabrán
que sí tienen la energía, el bienestar, el saber y la belleza, que sólo les
hace falta el esfuerzo para alcanzarlos, ese día, sus herramientas corporales,
músculos, cerebro y corazón, henchidos de plenitud, de rectitud y de fortaleza,
en perfecto equilibrio, permitirán que se manifieste su espíritu..."
- "...Madre,
deseo realizar una enérgica función volitiva para dirigir mis instintos y
dominar mi destino, para crear en mi propio ser belleza y armonía, desarrollar
equilibrio en mí mismo, para que mis facultades despierten dirigidas por mi
razón y así poder irradiar hacia mis semejantes salud, alegría y prosperidad,
compenetrado en los sufrimientos de la humanidad como si fuesen
propios..."
- "...Noble
es tu meta, hijo mío, una meta de amor y, yo te aseguro que, aquel que haya
amado como a sí mismo a sus semejantes, sólo con ello habrá cumplido toda la
ley..."
- "...Madre,
¿qué puedo hacer por mis hermanos?..."
- "..Nada,
hijo mío, el Único, en el que se haya el todo, está revestido de los principios
que son su más pura esencia, de estos, hay tres básicos: la armonía, el orden y
el equilibrio, ellos se encargarán de que los ríos tomen su cauce por la
belleza y el amor.
L\ I\ F\
Xalapa, Enríquez, Ver., 4 de octubre
de 2008, E\ V\
A\M\ SHUN KUGA
LA FE SIEMPRE CONFIA, LA ESPERANZA SIEMPRE INSISTE, EL
AMOR SIEMPRE ES
FE NO ES CREER, FE ES CREAR
"¿Have
you exercised your obligations today?"
"¿Vous avez exercé vos serments
aujourd'hui?"
"¿Has practicado tus juramentos
hoy?"
Canticum graduum David ecce quam bonum et quam
decorum habitare fratres in uno
Sicut unguentum optimum in capite quod descendit
in barbam, barbam Aaron quod descendit super oram vestimentorum eius. Sicut ros
Hermon qui descendit super montana Sion quoniam ibi mandavit Dominus
benedictionem vitam usque in aeternum