miércoles, 5 de octubre de 2016

CONSIDERACIONES

CONSIDERACIONES
La Francmasonería no es una sociedad simple, sino una agrupación de sociedades que aceptan como base fundamental un conjunto de antiguas leyes, escritas o no escritas, que denominan “Antiguos Límites”, “Antiguos Cargos”, “Marcas”, o “Landmarks”.

Este cuerpo de ordenamientos se deriva directamente de los que regían el funcionamiento de las asociaciones de masones operativos en la Edad Media y es el resultado de una larguísima experiencia.

Los Antiguos Límites han logrado que la Francmasonería sea siempre una e indivisible, a pesar de la variedad de cuerpos que la constituyen, y que no se modifique ni prostituya su carácter esencial a través de los tiempos. Por encima de cualquier constitución o reglamento están siempre los Antiguos Límites; estos definen las normas básicas de funcionamiento de la institución, los requisitos,derechos y obligaciones de los miembros y funcionarios y la postura filosófica, social y política de la Masonería Universal. A pesar de su importancia, no son dogmáticos sino convencionales y admiten que exista una variedad casi infinita en la manera y orden con que pueden impartirse las enseñanzas, en el estilo de la decoración de los “Templos”, en las liturgias y en muchos otros aspectos. A ellos se debe la diversidad de los RITOS MASONICOS que son aceptados como “Regulares”.

Se llama Rito, en Masonería, al conjunto de reglas o preceptos de conformidad con los cuáles se practican las ceremonias y se comunican las instrucciones de los grados.

Pasan de cien los ritos que han sido fundados, en diversos tiempos, dentro de la Masonería, y que se han considerado como “RECONOCIDOS”. Muchos de ellos tuvieron una vida efímera pero otros han subsistido hasta nuestros tiempos. El pertenecer a un rito determinado, sin embargo, no es obstáculo para que los Masones se traten entre si como miembros de una misma gran familia y se visiten mutuamente.

De todos los ritos, son considerados como los principales el Rito Escocés Antiguo y Aceptado, el Rito Inglés de York o Rito del Real Arco. Sin embargo, en algunos países han existido ritos nacionales que han demostrado gran actividad, como el Rito Moderno Francés, del que surgió la Revolución Francesa; el Rito del Celeste Imperio, que se practica en Turquía; el Rito Sueco, el Tien-Foe-Whe, de la China; elBenemérito Rito Nacional Mexicano, de gloriosa memoria en nuestro país, y muchos más.

Los masones se congregan en pequeños grupos formados con algunas decenas de miembros, que denominan “Logias” y se reúnen una vez por semana en un local adecuado que recibe el nombre de “Taller”, dando a entender con ello que se congregan para trabajar.

El valor e importancia de los trabajos que se desarrollan en las logias no depende del estilo o fastuosidad de su decoración. Muchas de ellas procuran limitar al mínimo estos adornos para que no se distraiga la atención y se desvíe del trabajo principal, que es de orden intelectual. Se puede trabajar masónicamente a campo raso y bajo la bóveda celeste, o en una choza de paja, sin que nadie pueda alegar que se demeritan en algo las bellas ceremonias en que se van revelando las enseñanzas y secretos de la Masonería.

En cada población de regular importancia existe, por lo menos, una logia masónica que imparte los tres grados fundamentales del Simbolismo, o Masonería Azul: Aprendiz, Compañero y Maestro.

Cada una de estas logias está incorporada a una Gran Logia, cuyos límites de jurisdicción corresponden generalmente a los del Estado en que se encuentra. Los funcionarios de estas Grandes Logias son electos democráticamente entre los maestros de todas las logias simbólicas de la jurisdicción y toca a ellos gobernar en los asuntos que incumben a la agrupación. Finalmente, existe dentro de cada país un organismo o Confederación de Grandes Logias y, en el plano internacional, otros organismos que preparan y realizan congresos regionales y mundiales para el estudio y resolución de los problemas generales de la Orden; Estos súper organismos que preparan y realizan congresos regionales y mundiales para el estudio y resolución de los problemas generales de la Orden; solamente pueden formular recomendaciones a las Grandes Logias.

Es la Masonería Azul, o sea las Logias Simbólicas, la que constituye el grueso del pueblo masónico, y aunque existen otros cuerpos superiores que imparten los grados Capitulares, Filosóficos y Administrativos, hasta el último grado del Rito Escocés Antiguo y Aceptado, que es el 33º, existe una independencia completa entre la Masonería Azul y estos otros niveles de la Masonería, por lo cuál los grados que otorgan no tienen preponderancia alguna en las Logias Simbólicas, en donde no se reconoce otra categoría superior a la del Grado de Maestro.

Igual independencia existe con relación a otros organismos o instituciones “colaterales”, como son de diversas órdenes de Caballería(Templarios, Cruz de Constantino, Shriners, etc.) Ordenes juveniles (Asociación de Jóvenes Esperanza de la Fraternidad, A.J.E.F. de Molay, Etc.) y Femeninas (Arco Iris, Estrella de Oriente), y otras como los Odd Fellows, Caballeros de la Luz, La Orden Rosacruz, etc, todas ellas también representadas en Cuba. Estos organismos no son parte de la Orden Masónica, aunque algunos de ellos fijen como requisito para ser admitido la posesión de ciertos grados masónicos; Pero le son complementarios en aspectos sociales, benéficos, educativos y de acción externa.

Las logias simbólicas se rigen a sí mismas en todos los asuntos internos, empleando para sus deliberaciones el orden parlamentario y tomando sus acuerdos en votaciones democráticas. Eligen periódicamente a sus funcionarios y otorgan a los nuevos miembros los diversos grados, a medida que los van mereciendo. Establecen sus reglamentos internos y le imprimen a los trabajos y estudios el curso que consideran más conveniente, procurando no salirse de los principios generales de la orden.

En resumen, es la Logia Simbólica la unidad orgánica de la Institución Masónica. Estas Logias se encuentran congregadas en Grandes Logias y pertenecen a algún Rito reconocido, subsistiendo por encima de estas divisiones de carácter administrativo la absoluta unidad de todos los masones del mundo entero, que se reconocen fraternalmente, se ayudan y trabajan de común acuerdo hacia las metas de progreso y bienestar de la humanidad, que constituyen el deber cotidiano que todo masón se ha impuesto voluntariamente.

Obligaciones y derechos.

Toda sociedad tiene derecho de exigir de sus miembros el cumplimiento de ciertas obligaciones y, a la vez, le hace participe de los beneficios que ofrece. La Masonería no es una excepción, por lo que es justo y necesario que antes de contraer las obligaciones de la masonería, sepa cuáles son las obligaciones y los derechos de un masón.

La primera de las obligaciones consiste en guardar un silencio absoluto de los asuntos tratados en las reuniones o “tenidas” (como se les designa masónicamente). La Masonería no es propiamente, una sociedad secreta, pero si es discreta. En los varios siglos de actuación que lleva recorridos ha podido probar que sólo con reserva, sigilo y discreción se puede estar a salvo de los ataques que nacen de la incomprensión, del fanatismo y de la envidia. A los que comentan que: “¡Algo de malo habrá en ello, puesto que se esconden para hacerlo!”, Les contestaremos que nunca las nuevas ideas han encontrado el camino sembrado de comprensión, buena voluntad y aliento. Por el contrario, recordemos a Sócrates acusado de pervertir a la juventud, a Galileo torturado por blasfemo, a Spinoza excomulgado por ateo, y tantos otros que han seguido igual o peor suerte.
Y si hay quien diga que esos tiempos ya pasaron y que en los tiempos actuales hay libertad de expresión y respeto hacia las nuevas ideas, les diremos que están en su derecho para creerlo así; pero que la Masonería está estructurada de modo tal que pueda seguir funcionando aunque impere un régimen de opresión política y económica y de coartación de la libertad. Por tanto, no necesita justificar su exigencia de que los miembros guarden cuidadosamente sus secretos, puesto que ello es parte de su naturaleza, y la sabiduría de este proceder ha sido constatada en tiempos buenos y malos.
La segunda de las obligaciones de un buen Masón es la de trabajar intensamente en pro de su propia perfección interna. Deberá corregir sus propios defectos, combatir sus pasiones y prodigarse en el servicio para con los demás. En esto consiste el trabajo masónico, que es, como se dijo antes un trabajo personal de evolución y labrado de la personalidad. No es buen masón quien solamente se dedica a reunir abundantes conocimientos sobre filosofía, historia, ciencia litúrgica, psicología, sociología, etc., si esta ilustración no va acompañada de un auténtico espíritu fraternal que le impulse a correr en auxilio de todo hombre que necesite de sus servicios.
Tampoco podrá calificarse de masónica labor de quien está animado de grandes deseos de hacer el bien, pero que carezca de la ilustración y capacidad suficiente para reconocer la forma más eficaz y provechosa de hacerlo. El verdadero Masón cohonesta sus conocimientos con un comportamiento altruista y virtuoso, y pone en juego ambas cualidades en trabajo infatigable, para que sus buenos deseos se transformen en realidades palpables.
La tercera obligación es la de cumplir con los Estatutos Generales de la Orden, las Constituciones de la Gran Logia a que pertenezca y los Reglamentos particulares de su logia. Aunque no sería posible dar a conocer en esta obra este cuerpo de disposiciones legales, bastará explicar que su objetivo único es el de fijar las normas de gobierno y funcionamiento interno de logias, y que todo masón sabe que estas órdenes tienen como mira el bien común y jamás pueden contravenir los principios del honor y virtud que proclama la Orden.
Huelga decir que entre las obligaciones que se desprenden de los Reglamentos particulares de las logias están incluidos los de asistir puntualmente a la “tenidas” semanales, estar al corriente en los pagos de las cuotas personales, o “capitas”, y conducirse siempre con decoro y orden.
En primer lugar, ofrece su conjunto de enseñanzas sistematizadas, las cuales va impartiendo a cada quien, según los méritos alcanzados por su esfuerzo personal. Otorga a todos sus miembros el derecho de recibir ayuda y amor fraternal en cualquier lugar del mundo en que se encuentren. El masón tiene amigos en todas partes, siempre dispuestos a correr en su auxilio en el momento en que los llame. Sin importar las diferencias de rito que practique ni la jurisdicción a que pertenezca, cada masón se considera hermanado con todos los demás masonesdel mundo. En la mayoría de las organizaciones masónicas existen, además, otras ventajas de orden mutualista, como por ejemplo: el seguro de vida, bolsa de trabajo, fondo asistencial, etc. Debemos hacer notar, sin embargo, que no es en estos servicios asistenciales donde radican los beneficios de la Masonería, sino en la oportunidad que brinda a sus miembros para estudiarse a sí mismos y ponerse a prueba dentro de los trabajos de la logia, alcanzando un mejoramiento constante, gracias a las sabias normas y disciplinas de la Orden.
Finalmente, la Masonería brinda a quienes evolucionan dentro de ella, la oportunidad de ampliar su campo de acción en el mundo externo y desarrollar una actividad de mayores alcances y trascendencia. Esto se logra como resultado de la cohesión que se establece entre los masones y que después trasciende a los diversos campos de acción en que se encuentran profesionalmente. No es esto el producto de un plan de acción premeditado por la Institución Masónica y que aconseje colocar a fulano aquí y a zutano allá, como piezas de un ajedrez en que se juegue alguna trascendental partida política; es más bien la polarización espontánea de todos los hombres en quienes se ha sublimado el amor a la libertad, a la justicia social y al progreso, cuando con ocasión de un acontecimiento que viola los derechos del hombre y obstaculiza la marcha ascendente de la humanidad, convergen al unísono, impelidos por sus ideales de Libertad, Igualdad y Fraternidad.
Para coordinar la actividad externa social, educativa, benéfica y política de los masones existen asociaciones civiles, en cuyo seno se reúnen los masones de todos los ritos, jurisdicciones y obediencias, para aunar sus esfuerzos y luchar hacia las nobles metas que en los talleres masónicos se enseñan. Estas asociaciones representan, para la masonería, lo que el brazo es para el cerebro: un órgano ejecutivo para la realización de los ideales masónicos.
Fuera de estas obligaciones y derechos de un masón no hay otros. Cada Masón lo es por su libre y espontánea voluntad, y tiene derecho a retirarse, como caballero, de la Masonería, cuando lo desee, si que por ello sufra persecuciones, amenazas o ataques. Sólo se le pide, bajo su palabra de honor que no revele los secretos de la institución, y si no lo cumple, el único que se perjudica es él mismo y no la Masonería, ya que el verdadero y más preciado secreto masónico es inviolable por su naturaleza.


lunes, 3 de octubre de 2016

¿Qué Ofrece la Masonería a los que se Inician en Ella?

¿Qué Ofrece la Masonería a los que se Inician en Ella?

 Por Federico Landaeta

“La Masonería no ofrece nada a quienes osan tocar a sus puertas y logran ingresar, pero si le exige todo a quién entra en ella…” así dice una de las consejas más arraigadas que impera dentro de la Orden Masónica, no sólo aquí en Venezuela, sino, en la Masonería Universal.

Y aún cuando nada ofrece a los que buscan ingresar a ella, una vez cruzado el umbral, los masones encuentran mucho más de lo que pudieron haber pensado que conseguirían antes de franquear sus puertas y encontrase dentro del Templo. Realmente, lo que se consigue es una vida diferente, una vida total y absolutamente distinta a la que llevaba como un caballero profano, ya que después de haber pasado por la Iniciación Masónica, el hermano se ve obligado a cambiar totalmente su forma de ver y vivir la vida, pero esto es por conciencia, por necesidad propia, no por imposición externa.
Porque siendo él un Iniciado, es por consiguiente un “Hombre Libre y de Buenas Costumbres”, y ya que, la Masonería es “El estudio de las Ciencias y la práctica de las Virtudes…”, y habiéndose comprometido a cumplir fielmente los Principios Masónicos; el nuevo hermano tiene que cumplir con la practica constante de los más altos valores morales y éticos, y cumplir con los demás requisitos que harán de él un verdadero Masón. Tiene el deber de estudiarse a si mismo, y ha de practicar las virtudes, porque solamente con esa combinación le hará libre de las cadenas que le imponen los vicios y las pasiones al resto de la humanidad. Solamente así podrá ser reconocido como un digno Masón, y un Iniciado Real.
La Masonería, como escuela iniciática y medio de perfeccionamiento, no ofrece nada a nadie, pero aquel que llegue a poner en práctica sus nobles principios, verá, repentinamente, que se encuentra en un oasis ubicado en medio del caos de la vida actual, de las ambiciones personales, del egoísmo, de la violencia inclemente. Porque eso es lo que ofrece la Masonería a todo aquel que llegue a ella con un corazón abierto y en actitud receptiva: “…una grata y refrescante sombra en medio del sol abrazante de los deseos materiales y animales…
Por qué motivo la Masonería le exige todo a sus miembros..? Pues porque para poder alcanzar la meta mas elevada es imprescindible darlo todo, es inevitable que exista una entrega total. El precio que debemos de pagar por cualquier cosa que deseemos adquirir, tiene que ir de acuerdo al bien que estamos adquiriendo, y como lo que buscamos en la Masonería es el bien más elevado, el pago tendrá que ser el pago máximo.
Hay que hacer el mayor esfuerzo, y cuando mayor sea este, mayores han de ser los frutos que hemos de cosechar. Es nuestra acción la que determine la cuantía y el valor de los que hemos de recibir, aunque no estemos esperando nada a cambio, en la Masonería el hombre consigue lo que no consigue en ninguna otra parte: Elevarse por encima de las supersticiones, los vicios, el fanatismo y la ciega obediencia a los dogmas que tanto daño le han hecho a la Humanidad.

Francmasonería, ética humanista de la Libertad

Francmasonería, ética humanista de la Libertad

 El Aprendiz no sabe leer ni escribir pero va percibiendo a lo largo de su vida en la Orden (bonus vir semper tiro) que está llamado a la lectura. A la lectura de textos masónicos, ciertamente, pero, sobre todo, a la lectura inteligente de cuanto se ha escrito desde la Antigüedad en la dirección del Saber y del Admirar, es decir, al servicio de la búsqueda del conocimiento y de la belleza.
El Arte del Francmasón no se encierra entre cuatro paredes, sino que se abre al mundo que le rodea; no se halla constreñido por un Libro, aunque el Libro pueda servirle como cauce hacia todos los libros; y, de alguna forma hace suyo el lema de la antigua y secular Royal Society, claustro materno de la Francmasonería especulativa, alrededor de Isaac Newton, nullius in verba, que es una sintética proclamación de la libertad de la Ciencia y de la desobediencia ante cualquier autoridad dogmática, aun la de quien pretenda ser el Maestro. Los Francmasones desaconsejamos adoptar esta actitud, al manifestar rotundamente que todos los apriorismos están destinados a ser destruidos y que comete un grave error quien pretenda hallar todas las respuestas de un solo enunciado del problema. El mismo error en que incurriría una sociedad que pretendiera imponer respuestas definitivas a todas las cuestiones. El Francmasón debe huir de la perennidad que no sea una manifestación de vida. Durar en un sistema de existencia que hubiera excluido la sorpresa, la fantasía o lo imprevisible sería el horror absoluto. Contra este horror la Francmasonería se comporta como un río que no avanza en línea recta sino que lo hace a través de la sinuosidad de sus meandros y que no se alimenta de una sola fuente sino de varias, de distinta intensidad y calidad.
El Arte del Francmasón es, pues, el camino interminable desde el Caos hasta el Orden, el combate por la transformación del pesimismo en optimismo y la utilización de los símbolos como herramientas al servicio del pensamiento libre, de tal manera que una cierta intuición sobre la posibilidad de la coherencia en el caos permite ensayar el cumplimiento de la misión de reunir lo que está disperso.
El conocimiento de la esencia de la Francmasonería conviene que no pierda de vista el aprendizaje, siempre incompleto, del espíritu de geometría, aquél que se desprendía de la proposición de Karl Popper, según la cual la lógica del descubrimiento científico exige que cualquier proposición sea refutable. Las falsas ciencias, sorprendentemente en boga en el inicio del siglo XXI, tratan de imponer visiones generales del mundo, cosmovisiones cerradas, donde se vende el remedio de todos los males –l’elisir d’amore de Gaetano Donizetti sobre un libreto de Felice Romani nacido de Le phitre de Eugène Scribe, ópera estrenada en Milán el 12 de mayo de 1832-, consistente en la aceptación incondicional de algunas afirmaciones presentadas como dogmas y transmitidas ordinariamente por charlatanes, como el arquetipo de Dulcamara, el vendedor de productos milagrosos.
Muy al contrario, resulta pacífica la teoría de que la Francmasonería ha ejercido y aún ejerce como una escuela de formación de ciudadanos: en las logias el francmasón aprende a ejercer el derecho de sufragio, a exponer sus ideas mediante discursos medidos bajo el deseo de que convenzan sin herir, a respetar las diferencias y a aprender de ellas, a actuar conforme a sus ideas en un marco constitucional sometido a la Ley de la mayoría y no a la imposición del príncipe, a reconocer la equidignidad de la mujer en la vida privada y en la vida pública y a rechazar cualquier ideología que no respete al ser humano libre como eje sagrado de la construcción de la vida colectiva. No hay ninguna logia en el mundo digna de tal nombre que no realice los esfuerzos necesarios para que sus miembros compartan, practiquen y difundan los elementos recién citados como irrenunciable aspiración al mantenimiento y desarrollo de una sociedad buena.
En el terreno de la Ética, que es el propio de la Francmasonería, precisamente por su búsqueda del espíritu de geometría, nos interrogamos sobre nuestra conformidad con nosotros mismos, mediante el desbastamiento de la piedra bruta, un imperativo, y huimos de cualquier idea de culpabilidad, porque la culpabilidad es siempre el resultado del enjuiciamiento de otro. La Ética humanista –que es la misma moral científica que defendía desde la cárcel Francisco Ferrer Guardia- rechaza que el juez de nuestra conducta sea otro que el propio actor. Así, el Francmasón se esfuerza por desaprender el hábito de ser juzgado para aprender a juzgarse a sí mismo. Este empeño, en cierto sentido inalcanzable, nos conduce a transitar permanentemente por la búsqueda del conocimiento que nos permita a cada uno de nosotros substituir al juez exterior. Nuestro devenir hacia lo que somos parte del esfuerzo por dejar de permitir que otros nos juzguen, lo que abre, en mi opinión, sencillamente, la puerta al ejercicio más crucial del ser humano tras la Reforma y, sobre todo, tras la Ilustración, el libre examen.
Me parece especialmente relevante la advertencia que conduce hacia la negativa a ser juzgado, porque, precisamente, las nuevas cosmogonías, como las nacidas de las llamadasconstelaciones familiares de Bert Hellinger, por poner un ejemplo, recuperan el vigor de la heteronomía moral como instrumento de dominación. Volviendo a l’elisir d’amore, losDulcamaras de la postmodernidad hablan, exclusivamente, en clave de imposición, reparten órdenes a diestro y siniestro sobre lo que los otros deben hacer y concitan adhesiones de cuantos ingenuos Nemorinos caen en sus garras. Que muchos de estosNemorinos pertenezcan hoy al mundo de los directivos empresariales o de las profesiones liberales es la combinación entre el vacío generado por la envidia pecuniae llevada al extremo y la voracidad recaudatoria de los Dulcamaras reciclados.
La Ética masónica se halla tan alejada de un código de prohibiciones como del grito nihilista de “¡todo está permitido!”. Ya en la leyenda de Adán y Eva se hallaba un anhelo nobilísimo de amor al saber (al comer del árbol de la ciencia) que siguió, no por casualidad, al non serviam de Jeremías, II, 20. El hombre quiere ser dios para ser verdaderamente hombre y no esclavo. Y cuando deviene humano, halla en el interior de sí mismo el sentido del deber.

sábado, 1 de octubre de 2016

MASONERÍA SECRETA.

MASONERÍA SECRETA.

Para los historiadores, la masonería nació en 1717 gracias a los pastores protestantes ingleses James Anderson y J. T. Desaguliers, pero es lógico que sus ritos y creencias estuvieran inspiradas en creencias muy anteriores cuyos orígenes siguen en disputa ¿Proceden acaso de los Antiguos Misterios Paganos, del templo del Rey Salomón, de los Templarios o de los Masones Operativos de la Edad Media?

En el Museo Británico se conservan dos de los documentos masónicos más antiguos que se conocen. Parecen remontarse a 1390 y 1450 respectivamente. El primero recibe el nombre de Manuscrito Regius, y el segundo es llamado Manuscrito Matthew Cooke. Tiene dos partes, conocidas como “la Historia” y “los Cargos Antiguos”, que formaban parte de las Regulaciones generales masónicas compiladas en 1720, y que James Anderson utilizó también como material de referencia en sus Constituciones tres años antes. En el mejor de los casos, entonces, las primeras menciones masónicas datan del siglo XIV. ¿Es esa la antigüedad de la poderosa sociedad o existe un origen anterior, mítico y misterioso?

Estética salomónica

El ocultista pionero Eliphas Levi nos recuerda una leyenda masónica que relaciona los orígenes de esta institución con un manuscrito del siglo VIII sobre la construcción del templo de Salomón y su arquitecto Hiram Abiff.
El mítico templo era un auténtico tratado de geometría que reproducía en sus estructuras simbólicas los diferentes planos o niveles del cosmos. Su verdadera importancia es más bien alegórica. Así, esta construcción no sería más que una reproducción de la bóveda celeste donde el Sol es el rey y el altar apuntaría a la constelación de Aries. Algo que queda patente en la Epístola a los hebreos (9,24) cuando dice que “no entró Cristo en un santuario hecho por la mano del hombre, imagen del verdadero, sino en el cielo mismo”.
Aún hoy, la decoración de las logias masónicas representa en su techo la bóveda celeste y, a su alrededor están los signos del zodiaco. LaBiblia dice que para la construcción del templo de Jerusalén fueron necesarios 153.300 trabajadores, divididos jerárquicamente en tres grados: 70.000 aprendices, 80.000 oficiales o compañeros y 3.300 maestros. Asegura la leyenda que se reconocían entre sí por medio de palabras secretas, señales y toques, diferentes para cada categoría. Según la tradición masónica, Hiram completó la construcción del templo en siete años y, después, fue asesinado a golpes. “Cuando la construcción del templo de Salomón llegaba a su fin (explica a AÑO/CERO el erudito masónico Mario Pérez Ruiz), tres compañeros desearon conocer los secretos de los maestros y así disfrutar de ese grado y al no conocer la palabra secreta asesinaron a golpes a Hiram Abiff”.
Los asesinos enterraron el cadáver lejos de Jerusalén y Salomón ordenó que nueve maestros lo buscaran. Y lo hallaron. Para reconocer el lugar donde fue sepultado plantaron allí una rama de acacia.
El relato de la muerte de Hiram guarda relación simbólica con Osiris. El arquitecto del templo de los judíos fue asesinado en la puertaoccidental del templo, que es donde se pone el Sol. En la mitología egipcia los Salones del Amenti, regidos por el dios de la muerte y la reencarnación, están situados, también, en Occidente. Osiris se levanta de entre los muertos en el norte, que en la mitología egipcia está regida por Leo. Hiram Abiff es levantado de entre los muertos mediante un estrechamiento de manos masónico denominado la presa del león. Y, finalmente, tanto en los misterios masónicos como en los egipcios el “dios” que ha resucitado es enterrado en una colina y señalizado con un árbol.
La entrada al templo de Salomón estaba flanqueada por dos columnas conocidas con los nombres de Jachim y Boaz, a la guisa de los obeliscos que hacían lo propio en los templos egipcios. Las inscripciones que se hallan, por ejemplo, en el obelisco egipcio situado en el Central Park de Nueva York, mostrarían símbolos masónicos de tiempos de Tutmosis III. Lawrence Gardner asegura que Hiram Abiff retomó la costumbre egipcia de situar pilares a la entrada de los templos cuando situó Jachin y Boaz en el Templo de Salomón. Su interior era hueco y estaba pensado así para salvaguardar los archivos y los textos de las normas de los constructores.
Para los historiadores masónicos no es coincidencia: “Toda luz viene de Oriente; toda iniciación de Egipto“, dejó escrito Cagliostro, fundador del Rito de la masonería egipcia. Hoy, el recuerdo de la luz de Egipto sigue fascinando a muchos masones, que no dejan de soñar con el esplendor y la perfección de las pirámides o los templos de la civilización faraónica.

Sufíes, sabeos y templarios

No obstante (nos recuerda Gérard Galtier) para la mayoría de francmasones, la Tierra Santa es la de Jerusalén y lo que convendría reconstruir es el templo de esa ciudad. Y es que, en efecto, Salomón guarda la llave que permite abrir los secretos de la moderna francmasonería. Ya desde el siglo XVIII, varios autores sugirieron que el origen de la masonería había que buscarlo en los templarios. Según las teorías de estos estudiosos, esta fraternidad de monjes-guerreros fundada en 1118 habría permanecido encerrada nueve años en el templo de los judíos y tras una rápida expansión por Europa habría sido responsable de la financiación de buena parte de las catedrales góticas. ¿Acaso el movimiento masónico tomó su iniciativa de los templarios?
El célebre escritor Robert Graves deduce que la masonería fue introducida en Europa, y concretamente en Escocia, bajo la apariencia de un gremio de artesanos gracias a los templarios. Esta Orden habría recuperado en Tierra Santa abundante documentación islámica y judía, de ahí que algunos especialistas perciban en las enseñanzas masónicas cierta influencia sufí.
El traductor de las Mil y una noches, Sir Richard Burton, definió al sufismo como el pariente oriental de la masonería. Más lejos llega Idries Shah al concluir que “Boaz” y Salomón no fueron israelitas sino arquitectos sufíes. De hecho, Salomón es venerado por el Islam como un profeta. Pero Jorge Blaschke y Santiago Río aclaran que los sufíes no son su origen primigenio. Las raíces de sus enseñanzas radicarían en los sabeos, una secta de artesanos y comerciantes que profesaban una doctrina helenística atribuida a Hermes y que se concentraron en la Alta Mesopotamia y al noroeste de Alepo entre los siglos IX y XI. Practicaban un comunismo iniciático que propagaba un ritual de compañerismo, un entendimiento entre cuerpos de un mismo oficio. En su opinión, la reforma de la masonería en Londres, a principios del siglo XVIII, cometió un grave error, ya que confundió con hebreos los términos sarracenos, desvirtuando la antigua tradición sufí.

Constructores de catedrales

Pero la mayoría de historiadores coincide en que los inicios de la masonería radican en las corporaciones de oficios y constructores medievales. Hablamos de hombres que interpretaban en un sentido muy sutil esa pedagogía de masas que la Iglesia pone en marcha en función de lapiedra, ese arte ilustrativo que trataba de transmitirle al pueblo lo que no podía leer porque no sabía, explica Eduardo R. Callaey. “Cuando ves un pórtico románico es un libro que trata de transmitir cosas. A lo largo de la historia de la humanidad construir siempre ha tenido una connotación sagrada porque lo que se erigían eran templos. Lo demás no ha perdurado. Lo que ha llegado hasta nosotros es la piedra de los zigurats, las pirámides, los grandes templos de Oriente. Por lo tanto, siempre hubo una connotación sagrada en el oficio de construir”. En su opinión, esa responsabilidad recayó durante el Medievo en las órdenes monásticas y, en especial, en la benedictina (ver entrevista). En efecto, bajo la dirección de los grandes abades aparecerán las primeras expresiones de una arquitectura renovada que mostrará sus posibilidades en el arte románico y estallará con toda su potencia en el gótico. Bajo su protección encontraremos también las primeras evidencias de una masonería primitiva, fruto de la renovación del conocimiento y las técnicas de la construcción.
Los benedictinos primero y más tarde los cistercienses, dominarán la construcción. Cada convento es una colonia donde, además de dedicarse a la práctica de la piedad, se estudian las lenguas, la teología y la filosofía, se ocupan activamente de la agricultura y se ejercitan y enseñan todos los oficios. Los abades trazan los planos y dirigen su construcción, estableciendo de este modo una corriente de inteligencia entre los conventos.
Si Callaey está en lo cierto, la espiritualidad de Occidente subyace en las raíces del esoterismo judeocristiano y el trabajo iniciático de refinar la “piedra bruta” “símbolo central de la doctrina masónica” encuentra un antecedente directo en la acción de “cuadrar la piedra”, planteada por los grandes maestros benedictinos como alegoría de la construcción del “hombre espiritual”, apto para la tarea de erigir sobre la Tierra el reflejo de la Ciudad Sagrada, la mítica Jerusalén Celeste. Esto no deja de ser una tremenda ironía a la luz de la actitud combativa que siempre ha demostrado la Iglesia frente a la masonería.
Para demostrarlo, el historiador argentino esgrime fuentes de época y escritos históricos, como un manuscrito de Wilhelm de Hirsau, uno de los más grandes abades constructores de la Orden Benedictina en el siglo XI, en el que se hace referencia al mandil y a su profunda significación.
Xavier Casinos asegura que los masones gozaban además de privilegios que no tenían otros artesanos, como la libertad o franquicia de trasladarse de un lugar a otro para realizar su trabajo. Por eso se les llamaba también francmasones o freemasons (albañiles libres). Esa movilidad, en cualquier caso, dio lugar a los signos secretos, con objeto de reconocerse entre sí cuando acudían a una nueva construcción.
Durante el siglo XVII tuvo lugar el proceso de transición que llevó a los gremios de constructores a convertirse en la masonería tal y como la conocemos en la actualidad. Es decir, abandonó su operatividad para transformarse en una sociedad filosófica que mantenía buena parte de la simbología medieval, como el compás, la escuadra, el mandil y la plomada. Con el nacimiento de esta masonería especulativa sus miembros ya no deberán construir una catedral, sino una humanidad mejor a partir del templo interior de cada masón.
El caballero Ramsay introdujo la “hipótesis templaria”, más adecuada para la nobleza del siglo XVIII que el carácter burgués de las Corporaciones de Oficio, y dio nacimiento al sistema conocido hoy como Rito Escocés Antiguo y Aceptado. A partir de entonces, se introdujo un nuevo elemento de controversia entre quienes abrazaron el origen templario de la institución como fundamento histórico de la Orden y quienes intentaron sostener su origen en los constructores de catedrales.

Rosslyn y el secreto de los masones escoceses

Esta discusión, que ya lleva más de dos siglos, se ha visto incentivada en los últimos años con la aparición de numerosos libros, tanto históricos como debidos a los defensores de este origen templario de la Masonería. Muchos creen haber encontrado en la capilla de Rosslyn el nexo definitivo que uniría el destino de la Orden del Temple y los maestros canteros.
Según los escritores británicos Christopher Knight y Robert Lomas, el punto de partida de la francmasonería hay que buscarlo aquí, porque los miembros de la familia Saint Clair de Rosslyn se convirtieron en los Grandes Maestres hereditarios de las Artes, Gremios y órdenes de Escocia y ostentaron el cargo de Maestre de los Masones de escocia hasta finales del siglo XVIII.
La capilla de Rosslyn se halla a 16 Km de Edimburgo. Fue erigida entre 1440 y 1490 por William Saint Clair y sus paredes y columnas parecen esconder un conocimiento ancestral transmitido a través de generaciones. La relación entre los templarios y Rosslyn se remontaría a los tiempos de la primera cruzada. Henry Saint Clair participó en ella junto al fundador del Temple Hugues de Payns, casado con su sobrina Catherine. A su regreso recibirá el título de barón. Aunque su nombre no figura entre los nueve fundadores de la Orden del Temple, es evidente que ambos mantenían estrechos vínculos.
La hipótesis de Knight y Lomas plantea que William Saint Clair, conocedor de que los manuscritos supuestamente recuperados por los templarios en el Templo de Salomón habían sido guardados en Escocia, construyó Rosslyn para custodiarlos y establecer una Nueva Jerusalén. Esto, naturalmente, supone admitir que los templarios no viajaron a Tierra Santa para defender a los peregrinos sino con un propósito más bien arqueológico. Por esa razón, nueve hombres (como los que hallaron el cuerpo de Hiram) permanecieron nueve años encerrados entre sus muros. Muchos expertos han reparado en la persistencia de esta clave numérica: el 9. Resulta que la novena letra del alfabeto hebreo es la Tav (la Tau griega). Esta letra, representada por el noveno sefiroth cabalístico (Yesod o Fundación) se relaciona con la serpiente y el secreto de la sabiduría. Pero es que, además, la marca de la tau era la que los cainitas llevaban sobre la frente cuando Moisés se encontró con ellos. En la capilla de Rosslyn, curiosamente, los catorce pilares han sido dispuestos de tal manera que los ocho del lado este trazan la forma de una triple Tau. Sospecho que Hugues de Payns y sus ocho freires fundadores ignoraban los códigos y el significado de lo hallado en el Templo y, por ello, tuvieron que recurrir a la ayuda de cabalistas judíos y sabios islámicos, a través de su protector san Bernardo de Claraval, el reformador del Císter.
Dos siglos después la simbología había sido desvelada y puesto a salvo en la capilla de Rosslyn. Este santuario sería por tanto una evocación del templo de Salomón, con torres y un enorme techo central de forma curva sostenido por arcos. Una reconstrucción del templo que estaría adornada con simbolismo nazareo (secta religiosa contemporánea a Jesús cuya etimología viene de Custodio o Conservador) y templario encaminado a dar cobijo al “secreto”.
Cuando las logias escocesas decidieron elegir una Gran Logia para su administración, convinieron que sir William Sinclair (descendiente directo por línea paterna del constructor de la capilla) ocupara el cargo vitalicio de gran maestre.

El retorno de la Antigua Alianza

En seguida surgieron desacuerdos en el seno de la masonería inglesa. Tras el establecimiento de la Gran Logia de Londres se formaron dosgrupos: los “antiguos” y los “modernos”. A estos últimos les preocupaba que los antiguos hubieran decidido preservar el patrimonio jacobita (Partidario del derecho divino de los monarcas. Ver próximo artículo) y la amenaza que ello suponía para la casa Hannover, de corte protestante.
Los jacobitas veían en la leyenda de Hiram, en el tercer grado de su rito, una alegoría sobre el asesinato de Carlos I Estuardo, como si los símbolos hubieran sido tomados de la conjura que tramaron los partidarios de este rey para vengar su muerte y colocar en el trono a su hijo. Aunque, según refiere Gerard de Nerval, una versión muy similar de la leyenda de la muerte de Hiram se escuchaba en los cafés de Estambul en forma de cuentos.
Esto abre un serio interrogante acerca del origen de la ceremonia más importante de la francmasonería, aunque tal vez la fuente original del grado de maestro resida en las abadías pues, como nos aclaró Callaey, existe una llamativa semejanza entre esta ceremonia de exaltación y los votos del monje benedictino en su última etapa de ordenación. Esto significaría un retorno a la Antigua Alianza con los católicos jacobitas, quienes introdujeron muchos elementos centrales de los rituales con base templaria y explicaría la abundante presencia de eclesiásticos en la francmasonería del siglo XVIII.